Diego Armando M. tiene 25 años y un duro pasado de adicciones que incluyó al menos dos internaciones en hospitales psiquiátricos. La noche del miércoles la policía lo detuvo en la plaza central de Granadero Baigorria bajo la sospecha de haber matado momentos antes a su propia madre, Marta Graciela Lencina. La mujer, de 40 años, recibió un profundo corte en la garganta hecho con un cuchillo de cocina y algunos golpes en el cuerpo. La hallaron tendida en el comedor de la vivienda que ocupaba con su hijo en pasaje Seco 890, en la vecina ciudad, y entre las llamas de un fuego que los peritos dijeron fue intencional. Antes de eso, algunos de sus vecinos escucharon gritos y golpes originados adentro de la casa.
Según los primeros datos recogidos por la policía, Diego habría tenido una fuerte discusión con su madre. "Siempre lo hacían", dijeron vecinos del lugar. Y coinciden en que el origen de la pelea fue una nueva negativa de la mujer a darle dinero para que comprara drogas, una adicción que tenía a maltraer al muchacho y a su familia. Incluso, dicen, el pibe sufre serios trastornos que hace algunos años obligaron a internarlo en un hospital psiquiátrico. Lo cierto es que anteanoche hubo una riña, tal vez una golpiza y eso desembocó en el crimen.
Fuego y dolor. La hora exacta del crimen aún no se sabe con exactitud. Pero a partir de los datos aportados por vecinos de la infortunada mujer se supone que fue entre las 20.30 y las 21. Media hora más tarde la casa era invadida por el fuego, un incendio que presuntamente fue originado para ocultar el asesinato. A esa hora los vecinos de pasaje Seco al 800 se alertaron porque de una de las ventanas de la casa de Marta emanaba humo y pequeñas lenguas de fuego. Al lado de la vivienda vive un hijo de la mujer, Leo M., a quien rápidamente sus vecinos buscaron para alertarlo del incendio que iba ganando en proporciones.
De acuerdo al relato del vecindario, Leo salió presuroso de su casa y comenzó a forzar la puerta principal de la vivienda de su madre, lugar desde el cual "minutos antes habría visto salir corriendo a su hermano Diego", dijo un hombre del barrio. Junto a otro vecino, Leo comenzó a tirar agua a la puerta, pero ante la magnitud del fuego decidieron extraer agua de una pileta doméstica que tiene el muchacho e hidratar la pared medianera. No está claro porque no llamaron a los bomberos.
En tanto, más y más vecinos de la cuadra se sumaban a un pasamanos para tirar agua sobre el techo y la puerta de la casa de Marta. Entonces, poco a poco el fuego se fue apagando y el humo invadió el lugar. Eso no impidió que finalmente Leo y sus vecinos entraran a la vivienda. Allí encontraron a Marta, tirada en la cocina y junto a la mesa servida con la cena. "Estaba como desmayada, pero con heridas en el cuerpo", contó un vecino.
Un cuchillo con sangre. Cuando Leo y un vecino sacaron el cuerpo de Marta al patio de la vivienda para tratar de reanimarla vieron un cuchillo de cocina ensangrentado y clavado en unas bolsas de portland. Eso les llamó la atención y les causó sorpresa. La misma que les provocó haberse dado cuenta de que la mujer estaba muerta. Lo primero que pensaron es que Marta había fallecido por las emanaciones que provocó el fuego. Pero aún la terrible escena no se había mostrado en toda su crudeza.
"Leo se lamentaba por que decía que si hubiéramos entrado antes, si se hubiera roto la puerta o la ventana, Marta se habría salvado. Pero hay dos cosas: primero era muy difícil entrar, al abrir la puerta el fuego salía como en las películas, lenguas que te quemaban. Y segundo, que yo apenas la vi observé dos cortes profundos en el cuello y un charco de sangre que él se negó a ver. Y eso no se lo había hecho el fuego", sostuvo un vecino muy cercano a la familia.
En la plaza. Al acudir la policía y Daniel M., quien fue esposo de Marta y le dio su apellido a algunos de los hijos de la mujer, los asaltó una pregunta. ¿Dónde estaba Diego?, el muchacho que compartía la casa con su mamá. Rápidamente una patrulla comenzó a buscarlo en las inmediaciones del lugar hasta que lo localizó en la plaza principal de la localidad, a unas diez cuadras de la vivienda.
El joven dijo a los policías que había estado en su casa y que encontró a un hombre con un cuchillo. Que se lo pidió pero se asustó. Y que antes de salir corriendo prendió fuego a la vivienda. Según trascendió, el discurso del muchacho era inconexo y plagado de contradicciones, por lo que Diego Armando quedó detenido a disposición del juzgado de Instrucción 11ª, a cargo de Hernán Postma, quien ayer a la mañana hizo una inspección ocular a la casa en compañía de la fiscal Adriana Camporini.
Si bien Diego Armando tenía problemas de adicciones, en el barrio no era considerado un chico violento. "A veces se peleaba con la madre o con el hermano. Pero no molestaba a nadie. Lo que sí, estaba un poco loco", dicen los que más lo conocieron, sus vecinos por más de 20 años.
Incoherencias. Marta Lencina fue a vivir a la casa donde la mataron, en pasaje Seco y Vicente López, a fines de los años 80. Allí se instaló ella con su segundo esposo y sus seis hijos, cuatro varones y dos mujeres. En un barrio típico de clase media, con casas estilo chalet y siempre en construcción que se erige a unas diez cuadras del centro de la ciudad.
Marta era una mujer atractiva y fibrosa que practicaba taekwondo, lo cual daría indicios de que pudo haberse defendido, pero no lo hizo. Junto a ella vivía sólo Diego Armando, ya que sus otros cuatro hijos viven con el padre y trabajan en la empresa de distribuciones que el hombre tiene en Baigorria.
Diego "traía problemas menores", dijeron los vecinos. "Le pedía dinero para comprar drogas o se peleaba con su hermano por cuestiones familiares, pero no era agresivo ni se metía con nadie. Empezó con las drogas hace como diez años y hace cuatro lo internaron en un psiquiátrico. A veces bailaba solo en el patio o gritaba", comentó otra vecina.
"El chico decía incoherencias. Le preguntaba a los chicos del barrio cuantas veces se había casado él y a algunos les dijo que trabajaba para la CIA —la agencia de investigaciones de Estados Unidos—. Pero después no molestaba, sólo scaba a pasear al perrito", comentó otro hombre del lugar.
El chico no trabajaba ni estudiaba. "A veces parcecía un zombie. Se ve que los medicamentos u otras drogas que le daban lo dejaban medio dopado. Se sumaban varias cosas, su adicción y los problemas mentales", argumentó un vecino, como conociendo la historia clínica de Diego Armando.
Marta peleaba el día a día de la economía familiar. "Cuidaba chicos a domicilio o gente grande. Era una luchadora que varias veces afrontó el problema de adicciones de Diego", dijo Sergio, un vecino de la mujer.
Una hora después del hallazgo del cuerpo de Marta y con la certeza de su muerte por asesinato Diego estaba en la plaza, a media cuadra del trabajo de su padre y con un relato poco creíble. Ahora le queda al juez develar el horror.