Los veinte pasajeros que iban en el 143 rojo no se sacarán jamás la escena de sus cabezas. Un chico de 19 años fue sacudido por un balazo en el pecho cuando se subía al colectivo en la esquina de 1º de Mayo y Centeno para ir a festejar el Día de la Primavera. En plena tarde de un día soleado el ataque fue a la vista de todos. Y entre los testigos estaban los compañeros de la víctima, que se llamaba Claudio Colli, quienes reconocieron al tirador y señalaron su nombre en Tribunales. Casi tres años después de ese asesinato el aludido como ejecutor del crimen fue detenido. Ayer a mediodía fue indagado acusado de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y quedó preso.
Entre bandas. Este episodio tremendo no parece estar aislado de una serie de enfrentamientos entre dos grupos antagónicos de esa zona de barrio Tablada: "los de Centeno" y "los de Ameghino", por las calles que distinguen a cada uno. En diciembre de 2012 dos muchachos fueron procesados por un caso estremecedor ocurrido a pocas cuadras del crimen de Claudio Colli: fue la ejecución a balazos contra una moto en la que murieron un muchacho llamado Leandro Ojeda y su hija de 4 años en Ayacucho al 4700.
En la investigación de este caso, realizada por el juez Javier Beltramone, varios testimonios señalaron que ese doble crimen había sido una venganza por el homicidio de Colli.
La persona que detuvieron ayer tiene 22 años y se llama Cristian Ojeda. Es el hermano del muchacho que iba en la moto y al que mataron, supuestamente, para vengar el crimen del chico del colectivo.
"Soy inocente. Se están confundiendo de persona. No voy a declarar más", dijo ayer Cristian Ojeda en la indagatoria. Sus allegados señalan que en realidad quien intervino en el homicidio de Colli fue el hermano de Ojeda, quien al haber sido asesinado junto a su hija cuando iba en la moto ya no podrá responder penalmente.
La disputa. Durante tres años la familia de Claudio Colli se movilizó para que el ataque no quedara como un caso impune. La instrucción que impulsa la investigación de las causas penales abiertas por delitos graves sin detenidos, dado que de otra forma irán al archivo en breve, puso en la pesquisa del sospechoso a la Tropa de Operaciones Especiales (TOE). Ayer a las 11 de la mañana una patrulla con efectivos del área de Inteligencia de esa dependencia interceptó en Villa Gobernador Gálvez al joven señalado, que iba en una moto Honda Titán 150.
Los policías le dieron la voz de alto en San Rafael al 3100 y, según fuentes de la fuerza, el conductor escapó aunque terminó chocando con el patrullero.
De acuerdo a lo consignado desde la TOE la detención generó la reacción de un grupo de personas que forcejearon para liberar al detenido, por lo que debieron pedirse refuerzos al Comando Radioeléctrico. Lo terminaron llevando a la seccional 26ª. Desde allí la jueza Patricia Bilotta ordenó su traslado a Tribunales donde a las 13 lo indagaron.
A sangre fría. A las 16.30 del 21 de septiembre de 2011 un grupo de amigos entre los que estaba Claudio Colli esperaban el colectivo para ir de picnic a La Florida. Al subir al 143 fueron alcanzados por otro grupo y uno de ellos abrió fuego desde mínima distancia. "Aparentemente Colli conocía a quien le disparó, eso dijeron los chicos que estaban con él", comentaron fuentes policiales. En esa esquina varios vecinos que se concentraron luego del incidente dijeron a este diario: "El chico se bamboleaba de un lado a otro mientras los amigos lo recostaban en la vereda. Dicen que el que le tiró salió corriendo por 1º de Mayo y dobló en Ameghino. Tenía una gorrita blanca y una remera negra y disparaba como un demonio. Son los guachitos de calle Ameghino, que tienen unas armas bárbaras y siempre andan a los tiros".
La Brigada de Homicidios recibió de parte de los amigos de Claudio señalamientos inequívocos: los autores del crimen habían sido dos hermanos. A la tarde siguiente unas 200 personas se agolparon frente a una vivienda de Ayacucho al 4100 en la cual, dijeron las fuentes, residía uno de los acusados del homicidio junto a su familia. Los vecinos querían irrumpir en la casa: dispararon contra el frente y rociaron la puerta con combustible generando un pequeño incendio hasta que, con dificultad, fueron dispersados.
Esa era la casa de la familia Ojeda, que ya no vive más allí. Debió mudarse después de esta secuencia de ejecuciones que aún mantiene partida a esa parte del barrio.