Un instructor de boxeo de 51 años fue condenado a 11 años de prisión por matar de un disparo al esposo de su compañera de baile en octubre de 2013. Cerca de las 9 de la mañana los dos hombres se cruzaron en una despareja pelea a trompadas en Uriburu y Corrientes hasta que una bala calibre 11.25 le atravesó la cabeza a Héctor García, un marino mercante de 38 años. No llegó a probarse de quién era el arma, pero se descartó una legítima defensa por la desproporción entre el acusado y la víctima, de menor contextura física y con un brazo enyesado por una pelea entre ambos de dos semanas antes.
El imputado, Martiniano Gómez, fue condenado por la jueza de Sentencia María Isabel Mas Varela por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Al finalizar el juicio escrito (la causa es del viejo sistema penal) la magistrada descartó una reacción legítima porque "su intención no fue defenderse, ya que lejos de evitar el enfrentamiento lo buscó, o cuanto menos lo aceptó. No era la única alternativa con que contaba", analizó.
Diferencias. En un fallo que aún no está firme, la jueza puso de relieve la "diferencia física" entre los contrincantes: Gómez era boxeador, García un sujeto de "mediana complexión física" con el brazo izquierdo inmovilizado contra el pecho. Ya estaba reducido en el piso cuando el disparo, al revés de lo que se dijo entonces, entró por detrás de la oreja izquierda y salió a la altura de la ceja derecha. La misma bala le atravesó la mano derecha. Su rival sólo sufrió una mordedura en el pulgar derecho.
La hostilidad entre García y Gómez había surgido un mes antes cuando el marino desembarcó en el puerto de San Lorenzo y sus hermanas le contaron que vieron a su esposa con otro hombre en un auto. La mujer negó haber mantenido una relación con el instructor, con quien tomaba clases de boxeo desde hacía tres años, y además era su pareja de baile.
Citada a declarar tras el crimen, contó que desde hacía un año bailaban cumbia cruzada con Gómez y el día en que los vieron juntos iban rumbo a un salón de Medrano y Freyre a ensayar.
Pero esas explicaciones no le bastaron a García, quien dos semanas antes de morir se peleó a piñas con el instructor y sufrió fractura en un hombro. Según el hijo de la pareja, de 20 años, por eso sus padres estaban separados cuando todo terminó en tragedia.
Gómez, a su vez, relató que era asediado por el marino, que lo iba a buscar con insistencia a su casa, le tocaba el timbre y hasta realizó pintadas agraviantes en el club donde enseñaba boxeo, de las que presentó fotos. "Me venía buscando. Me fue a buscar a mi casa varias veces. Me amenazaba con que me iba a matar", contó.
Mañana fatal. Así llegaron hasta la mañana del sábado 19 de octubre de 2013. Ese día el boxeador y su esposa se levantaron temprano y alguien (ellos suponen que era García) empezó a tocar timbre "como loco, constante, desesperado", en la casa de pasillo donde vivían con sus hijos, a siete cuadras de lugar del crimen. Al rato fueron a un súper en moto a hacer compras.
"Cuando volvía encontré a este muchacho por Uriburu (relató Gómez). Yo tenía la cochera en Entre Ríos y Uriburu y cuando lo vi llamé al 911 para decirles que podía estar armado después de tantas amenazas". Según el acusado, el patrullero nunca arribó y el se quedó dando vueltas hasta que en Uriburu y Corrientes se cruzaron.
La esposa de Gómez contó que su marido bajó de la moto, le gritó al marino que dejara de molestarlo y se trenzaron a golpes. "Como mi marido es boxeador y ya habíamos llamado al 911 me quedé tranquila", dijo la mujer. "Hasta que escuché que mi marido le gritó a un muchacho que esperaba el colectivo «ayudame que tiene un arma». Vi que mi marido intentaba sacarle la pistola, escuché una fuerte explosión y vi sangre. Mi esposo se agarraba la cabeza, lloraba y temblada", añadió la mujer. García murió en el instante.
Con el correr de los minutos llegaron sus familiares. "Me mató mi hijo por una mujer. Hace dos semanas se agarraron a las trompadas y ahora lo mató", repetía llorando su padre. La familia denunció que al marino le "plantaron" un arma.
Forcejeo. La incógnita sobre quién llevó el arma no pudo ser despejada en la investigación. Era una Colt calibre 11.25 con la numeración limada. Gómez sostuvo que desarmó a su contrincante en el piso y el proyectil se disparó en un forcejeo. La jueza Mas Varela, sin embargo, evaluó que mató a su rival "dolosamente" cuando ya estaba caído boca abajo. Un testigo vio cómo el agresor le daba culatazos en la cabeza hasta que "le disparó al que estaba en el piso".
A eso se suma la dirección del balazo, "incompatible con la teoría del disparo accidental". Y que además "deja trasuntar la desproporcionada reacción de Gómez ante un sujeto del cual sólo recibiera una mordedura en el pulgar" para, finalmente, colocar el arma debajo del cuerpo inerte de García.