"El Gato sacó los arcos de la canchita con una amoladora. El Canguro fue a reclamarle y ahí se armó el lío". Así contó un vecino del club infantil Tauro, de Empalme Graneros, cómo una pelea por un par de arcos desembocó en el crimen a tiros de Rubén Darío Valcarcel en noviembre de 2009. Este hombre al que le decían Canguro, de 33 años y con una pena cumplida en prisión, preparaba un asado con amigos para después disputar un picadito en la cancha cuando empezó la discusión que, según varios testigos, cerró a los tiros Hernán Gato Galetto. Ahora, a más de dos años del hecho, este taxista de 33 años fue condenado a 12 años de prisión por aquel homicidio al calor del mediodía.
Como todos los sábados, el 7 de noviembre de 2009 un grupo de siete muchachos se había reunido para compartir un asado en las precarias instalaciones de lo que fuera el club infantil Tauro, en Juan B. Justo y Fraga. Después, bajo el sol de la siesta, disputarían un picado en la gastada canchita para siete jugadores del club. Entre ellos, controlando las brasas y vestido con short de fútbol y una camiseta del Chelsea inglés, estaba Canguro Valcarcel.
En el barrio nadie desconocía su pasado. Había salido de prisión en 2007 luego de cumplir una condena por un asalto y se había establecido un tiempo con su hermano mayor, Juan José, en una casa de pasillo justo frente al club. Trató de reinsertarse haciendo changas y desde hacía más de ocho meses vivía solo en una pensión a cuatro cuadras de Tauro. Los Valcarcel son una familia de pescadores oriundos de la isla entrerriana de El Espinillo, frente al Monumento a la Bandera. Rubén Darío era el segundo de siete hermanos y tenía dos hijas pequeñas.
El detonante. La primera escaramuza de aquel sábado fue cuando arrancaban los preparativos para el asado. Canguro había soldado esa semana los arcos de la canchita pero un vecino que vivía enfrente, el Gato Galetto, los cortó. Este hombre usurpaba lo que habían sido vestuario y bufé y no le gustaba que fueran a jugar a la pelota.
"Nunca habíamos tenido problemas, pero por ahí íbamos a buscar la pelota a la casa porque era un club y ellos se metieron a vivir en los vestuarios, lo usurparon. Nunca nos molestaba, por eso nadie le pidió que se fuera. El se fue a vivir y ahí y sabía que los sábados se juega a la pelota", contó uno de los jugadores. Galetto, según apuntaron vecinos y testigos en la causa judicial, también tenía un pasado en prisión y vivía allí con su pareja y dos hijos.
Ese mediodía el hermano de Valcarcel salió de trabajar y a las doce y cuarto se sumó al asado. "Mi hermano fue hasta la casa de un chico que le dicen Gato. Le empezó a gritar porque había roto los arcos de la canchita", contó el inicio de la disputa. "Salí de adentro, vení a pelear, cagón", lo provocó Valcarcel. Entonces el Gato salió de su casa, se levantó la remera y sacó un revólver de caño largo cromado con el que lo apuntó. Pero Canguro no se echó atrás: "Tirame, dale, tirame", le gritó desde unos 30 metros.
"Llevátelo porque te lo mato", le gritó en ese momento el Gato Galetto al hermano de Valcarcel, que intentó calmar las aguas: "Le dije que no era para tanto, que no íbamos a tener problemas por un arco". Los compañeros de la víctima siguieron con los preparativos del asado pero el Gato "se quedó atento y seguía montando el revólver. Quedó la pica".
Canguro regresó a cuidar la carne al fuego, pero unos minutos después se escucharon dos o tres tiros. Sus amigos se tiraron al piso y se apuraron a salir por un hueco en un paredón. Para Valcarcel ya era tarde.
"Mi hermano salió caminando lo más bien, pero se levantó la remera y tenía un agujero en el pecho. Lo abracé y entonces el Gato, en la puerta de la casa, disparó de nuevo dos tiros", relató José Luis Valcarcel.
El final. Los hermanos caminaron abrazados hasta la esquina de Juan B. Justo y Fraga, donde Rubén Darío se desplomó. Su hermano le pidió a un vecino que lo llevara al Heca: "Llevalo vos, yo no lo quiero ver morir", le dijo. A Valcarcel la bala le había atravesado el corazón. Le provocó una hemorragia masiva y murió ese mismo día.
Del Gato Galetto nada se supo hasta el del 14 de enero de 2010, cuando un anónimo a la comisaría 20ª lo delató y fue detenido en La República al 7600. "Ya perdí. Algún día me iban a agarrar", dijo antes de subir al patrullero. Pero luego, en su indagatoria, replicó: "No maté a nadie y nunca tuve un arma".
Para el juez de Sentencia Gustavo Salvador, a cargo del juicio contra Galetto, fueron firmes y consistentes los testimonios que le achacaron los disparos. Por un lado, un amigo de Canguro dijo que lo vio con el arma y que después de disparar se quedó "agachado, tranquilito". Por otro, el hermano de la víctima señaló: "Yo no vi cuando le disparó a mi hermano, pero sí claramente cuando nos disparó a los dos".
Todo esto, para el juez, desmanteló la versión de Galetto, quien dijo que estuvo todo ese día en la comunión de su hijo. Fue condenado a 12 años de prisión como autor de un homicidio agravado por el uso de arma. Para la familia de Valcarcel, la violenta pérdida se debió a por una causa ínfima: "Mi hermano empezaba a trabajar ese lunes en la Coca Cola. Yo siempre le insistí para que trabajara y justo lo mataron por unos arcos de fútbol".
Amenazas
Testigos del crimen de Rubén Darío Valcarcel manifestaron haber sufrido amenazas de familiares del acusado. “Guarda con lo que declares porque cuando salga va a salir más malo”, fue la advertencia que recibió uno de ellos. “Vos no viste cuando tiró ni nada. El va salir en un par de años y no va a salir buenito”, le dijeron a otro con un “tono medio raro”.
“Era querido por sus pares”
“Yo no te voy a negar lo que era mi hermano, pero el Gato (por el condenado) no era un laburante”, dijo en una nota con este diario José Luis Valcarcel, hermano mayor de Rubén Darío, el muchacho asesinado, cuando el acusado del crimen fue detenido en enero de 2010. “Mi hermano era un muy buen jugador de fútbol. Un buen defensor que pudo haber jugado en Rosario Central, pero a los 19 años cayó preso y listo”, recordó.
Rubén Darío Valcarcel fue un tipo respetado en la cárcel de Coronda por defender a sus pares rosarinos. Eso consta en el expediente: el hermano de la víctima señaló que, tras su muerte, intercedió ante los presos para que no molestaran al detenido por el crimen: “Mi hermano es muy querido en la cárcel, salvó a mucha gente de que los maten, por eso querían defenderlo. Yo les pedí que no molestaran a nadie porque soy un laburante y no quiero problemas, no soy delincuente”.
La semana del crimen fue trágica en la vida de los Valcarcel. Dos días antes del homicidio de Canguro, un sobrino de un año y medio murió ahogado en El Espinillo. Rubén sobrellevó la desgracia como pudo: “No quiso ir al cementerio y se fue a bailar a Winner (Juan José Paso y Colombia). Volvió el sábado, fue a una carnicería y sacó fiado dos kilos de asado”, recordó José, a quien Rubén, tras ser baleado, le dijo: “Ya está. Cuidame a la vieja y a mis hijas”.