La tarde del viernes fue una verdadera pesadilla para Angel Ignacio A., quien mientras esperaba en su auto la luz verde del semáforo en una esquina de la zona sur de la ciudad fue abordado por un delincuente que lo obligó a ir hasta un cajero automático para robarle dinero, lo torturó al no poder obtener el botín pretendido y lo dejó abandonado dos horas después debajo de un puente antes de escapar en el vehículo. Hasta anoche, el rodado del hombre no había sido localizado por la policía y mucho menos el autor del audaz y violento hecho.
Todo empezó cuando caía la tarde del viernes y Angel A., de 46 años y empleado de una fábrica de artículos plásticos, salió de su vivienda de barrio Acíndar para dirigirse a su clase de gimnasia. El hombre se despidió de su familia en el departamento de calle Cippoletti al 4500 y se subió a su Fiat Palio 2008 para ir al gimnasio como cada viernes. Llegó hasta la avenida Ovidio Lagos y encaró hacia el sur. Al llegar al cruce con Uriburu se detuvo ante la luz roja del semáforo. Eran las 18.50 cuando todo cambió. De repente, "un hombre de unos 25 años" se acercó a la puerta del acompañante y lo encañonó con un arma de fuego.
"No sé que era, parecía una pistola grande o con caño recortado", contó anoche en su departamento Angel A. en compañía de su mujer y dos de sus hijas. Por la descripción de la víctima, era un pistolón casero, una escopeta tumbera o "también podría ser un arma tipo escopeta de alto calibre pero con el caño recortado".
"Me dijo que me quedara chanta y que no me hiciera el vivo, que ni lo mirara" relató el hombre, aún inquieto y preocupado. Lo primero que le dijo el maleante una vez que se sentó junto a Angel en el auto es que quería dinero. "Yo tenía 80 pesos y las tarjetas. Le dí todo". Pero el delincuente no le creyó y lo obligó a ir en el vehículo hasta un cajero automático.
Al cajero. "Me hizo manejar por la zona y me repetía permanentemente que no hiciera juego de luces ni señas para alertar sobre lo que estaba ocurriendo. Incluso me cambio de posición el espejo retrovisor para que no lo viera y también el de la puerta del auto. Fuimos al cajero del Banco Macro, en San Martín y Arijón. Le dije que bajara conmigo y me contestó que los cajeros tenían cámara y que lo iban a escrachar", con lo cual infiere que el delincuente sería conocido o al menos con antecedentes penales.
"Bajé solo. No tenía plata en la cuenta, sólo lo que llevaba encima, y le mostré el ticket bancario. Ahí me creyó, pero insistía por si yo tenía algo escondido. Me tocó el cuello para ver si llevaba cadenas o algo y siempre insistía en que no lo viera mientras se bajaba la gorrita para taparse la cara", contó Angel con memoria implacable, aunque acepta que no recuerda el rostro de su victimario.
A esa altura ya había pasasdo casi media hora desde el abordaje en Ovidio Lagos y Uriburu y de la incertidumbre en que dejó a la víctima el suceso. "Soy un hombre de trabajo, empleado de una fábrica de plásticos, y estoy pagando con mucho esfuerzo este auto. Es claro que este tipo pensó que yo tenía plata", dice Angel A., y sus dichos condicen con el departamneto en el que habita, con las comodidades justas y sin lujos. Y al hablar de su casa, el hombre dijo que lo sorprendió que el delincuente no le pidiera ir hasta ese lugar para buscar dinero u otras pertenencias.
El tiempo pasaba y Angel quería terminar de una vez con el incómodo periplo. "Yo estaba tranquilo, sabía que no me iba a sacar nada más. Y para mí eso lo puso mal" porque enseguida me dijo "tengo 17 balas para tirarte y eso me puso bastante nervioso". No menos que al maleante, quien pergeñó una sorpresa macabra e insólita.
La tortura. "Me pidió fuego y yo pensé que iba a prender un cigarrillo. Me obligó a prender el encendedor del auto, lo agarró y me dijo «vos no te vas a olvidar nunca de mi»". Tras ello se lo apoyó con fuerza en la cara y lo quemó, dejándole una marca redonda sobre su sien.
"Me asombró. Cuando sentí que me quemaba corrí la cara y sentí mucha impotencia, pero no hice nada. Me apuntaba con el arma y no me dejaba sacra las manos del volante", dijo Angel. Por entonces, el auto rodaba por la zona sur rosarina. El malhechor le exigía a Angel que se apurara. "Iba como a 70 por hora" contó el hombre. Al llegar a la plaza Las Heras, en avenida del Rosario y Bermudez, se les interpuso un vehículo y "no chocamos de casualidad".
Luego de andar un buen trecho, el delincuente le exigió a Angel que se dirigiera a una de las colectoras de avenida de Circunvalación y rodeara el frigorífico Swift. "Me obligó a bajar por un calle paralela a un terraplén, de las que en esa zona hay muchas, y que me bajara del auto. En eso salió un vecino de una casa y el delincuente me miró, dijo que no me hiciera el boludo y manifestó en voz alta que volveríamos a buscar una mercadería en otro momento. Era mentira y me hizo subir para despistar al vecino" aseguró el por entonces rehen.
Así, el Fiat Palio se metió por calles oscuras y desconocidas para Angel, que estaba lastimado y con mucha tensión aunque trataba de mostrarse "tranquilo". Atravesaron otros caminos y colectoras y, en un lugar que no puede precisar, el delincuente lo obligó a bajar otra vez del vehículo. "Me dijo que dejara el auto en marcha, se puso frente al volante y se fue en el Palio (patente HSI998) llevándose mis tarjetas, el celular y toda mi información privada".
"Me quedé solo y en un lugar desconocido. Eran como las 9 de la noche. Una mujer salió de una casa, le pedí que llamara a la policía pero se asustó y se metió adentro de nuevo, así que empecé a caminar", recordó Angel. Tras recorrer unas 15 cuadras, otra mujer lo auxilió y lo acompañó hasta la seccional 11ª para que radique la denuncia, aunque el acta seguramente pasará a la comisaría 18ª porque su jurisdicción abarca la esquina donde empezó la triste noche de Angel.
Atemorizados. Desde el viernes, cuando el hombre volvió a su casa e impuso a su familia de lo ocurrido, la historia abrió otro capítulo. "Nos llaman por teléfono y cortan. Es como si probaran para saber si hay alguien en la casa" dijo la mujer de Angel. Y manifestó que se sienten "indefensos y preocupados". Si bien el departamento nunca queda solo, según dijeron, es evidente que quien mantuvo de rehen a su marido maneja algunos datos sobre la familia.
"Me pone mal que ahora sabe de mis hijas. Si bien no tenemos nada de valor, él sabe donde vivimos y tuvimos que cambiar la cerradura. Estamos asustados, levantamos el teléfono y nadie responde" contó la mujer asustada.
De momento, mientras la policía trata de dar con el paradero del maleante y el destino del Fiat Palio de Angel, el hecho dejó a una famila atemorizada y miles de trámites para recuperar su privacidad.
La misma esquina
La esquina de Uriburu y Ovidio Lagos ya ha sido escenario de otros hechos graves como el que sufrió Angel A. El sábado 18 de junio, un taxista de 32 años fue asaltado y herido mientras conducía su vehículo de alquiler. Los autores del atraco fueron dos menores, de 14 y 16 años, quienes subieron al coche, forcejearon con el chofer y luego de herirlo con un arma blanca se fueron con el vehículo. El taxi fue recuperado poco después por agentes del Comando Radioeléctrico en Vélez Sarsfield y Avellaneda, muy lejos de donde empezó todo, hasta donde llegaron guiados por el sistema de rastreo de GPS que tiene el coche.