Marcos Hernán Lezcano murió empuñando un revólver de juguete a pocos metros de su casa, en los confines del barrio Toba que se erige en la zona sudoeste de la ciudad. Lo encontraron ayer, al amanecer, con un puntazo en el pecho. Estaba en las inmediaciones de un descampado ubicado en Cisneros (prolongación de calle Garibaldi) y Magallanes. Al lado de su cuerpo había una mochila con distintos objetos robados a una mujer a la que asaltó cuando descendía de un colectivo de la línea 110 en Rouillón al 4200 pasadas las 5 de la mañana. Del asesinato no hubo, o hasta anoche no habían aparecido, testigos presenciales que relaten los últimos minutos en la vida del delincuente al que en la zona reconocían por el apodo de "Loro".
"En principio no queremos descartar ninguna hipótesis, pero se está trabajando sobre las últimas horas en la vida de Lezcano. El hombre tuvo ayer al mediodía un incidente con otro vecino, algo que comenzó con una pelea entre las concubinas de ambos. Estamos investigando si el hecho pudo desprenderse de esa pelea. Otra hipótesis es que el hombre haya querido asaltar a algún vecino con el arma de juguete y al ser atacado con un arma blanca no tuvo cómo responder. Lo que pudimos constatar es que al lado de su cuerpo había elementos que fueron robados a una mujer cuando bajaba del colectivo", explicó ayer al mediodía el fiscal Rafael Coria en rueda de prensa.
Pero la muerte de Loro no fue lo único que agitó a la zona sudoeste. A media mañana, cuando el cuerpo de Lezcano ya estaba en el Instituto Médico Legal (IML) para ser sometido a la autopsia de rigor, un grupo de conocidos de la víctima se trenzó en una gresca con otras personas del barrio.
Fue en Cisneros y Puerto Argentino, a 150 metros de la escena del crimen, cuando un muchacho que circulaba en bicicleta vistiendo una campera de Newell's Old Boys agarró a una muchacha de los pelos y la tiró al pavimento. Tras ello comenzó a patearla en la cabeza (ver foto).
La disputa, que duró alredededor de diez mintutos, debió ser pacificada por media docena de patrulleros del Comando Radioeléctrico que fueron convocados a la zona. El incidente terminó sin detenidos y con la mujer llena de moretones y magullones.
Con prontuario. Marcos Hernán Lezcano tenía 27 años y dos causas pendientes en la Justicia. Había sido condenado a 4 años de prisión por un robo calificado en un proceso que transitó en libertad. En enero de 2010 le morigeraron la pena y le otorgaron arresto domiciliario. Volvió a ser condenado en septiembre de 2010 y fue declarado en rebeldía el 2 de diciembre de 2011. Es decir que no pagó ningúno de los días de su condena. Y en otra causa que tenía por robo en el viejo regimen procesal penal fue declarado en rebeldía en octubre de 2015. Según pudo reconstruirse, como en la otra ocasión, tras ser puesto en rebeldía, Así Loro se mantuvo prófugo varios años en la provincia de Mendoza, donde tiene buena parte de su familia.
Pero por algo Lezcano volvió a Rosario. Las últimas horas en su vida transcurrieron al filo de la violencia. El jueves al mediodía su pareja mantuvo una encendida discusión con una vecina en el pasillo en el que residían, a pocos metros del lugar donde finalmente caería asesinado. La pelea de mujeres prontamente se transformó en una disputa entre hombres. Pero los ánimos se calmaron y la cosa, en principio, no pasó a mayores.
Lo próximo que se supo sobre Lezcano fue pasadas las 5 de la mañana cuando una mujer fue víctima de un robo en el momento en que bajaba de un colectivo de la línea 110 en Rouillón al 4200. De acuerdo a lo consignado en un acta labrada en la comisaría 19ª, la víctima indicó que fue abordada por un hombre que empuñaba un arma y que tras forcejear le arrebató su mochila con pertenencias.
Una hora y media más tarde, un llamado al 911 alertó que en un descampado que está junto a un playón de deportes de la Municipalidad, ubicado en Cisneros y Magallanes, yacía sobre los yuyos el cuerpo de un muchacho con un puntazo en el pecho. Poco más tarde era identificado como Lezcano. En una de sus manos apretaba una pistola que se determinó, era de juguete. Y al lado del cuerpo había varios de los objetos robados a la mujer que bajó del 110. El fiscal Rafael Coria, tras estar en el lugar, ordenó a la policía una serie de medidas para dar con el autor del asesinato y poder llevarlo a audiencia imputativa.
Le dan más de 10 años de cárcel por un crimen
Matías Pasculli, de 25 años, fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión efectiva como autor material del crimen de Jorge Amado, un hecho ocurrido el 17 de marzo de 2014 en la ciudad de Santo Tomé. La pena se pautó en el marco de un juicio abreviado del que participaron el abogado defensor de Pasculli y los fiscales Jorge Nessier y Cristina Ferraro, en tanto el juez Eduardo Pocoví homologó el acuerdo.
El lunes 17 de marzo de 2014 Jorge Amado, de 32 años, fue acribillado a tiros en el barrio General Paz de la ciudad de Santo Tomé, localidad vecina de la capital provincial. Eran cerca de las 15 cuando Amado caminaba por la esquina de Balcarce y Falucho y de repente fue interceptado por un sujeto que apenas le habló y dio inició así a una discusión que fue el prólogo de la balacera.
El sujeto sacó de entre sus ropas un arma de fuego y sin más descargó una andanada de disparos contra Amado: ocho tiros impactaron en el cuerpo de la víctima. Luego el homicida se alejó a la carrera hasta que subió a un Renault Megane que lo aguardaba en las inmediaciones. Herido de muerte, Amado alcanzó a dar unos pasos vacilantes hasta que cayó sin vida sobre el césped de una casa. Las múltiples heridas recibidas en las piernas, las manos, la espalda, el abdomen y el tórax acabaron con su vida en el acto.
Más de una decena de orificios presentaba el cuerpo de la víctima, según observaron los peritos que trabajaron en la escena del crimen. Un vecino sostuvo en ese momento: "Creí que se trataba de pirotecnia pero luego, cuando vi que mis gatos entraron desesperados a casa buscando refugio, me di cuenta que eran balazos y vi a un hombre tirado en la calle", agregó.
Amado residía a pocos metros de donde encontró su muerte, en una vivienda a la que se había mudado hacía poco timepo. Era un hombre de pocas palabras, con escaso o nulo contacto con sus vecinos y de éstos nadie conocía su modo de vida.
Al iniciar la investigacion, los uniformados de la subcomisaría 9ª de Santo Tomé y la división Homicidios recabaron testimonios entre los vecinos de la víctima y llegaron hasta los barrios Sargento Cabral y Loyola, en la zona norte de la ciudad de Santa Fe, donde localizaron al atacante en el marco de una serie de allanamientos.