Carlos Rocha era un sereno de una escuela de Cañada de Gómez que nunca faltaba a trabajar. Por eso a su compañero le llamó la atención que no fuera a relevarlo el 11 de abril de 2012 y la policía inició la búsqueda. Cuatro días después su cuerpo apareció en un zanjón de la zona rural, cubierto por chapas y con signos de ahorcamiento. El último día que fue visto con vida tenía previsto reunirse con un hombre y una mujer a quienes les había prestado su casa para pedirles que se la devolvieran. Hasta allí olfatearon su rastro los perros de la policía y, tirados en el patio, aparecieron sus lentes recetados. Con esa evidencia la pareja terminó en marzo condenada a 12 años de prisión, aunque ahora logró una reducción de tres años en su sentencia como coautores de un crimen con móvil económico.
La decisión alcanzó a Guadalupe Gallo, una tarotista de 47 años a quien en Cañada de Gómez conocían como "Betty", y a su pareja Víctor Hugo Saldaño, un matricero de 51. La semana pasada, en una audiencia oral en los Tribunales de Rosario, conocieron la reducción de su pena de 12 a 9 años.
La pareja había apelado la condena más alta dictada en marzo por el juez de Sentencia Ismael Manfrín. La defensora oficial Estrella Galán pidió la absolución por falta de pruebas mientras que el fiscal Guillermo Camporini se pronunció por confirmar la sentencia.
El fallo fue revisado por los camaristas Georgina Depetris, Carlos Carbone y Alfredo Ivaldi Artacho, quienes ahora dieron a conocer su veredicto: hallaron pruebas suficientes de la intervención de la pareja en el crimen pero igualmente resolvieron reducir la pena.
Buscado. Carlos Agustín Rocha tenía 52 años. Trabajaba de sereno de una escuela municipal en la estación ferroviaria y era bicicletero. Vivía en la parte trasera de su taller.
El 11 de abril de 2012 a su compañero le extrañó que no llegara a su trabajo como sereno. La nuera y la nieta de Rocha —su familia más cercana desde el fallecimiento de sus dos hijos— promovieron la denuncia por averiguación de paradero y la policía comenzó a buscarlo.
Tres días después hallaron su cuerpo en un camino rural. Estaba cubierto con chapas, ramas y hojas secas. Además de golpes en el cuero cabelludo y la mejilla derecha, tenía marcas de ahorcamiento y escoriaciones en sus muñecas, con restos de tiras de juncos atadas alrededor.
A raíz de las últimas conversaciones que había mantenido la víctima se determinó que, al dejar su turno la medianoche anterior a desaparecer, tenía previsto reunirse con Gallo. La mujer era madrina de su nieta y seis meses antes él le había prestado parte de su casa de Atlántico 427 para que se instalara con Saldaño en una habitación del fondo. Al frente vivía la nuera de Rocha, pero al poco tiempo desocupó ese espacio para alquilar otra casa. Entonces la pareja inició refacciones y levantó un taller, con intenciones de quedarse aunque el dueño les pedía la devolución desde febrero.
En su última jornada de trabajo, Rocha le comentó a su compañero y a un empleado del ferrocarril que la mujer lo había citado a la medianoche para conversar sobre el tema de la casa dado que su pareja estaba en Buenos Aires. Los dos hombres le recomendaron que no fuera. Rocha admitió que tenía miedo porque "no sabía si lo podían estar esperando o si le pasaba algo". Pero esa noche llamó a Gallo dos veces desde el fijo de la escuela y cuando se fue en su bicicleta contó que iría a verla.
El último día que fue visto con vida Rocha también habló de esa cita con su nuera y otras tres personas que declararon antes de conocerse el desenlace fatal. "Esta hija de puta no quiere salir de la casa que le presté. Me dijo que vaya a las 12 de la noche a hablar con ella", le había comentado el sereno a una vecina. Todos los testigos dijeron que estaba muy triste por la muerte de su hijo y preocupado por no poder recuperar su casa.
Olfato. Una de las pruebas que tuvieron en cuenta el juez Manfrín y el tribunal que revisó la condena surgió de la búsqueda de los perros entrenados de la policía: detectaron la mayor concentración de su rastro en la escuela municipal y en la casa de calle Atlántico. Allí se detuvieron frente a una mesa, siguieron hasta el patio y culminaron el recorrido en la parte trasera de un Ford Sierra perteneciente a Saldaño. En el patio, dentro de una lata, se encontró un par de anteojos recetados que pertenecían a la víctima y que fueron reconocidos por su nuera.
Rocha "no tenía en la actualidad relación de pareja alguna, ningún móvil de secuestro se perfila y el tema a resolver con Gallo y Saldaño lo tenía evidentemente muy preocupado", evaluó la jueza Depetris tras revisar las pruebas del caso. Remarcó que, según la nuera de la víctima, nadie había autorizado a la pareja a ocupar la parte delantera de la casa. Y concluyó que el móvil del ataque fue quedarse con la vivienda.
Juntos. La pareja había alegado que esa noche estuvo cuidando a la madre de Gallo en un hospital, pero tres enfermeras no pudieron refrendarlo. El tribunal consideró además que "Betty" y Saldaño actuaron juntos en la ejecución del crimen: "Se revela el plan pergeñado entre ambos para conseguir que Rocha fuera solo y a la medianoche de un día de semana, motivado ante la posibilidad de resolver el conflicto que lo aquejaba y sobre lo que se había tornado muy insistente, para tenerlo a su merced".
"La forma en que el hecho se desarrollara —citar a Rocha mediante engaño, reducirlo, darle muerte, trasladarlo en automóvil y ocultarlo— implica necesariamente la intervención de ambos acusados, teniendo en sus manos el dominio del hecho de manera compartida", consideraron los jueces, aunque rebajaron el monto de la pena teniendo en cuenta "el daño causado, la falta de antecedentes y las edades de los imputados".