Una mañana de 2016 una mujer de 80 años necesitó hacer un pago por una compra. Abrió el placard de su habitación cerrado con llave, descorrió el cierre de un bolso verde y marrón para sacar dinero y lo encontró casi vacío. Le costó un rato dejar de lado la negación y aceptar que los 100 mil dólares que había ahorrado durante toda la vida ya no estaban allí. La primera sospecha apuntó contra la única persona que entraba al departamento de Italia y Rioja donde se esfumó la plata. Era Natalia, la empleada doméstica a la que Dora, dueña de casa, le daba trabajo desde hacía dos años. Cuando Natalia llegó a trabajar al día siguiente Dora la esperaba junto con su hija Graciela. Sin ninguna moderación la confrontaron con lo ocurrido y le exigieron que devolviera el dinero. “No la tengo, se lo juro”, murmuró Natalia. “Me la patiné en el casino”.
La historia de este melodrama urbano es acto por acto una pieza de teatro sin ganadores y notoriamente triste. Una comerciante que trabajó toda la vida en su negocio de calle San Luis y se quedó sin nada. Y una trabajadora humilde que trató de alcanzar los sueños que se ofrecen a todos pero que a muchos les están vedados. Además de ir al casino Natalia se compró un auto, mandó a su hija a festejar sus 15 a Disney, refaccionó su modesta casa en Villa Gobernador Gálvez y la equipó con muebles y electrodomésticos. También hizo un plazo fijo de 190 mil pesos con fondos que en su origen no podía acreditar.
Otra pincelada melancólica del suceso es la mínima resistencia que ofreció Natalia para admitir que la ausencia del dinero tenía que ver con ella. Lo intentó negar diciendo que sacó una parte pero no llegó lejos. El registro de audios de whatsapp refleja la tensión de una comedia humana. “Todo lo que necesitabas te lo di. Con la confianza que te tenía ahora me dejás en la calle. Vos te divertiste y yo me jodí trabajando toda la vida como un animal”, le dijo Dora a Natalia, suplicando que si tenía sus ahorros se los devolviera. “Si tenés en tu casa plata la vamos a buscar y nos quedamos tranquilos. No te denuncio”.
Pero no había forma de compensar lo esfumado y por eso la hija impulsó un proceso penal que terminó ahora con un juicio abreviado por hurto. Natalia reconoció que entre el 1º de abril de 2014, cuando empezó a trabajar, y el 15 de noviembre de 2016, cuando fue descubierta, utilizó una copia de la llave del placard para llevarse parcialmente una suma que alcanzó los 90 mil dólares y 180 mil pesos. A la empleada, de 41 años, le impusieron tres años de prisión condicional por hurto que es el tipo de delito contra la propiedad que se ejerce sin violencia.
Indicios
Más allá de los entretelones emocionales de un caso que dejó cicatrices en todas las partes hubo un costado singular respecto del trámite penal del caso. La reconstrucción del hurto se hizo sin prueba directa, sólo a raíz de indicios, e implicó el decomiso de algunas cosas adquiridas. La causa se desentrañó por el estudio de la situación económica de la empleada. La fiscal Juliana González y los querellantes Héctor y Sabrina Superti trazaron una línea histórica sobre la vida de Natalia antes de trabajar en esa casa, se detiene en el período en el que trabajó ahí y cuando cesó la relación laboral. Así se determinó es que durante el tiempo que se desempeñó allí su condición patrimonial y adquisitiva se modificaron sustancialmente.
Las experiencias ingratas oprimen los recuerdos de los que la pasaron mal y dejan su marca. Como a su familia le retuvieron por meses todos sus ahorros en el corralito, Dora decidió pasar la plata al placard de su cuarto y llevar siempre la única llave dentro de su bolso de mano. ¿Cómo llegó esa llave a Natalia? Eso quedó sin establecer pero la familia presume que en un descuido, dado que la confianza en la casa hacia ella era total, consiguió hacer una copia. La rutina diaria era idéntica. Natalia llegaba a la mañana, Dora se iba al negocio a las 10.30 y se quedaba allí hasta las 14. Todos los días igual de lunes a sábado. En esos largos ratos se fue armando el robo hormiga.
Hasta que un día Graciela, hija de Dora, necesitó dinero. Fueron a abrir el bolso pero adentro había un pequeño neceser vacío. “Sólo había gomitas”. En el bolso mayor se encontraron unos 20 mil pesos desordenados. Faltaban 180 mil pesos (al cambio oficial de ese momento 11.500 dólares) y 90 mil dólares en billetes.
Sospecha automática
Al declarar, la víctima contó que la sospecha fue automática porque habían notado un cambio en el nivel de vida que no les parecía congruente con lo que ganaba Natalia. “Sospechamos de ella por su situación económica. Había mandado a la hija a Disney a fin de 2015. También nos enteramos que le hizo una fiesta suntuosa. Además para la misma época le regaló a mi mamá un anillo de oro y plata. Y siempre me llamó la atención que le pedía que le trajera del negocio sábanas y toallas de 1.500 pesos (unos 100 dólares por entonces) y se los abonaba al otro día en efectivo”, sostuvo Graciela.
Al día siguiente del descubrimiento cuando Natalia entró a la casa había tres personas esperandola: Dora, Graciela y el marido de ésta, que había faltado al trabajo con ese solo motivo. Dora puso el bolso grande arriba de la mesa. “Natalia, dónde está lo que estaba acá dentro”, le dijo. La mujer, contó Graciela en las declaraciones del juicio, se puso colorada. “No sé”. Ante la insistencia de la madre, después de evasivas ingenuas, repuso: “Me la patiné en el casino”.
Debió ser una escena de alto voltaje emocional. A los diez minutos llegó la policía. “Reconozco que lo hice, pero no es tanto lo que robé”, dijo Natalia, con lágrimas cayéndole en la cara. Dora tuvo que sentarse en un sillón porque se descompuso. Cuando terminaron de hacer el acta policial y bajaron para ir a la comisaría un hombre se asomó a la puerta del palier y les habló. “Por favor deme tiempo. Les vamos a devolver todo”, dijo. Era el marido de Natalia.
Lo último que le preguntaron a la hija de Dora era cómo había llegado Natalia a la casa. “La contratamos por recomendación de la empleada anterior que nos dijo que esta señora necesitaba mucho el trabajo, que tenía tres hijos y que el marido no tenía trabajo fijo, así que la tomamos”.
En la línea temporal que trazaron aparecieron los bienes comprados a partir del momento en que Natalia empezó a trabajar con Dora, las fechas y en qué negocios. Modulares, led de 40 pulgadas, Playstation, heladeras, una cocina, equipos de aire acondicionado, notebooks, tablets y artículos de línea blanca, todo en pago en efectivo. Además un VW Voyage y un Renault Duster. El juez Román Lanzón homologó el juicio abreviado. Ordenó que todos los elementos decomisados en la casa de Natalia pasaran a la Aprad, que es la agencia provincial de destino de bienes, para que se subasten de manera de reparar el perjuicio económico para la víctima. En relación a lo robado no pasará de lo simbólico: serán migajas.
Confianza en quiebra
Para la investigación determinar que el dinero fue hurtado y el modo en que se había gastado fue unir las piezas de un rompecabezas de una labor paso a paso. El costado penal de la historia marca que gastar a mano llena sin acreditar el origen de los fondos puede ser un problema serio.
Pero la dimensión humana delata perdedores a los dos lados. La traición a la confianza, dijo Dora durante el juicio, le dolió tanto como perder el esfuerzo de una vida que legaría a su familia. Natalia no estuvo presa pero también quedó con el corazón hecho astillas, expuesta fuera de dudas por llevarse lo que no era suyo, de vuelta cercada en los bordes de su dura vida.