Casi nueve años después de ocurrido el hecho y tras un extenso proceso, la Cámara Penal de Rosario resolvió que un hombre, por ese entonces de 33 años, no cometió resistencia a la autoridad al ser baleado indiscriminadamente y sin razón por agentes de Comando Radioeléctrico mientras huía atemorizado luego de comprar droga para consumo personal. Dos policías que participaron del confuso operativo (que en ese momento fue presentado como un enfrentamiento) serán juzgados por la presunta comisión del delito de lesiones leves agravadas por su condición de funcionario público. Aquel día, un chico de 13 años que acompañaba ala víctima, sufrió una herida en la cabeza producto del roce de una bala.
El sábado 22 de julio de 2006 no fue un día más para Adrián Darío Dagnino. En una entrevista con La Capital mientras se reponía de los balazos en el tórax, el hombre se asumió como consumidor de drogas y contó lo que le sucedió junto a su ex cuñado, de apenas 13 años.
Dagnino era dueño de una reconocida ortopedia y rebatió la versión policial, que le atribuyó repeler a los tiros desde su Fiat Tipo en el que huía con su acompañante, una oscura y confusa persecución.
Cruce de versiones. Dagnino admitió que todo se desencadenó luego de ir "a comprar cocaína" a la zona de Deán Funes y Avellaneda. Recordó que estacionó a tres cuadras y que en el auto se quedó Santiago, de 14 años y hermano de su novia, "para que no tuviera problemas", indicó.
También dijo que una patrulla del Comando Radioeléctrico vigilaba el quiosco y a los compradores. "La droga la compré con tranquilidad porque la policía no le decía nada a nadie", recordó.
Pero al regresar a su auto comenzó la pesadilla. La policía dijo entonces de que el tiroteo se desencadenó en Avellaneda y Garay tras una alocada carrera de Dagnino, al que intentaron identificar. Y que el hombre repelió a los tiros la persecución. El parte oficial aseveró que en Viamonte e Iriondo el comerciante embistió a otro auto, y que recién detuvo su marcha en Iriondo y La Paz tras morder el cordón de la vereda. Allí, de acuerdo a voceros de la fuerza, el conductor descendió y abrió fuego. Como consecuencia recibió la respuesta policial con un disparo que lo hirió en el pecho.
Pero Dagnino calificó esa versión de "flagrante mentira". Afirmó que se asustó cuando el patrullero comenzó a perseguirlo, reconoció que intentó evadirse de los agentes, pero que en ningún momento disparó porque no estaba armando.
De acuerdo a su historia, tras terminar el raíd él y Santiago quedaron cercados por cinco móviles del Comando Radioeléctrico y en ese momento se desencadenó una balacera, con no menos de 14 tiros policiales que dieron de lleno en su Fiat. Uno de lo balazos le perforó un pulmón mientras intentaba proteger a Santiago, a quien también un disparo lo rozó en la cabeza.
Luego intentó escapar y pedir ayuda a un vecino, pero los policías lo alcanzaron y lo esposaron. Lo obligaron a tirarse al suelo y lo golpearon. "Me pegaron a pesar que les decía que no era un delincuente", rememoró. La policía informó que del vehículo secuestraron un sobre con droga y un revólver calibre 38. Pero Adrián denunció que le "pusieron" el arma para justificar su desmedido accionar.
Sanguinario. El caso llevó a una investigación judicial que recaló en el juzgado de Intrucción 13, a cargo en ese momento de Osvaldo Barbero. Mientras los policías del Comando Andrés V. y Luciano P. fueron imputados por lesiones leves agravadas por su condición de funcionarios en calidad de coautores, a Dagnino le endilgaron portación de arma y resistencia a la autoridad.
A partir de informes balísticos (confirmaron que todas las balas fueron disparadas desde afuera hacia adentro del auto), testimoniales y pericias de rigor a través de los cuales se logró reconstruir el hecho, los uniformados fueron procesados, pero también Dagnino.
La resolución fue apelada por todos los imputados. La defensa de los policías trató de justificar la reacción policial porque actuaron "en cumplimiento de su deber" al ensayar la hipótesis de que Dagnino repelió la agresión con un arma.
En tanto el abogado Paul Krupnik, defensor de Dagnino, cuestionó el procesamiento de su cliente y críticó todo el procedimiento. "Mi cliente no es un delincuente, no cuenta con antecedentes penales y su único y letal problema es una severa adicción a la cocaína. Bajo efectos de la abstinencia, concurrió a comprar droga junto al pequeño Santiago, y por una razón que sólo él sabe, emprendió la fuga. Los salvajes policías desataron una lluvia de plomo sobre el auto sin importar transeúntes, otros conductores, ni los ocupantes del auto. Dagnino terminó con un pulmón perforado y el niño de 13 años al borde de la muerte", refutó el profesional.
Y expuso que frente a ese "cuadro sanguinario debían cubrirse (los policías) y la única manera fue plantando un arma en el auto". Además, recordó la declaración del adolescente, quien nunca manifestó que Dagnino tuviera un arma (ver aparte) y mucho menos que haya disparado. Y mencionó el relato de un testigo que dijo no ver a al conductor disparar, sino tan solo salir del auto, pedir ayuda y desplomarse.
La controversia, que demandó varios años de litigio, llegó a la Cámara Penal el año pasado. Sobre fines de 2014 la sala III del Tribunal tomó posicion respecto a una situación que pone en evidencia un desmesurado accionar de la policía frente a una problemática compleja, que requiere un máximo de atención y sensibilidad para diferenciar el rol de sus actores y abordarla con responsabilidad.
Exceso policial. La camarista Georgina Depetris (de trámite) concluyó respecto a los policías que la colecta probatoria es suficiente para "confirmar el procesamiento por los delitos de lesiones leves dolosas, en tanto admite el dolo eventual teniendo en cuenta la dirección de los disparos, y la falta de comprobación de la supuesta agresión por parte de Dagnino". Y mensuró lo que se presentó como "un exceso del personal policial ante la conducta evasiva".
Es que según su análisis de las pruebas "los daños constatados en el vehículo de Dagnino permiten afirmar que los policías dispararon adrede al interior del vehículo, con la posibilidad cierta y representada de herir a quien estaba adentro".
"En el caso concreto (dice Depetris) no debe mensurarse desde la perspectiva del hombre común o medio, sino con la medida del policía que cuenta con años de experiencia, razonable habilidad y destreza para el manejo de las armas y, lógicamente, conocimiento de las situaciones que le habilitan a disparar y aquellas en que debe abstenerse, optando por otra alternativa eficaz en su labor como policía de seguridad". En consecuencia confirmó la resolución en orden al procesamiento dispuesto respecto de los agentes del Comando Andrés V. Luciano P.
Al mismo tiempo, con voto coincidente del vocal Guillermo Llaudet Mazza y la abstención de Otto Crippa García, se revocó el procesamiento de Dagnino por la presunta comisión del delito de portación de arma de fuego y resistencia a la autoridad, "haciendo saber a las autoridades pertinentes que se deberá investigar lo consignado en el acta de procedimiento del hecho".
Ahora, los uniformados quedaron a las puertas de un juicio por su violento e irracional accionar, mientras que la víctima deberá aguardar la formalización del sobreseimiento y posterior absolución, dictamen que queda en manos del juez instructor de la causa.
Un testimonio revelador de un chico que salvó su vida por poco
En el marco de la pesquisa que sustanció el juzgado de Instrucción 13 se escuchó un testimonio revelador de los hechos ocurridos ese sábado 22 de julio de 2006. Frente al juez, el adolescente que acompañaba a Darío Dagnino confirmó: “No teníamos armas en el auto y los policías nos dispararon cuando el vehículo en el que íbamos ya estaba detenido”. El chico, de 13 años, salvó su vida de milagro ya que también fue alcanzado por una bala policial que se le incrustó en el cráneo. Los dichos del menor ante el juez fueron coincidentes con lo declarado por Dagnino, quien explicó ante el ex juez Osvaldo Barbero que fueron atacados sin que ofrecieran resistencia, y que el revólver calibre 38 que le atribuyen en el acta de procedimiento policial, les fue plantado. Al presentarse en Tribunales, el nene estuvo acompañado por dos mujeres y en sus manos llevaba las placas radiográficas donde claramente se ve el plomo que tuvo alojado en la cabeza. Un plomo que, según fuentes de la causa, desapareció después de que se lo extrajeran en un sanatorio privado. Por lo tanto no pudo ser peritado para saber de qué arma partió.