La madrugada del 17 de noviembre de 2017, Leandro Brizzola y Jorge Enrique Van Autenboer se encontraron en la estación de servicio YPF de Tucumán y Ovidio Lagos de Casilda. El primero, un vendedor de chacinados de 36 años, tomaba una cerveza con unos amigos frente al minimarket. El segundo, un ex conserje de 67 años, estacionó su Renault Scenic en la calle sin subir al playón. Brizzola caminó a su encuentro y se desató una breve discusión que el dueño del auto cerró con cuatro disparos. Dos alcanzaron al hombre desarmado y lo mataron. Para su familia fue un crimen a sangre fría. Para la defensa del acusado, un acto en legítima defensa precedido por amenazas de la víctima a su entorno familiar.
Entre esos dos extremos oscila el juicio que comenzó el lunes pasado en los Tribunales provinciales de Rosario contra Van Autenboer, un hombre que administra canchas de fútbol 5 en las afueras de Casilda y que está en prisión domiciliaria. El debate debió trasladarse a 71 kilómetros de su sede original porque cada audiencia por el caso se celebró en un clima de tensión e incidentes.
Esto motivó que, en octubre, la policía desplegara un intenso operativo de seguridad frente a la sede casildense del Ministerio Público de la Acusación para evitar el contacto entre allegados a la víctima y al acusado durante la audiencia preliminar. Pese a los resguardos, el primer día de juicio en Rosario el imputado denunció que le arrojaron un botellazo en la esquina de Moreno y Montevideo cuando lo subían al móvil policial.
En el debate ante los jueces Carlos Pareto, Marisol Usandizaga y Jesús Rizzardi, el fiscal Juan Pablo Baños pidió para el acusado una condena a 18 años de cárcel como autor de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. El querellante Lucas Wojtasik, por la esposa y los dos hijos de la víctima, solicitó 33 años de prisión. Mientras que el defensor Fernando Moschini reclamó la absolución tras plantear que su cliente actuó en legítima defensa y sin voluntad de matar.
En ese marco, el lunes declararon los principales testigos. Los dos amigos de Brizzola que estaban tomando una cerveza con él al momento del crimen, la empleada del minimarket y el playero de la estación. El instante previo y posterior al crimen quedó filmado, aunque no se registró el momento exacto por el movimiento de la cámara del local.
De las primeras declaraciones quedó claro que tanto la víctima como el imputado confluyeron en la estación luego de haber estado en un mismo lugar: el Casilda Club, donde Van Autenboer se desempeñó durante años como conserje hasta que delegó ese rol a su hijo.
En el juicio surgió que allí funcionaba un garito de juego clandestino donde se manejaban apuestas ilegales. Los dos amigos de la víctima contaron que habían estado allí media hora antes del crimen. Que Brizzola pasó a la habitación donde estaban dispuestas las mesas de póquer y las maquinitas electrónicas pero ellos no vieron a qué jugó porque se quedaron en un sector contiguo. Según indicaron, todo transcurrió sin incidentes.
Luego caminaron los tres hasta la estación YPF Camarotti, compraron una cerveza y se sentaron a tomarla en el playón porque en ese horario —cerca de las 4— no estaba permitido ingerir bebidas alcohólicas en el minimarket. Contaron que estaban en eso cuando vieron llegar el auto de Van Autenboer. Entonces Brizzola se puso de pie, dijo algo similar a "voy a ver qué quiere" y se acercó al vehículo. Luego de unos minutos se escuchó un griterío seguido de cuatro tiros.
En la primera semana declararon los testigos presenciales, peritos y policías convocados por la acusación. Desde mañana desfilarán los citados por la defensa, que pretende demostrar que Brizzola era un hombre "peligroso e iracundo".
Sin provocación
"Sostenemos que no hubo provocación, que la víctima estaba desarmada y que no hubo legítima defensa sino un asesinato a sangre fría", resumió el querellante Wojtasik, quien recordó que el imputado reconoció haber disparado en la última audiencia aunque aún no declaró en el juicio.
Durante el proceso, la defensa alegó que Van Autenboer no había salido en busca de Brizzola para matarlo sino que se lo cruzó casualmente cuando iba a cargar combustible. Para la querella, en cambio, "se probó que el (tanque de nafta del) auto no estaba en reserva y que había otra estación de servicios abierta. Apenas llegó amenazó a la gente. En la filmación se ve que Brizzola cruza hacia el auto caminando tranquilo", dijo Wojtasik.
Tras los disparos, Van Autenboer se fue en su auto y fue detenido por la Policía de Investigaciones (PDI) cuando se aprestaba a guardar el Renault en el garaje de su casa de Rivadavia al 1400, frente al Fonavi del barrio Granaderos a Caballo donde residía Brizzola, quien falleció tras ser trasladado al Hospital San Carlos.
A Van Autenboer le secuestraron un revólver calibre 22 largo con cinco casquillos percutados de un total de nueve balas. Cuatro habían sido disparados en la escena. El imputado tenía el arma registrada a su nombre y según la defensa solía llevarla en el auto tras sufrir robos en el complejo de fútbol.
Si bien se probó que la víctima y el acusado habían estado juntos en la sala de juego, la defensa sostiene que allí nunca interactuaron y la querella afirma desconocer el móvil del ataque. Wojtasik pone el acento en el "daño ocasionado a la pareja y a los dos hijos" de 17 y 12 años de Brizzola, quien se dedicaba a la venta de chacinados y embutidos.
Amenazas previas
"Reconocemos el hecho pero decimos que fue en legítima defensa", planteó en contraste el defensor Moschini, quien mencionó problemas "de antigua data". Según indicó en el juicio, Brizzola solía causar incidentes en la sala de juegos a la que Van Autenboer asistía como cliente y alrededor de medio año antes había amenazado de muerte a su hija, quien trabajaba en la conserjería del club. La mujer realizó la denuncia ante el Ministerio Público de la Acusación de Casilda aunque no llegó a ratificarla.
El defensor relata los hechos de otra manera: "Al llegar a la estación Van Autenboer se quedó a media cuadra por calle Tucumán, a la espera de que se fuera esta gente. En el video se ve que Brizzola sale a su encuentro. Él le exhibe el arma, le dice que se vaya. Pero la víctima le abre la puerta".
Según planteó, su cliente efectuó dos disparos de advertencia y luego hirió a su contrincante cuando éste intentaba desarmarlo. Dijo que la reconstrucción realizada por la PDI de Rosario arrojó que Brizzola habría estado "con el brazo hacia adelante y el cuerpo inclinado en posición de riña o desarme" al recibir el disparo letal (ver aparte).
"Nadie está obligado a soportar lo injusto, él estaba tratando de impedir una agresión que no había provocado", dijo el defensor, que citó a 21 testigos de agresiones presuntamente causadas por Brizzola en los años previos a su muerte. Mencionó desmanes en un hospital, disturbios en el Fonavi y una golpiza al ex representante legal de la Municipalidad de Casilda luego de que le denegaran el carné de conductor por contar con una multa.
Esos son los testimonios que se escucharán desde mañana en la sala de audiencias. El viernes se expondrán los alegatos finales de las partes y luego el tribunal dictará el veredicto que defina el caso.