Gustavo Basualdo llegó a su casa con un disparo en el abdomen una mañana de marzo de 2013. "Me quisieron robar en la parada del colectivo", dijo, sin más detalles. Le decían "Tatín", trabajaba como operario en un club náutico y cuatro días después murió en medio de un enigma sobre el ataque. Las dudas fueron despejadas por un amigo que se acercó a su familia tan asustado como decidido a contar lo que pasó: "Tatín me invitó a comprar cocaína en los núcleos de calle Lola Mora. Ahí hay un muchacho que vende drogas. Nos acercamos y me pegó una trompada. Tatín forcejeó y se escuchó un disparo. El se agarró la panza y el transero se fue corriendo para el lado de calle Uriburu". Con esa declaración como prueba fundamental, un hombre de 29 años fue condenado a 14 años de prisión por el crimen, además de la portación de un arma y el ataque a tiros a otro muchacho cometido un día después.
Juan Pablo Rivero fue detenido ese año por los tres hechos que ahora se detallan en un extenso fallo del juez de Sentencia José Luis Mascali. Tiene 29 años, le dicen "Perita" y antes de ser detenido vivía en el barrio donde ocurrieron los ataques que le asignan, en Hipócrates al 4600. En diciembre, al finalizar un juicio escrito, recibió 14 años de prisión como autor de varios delitos. El más grave es el crimen de Basualdo. En esa causa fue declarado autor de homicidio agravado por el uso de arma y amenazas calificadas al único testigo del crimen. Pero también fue condenado por una tentativa de homicidio cometida sólo un día después contra otro muchacho, baleado en Lola Mora al 100 (ver aparte). El magistrado además lo declaró reincidente, lo que le impide acceder a salidas anticipadas de la cárcel.
Gustavo Rodolfo Basualdo tenía 37 años. Según se desprende del fallo, el vínculo entre él y Rivero era comercial: Perita vendía droga entre los monoblocks de Uriburu y Grandoli, en el sudeste rosarino, y Tatín era un cliente ocasional. Su familia desconocía su condición de consumidor de cocaína, algo que tuvo que confiar en su agonía ante la consulta de los médicos. Trabajaba de lunes a lunes como operario en un club náutico detrás de Canal 5 y vivía en Sánchez de Thompson al 50 bis.
El domingo 17 de marzo de 2013 Basualdo llegó a la casa de su hermana entre las 8 y las 9 de la mañana. Los dos vivían en la misma torre pero en distintos pisos. En ese momento, una amiga de su hermana cuidaba a su sobrino de 4 años. Tatín le dijo a la chica que estaba herido de bala y se acostó en el dormitorio. Lo único que contó es que dos hombres le habían robado en Lamadrid y Castrobarros cuando acompañaba a una chica a la parada del colectivo. Tenía un orificio en el costado derecho del cuerpo.
Misterio. Enterados del ataque, su madre y sus hermanos lo trasladaron en un remís hasta el Hospital Roque Sáenz Peña. Le constataron una herida en el abdomen y por la gravedad del caso lo trasladaron al Heca, donde ingresó al quirófano en "estado reservado" y con un orificio de entrada de bala, sin salida.
"A él no le faltó nada. La billetera no se la robaron. La tenía al igual que su celular y toda la ropa, como sus zapatillas —dijeron sus familiares a los investigadores en las primeras horas—. Era una persona normal, no tenía problemas con nadie, no tenía deudas de dinero". "Lo único que dijo es que le habían querido robar y él se defendió, porque tenía la mano hinchada. Pero no dio demasiados detalles porque después se desvaneció. A esa hora él se iba a trabajar", amplió la hermana de la víctima, mientras loa llegados a Tatín comenzaban a buscar a la chica que podría haber presenciado el ataque.
Tras la operación, Gustavo tuvo una leve mejoría. Le preguntaron sobre el atacante pero él esquivó las respuestas. "Dijo que lo iba a solucionar él y que no se metieran. Se ponía nervioso", contó su hermana. Una infección generalizada por rotura de colon le provocó la muerte cuatro días después del disparo, el 21 de marzo.
Sin saber a ciencia cierta lo que había ocurrido, a sus familiares comenzaron a llegarles todo de tipo de rumores. Hasta les dijeron que al muchacho lo habían matado "por una mujer".
"Fue Perita". Pero dos días después del velorio se contactó con la madre de la víctima un amigo de Gustavo, J., y aportó la versión que se terminó demostrando en la causa judicial: "Yo le voy decir la verdad de lo que pasó. Fue Perita", reveló.
"Hace varios años que conocí a Tatín. Nos juntábamos cada tanto en Grandoli y Sánchez de Thompson. Ese día lo vimos descender del colectivo y me fue a saludar. Me dijo que venía de un bar, que estaba festejando su cumpleaños, que estuvo caravaneando. En un momento me invita a tomar una bolsa —consumir cocaína—. Le dije que como andaba sin trabajo no tenía plata para comprar y Tatín me dijo que él tenía y me invitaba".
J. contó que caminaron hasta la calle Lola Mora entre el núcleo 13 y el 18. "Ahí hay un muchacho que vende drogas. Anda siempre caminando y hace su parada. Lo conocemos porque le compramos varias veces. Cuando llegamos a los núcleos no lo vimos. Estábamos regresando y en la zona donde hay locales comerciales lo vimos a Perita caminando de frente a nosotros”, relató.
“Cuando estábamos de frente Tatín le dijo: «Dame una alita». A todo esto me acerco como para tapar la movida y el transero me pegó una trompada que me hizo volar la gorra —siguió contando el testigo—. Me di vuelta para agarrarla y cuando me incorporé lo vi a Tatín que estaba forcejeando con el transero y en eso escuché un disparo. Tatín se agarró la panza y el transero salió corriendo para el lado de Uriburu”.
J. contó que entonces intentó socorrer a su amigo, llevarlo a un hospital, pero Tatín le respondió “que no se meta, que se fuera a su casa”. “Yo insistí en llevarlo pero él me dio una cachetada. Vi que se fue caminando hasta su casa”. Según se precisa en el fallo, el crimen ocurrió en Grandoli y Sánchez de Thompson, en inmediaciones del núcleo 13, entre las 06.45 y las 08.30.
Plomo marcado. Al día siguiente, contó, fue amenazado cuando caminaba por la esquina de su casa. “Me encontré con Perita y otro más que le dicen Milton y vive por el núcleo 13 de calle Lola Mora. Es muy agresivo y sería el proveedor de Perita. Este me agarró de la ropa a la vez que Perita sacó un fierro, para mí que era una pistola 9 milímetros. Me decían que si contaba algo de lo que pasó me pegarían un tiro y que tenían una bala con mi nombre”. El joven estuvo escondido hasta que se enteró de la muerte de Tatín.
“Lo que sé es que no hubo problemas entre Tatín y Perita. Me enteré que Tatín era trabajador, no molestaba a nadie, no era agresivo. Pienso que Perita se confundió con nosotros porque la tarde anterior le había pegado unos tiros a otro chico apodado Cuchi”, analizó el joven,cuyo testimonio esclareció el hecho.
Cuando brindó esa detallada declaración era el 26 de marzo de 2013. Entonces Rivero ya estaba preso. Había sido detenido el 18 de marzo, un día después del ataque a Basualdo, acusado de la tentativa de homicidio de Walter M. (ver página 33). Luego reconoció a Rivero en un “ciento por ciento” en una rueda judicial y su relato fue clave en la condena, que rescató el valor del “testimonio único” como medio de prueba.
Más tiros en el historial
Dos meses antes del crimen de "Tatín" Basualdo, Juan Pablo Rivero había sido detenido por la policía en un cacheo a un grupo de muchachos en las torres del Fonavi de Hipócrates y Benito Juárez. Cuando lo requisaron llevaba un arma Bersa calibre 22. "Estaba ahí pero el arma no me la secuestraron a mí", se defendió, pero de todos modos se consideró probado que portaba un arma civil de manera ilegal.
El 18 de marzo de 2013, un día después del homicidio, fue detenido otra vez. A las 19.45, según el fallo, intentó matar con varios disparos a Walter M., un joven que ingresó al Hospital Roque Sáenz Peña con dos heridas en el tórax y el antebrazo izquierdo desde Lola Mora 110. Rivero fue acusado de cometer el hecho junto con otro sujeto. Un familiar de la víctima dijo que al ataque lo habían cometido "Chacho y Perita". También fue condenado por la posesión de un revolver calibre 22 marca Pasper Bagual hallado en su casa.