Tres semanas después de la detención del ciudadano chino Yang Bin y su posterior fuga de la seccional 11ª, la tarde del 30 de abril pasado, la pesquisa sobre su paradero acumula una decena de allanamientos en supermercados orientales y pruebas documentales para comenzar a entender cómo funciona la cadena extorsiva de la que el prófugo es tan solo un eslabón. Si bien Yang Bin continúa sin dar rastros, los investigadores policiales pusieron en jaque a sus contactos íntimos y sus conexiones en la ciudad. Ahora se sabe que Yang Bin es uno de los cuatro ciudadanos chinos que hacían del apriete a comerciantes de la zona sudoeste de Rosario un trabajo. Pero con Yang Bin hubo un quiebre en la colectividad y hoy hay un grupo importante de supermercadistas que se anima a denunciar y que colabora con la Justicia como nunca antes.
En el juzgado de Instrucción a cargo de Irma Bilotta se acumularon siete denuncias por extorsión contra Yang Bin, el ciudadano chino de 39 años que hace más de una década vive en Rosario. Aquí residen varios de sus familiares y su esposa, quien está embarazada, y ya fue demorada en el marco de la causa. El sábado 30 de abril el nombre del chino más buscado por estos días en Rosario estaba en la carpeta de los investigadores de la sección Seguridad Personal (SP) de la policía. Es que en la semana previa, seis comerciantes de la misma nacionalidad y con negocios afincados en la zona sudoeste, habían realizado denuncias contra él por extorsión. Además, los pesquisas sabían que ese sábado iba a realizar una ronda de cobro de impuestos. Por eso a nadie asombró cuando de una empresa de radiotaxi llamaron a la policía para anoticiar que uno de los choferes tenía a "un chino muy nervioso" en las inmediaciones de Buenos Aires al 4100.
Lo demás es historia conocida. Lo llevaron detenido a la comisaría de barrio Saladillo a las 11 de la mañana y lo dejaron preso en una oficina de sumarios. Mientras estuvo allí, una treintena de supermercadistas chinos se reunieron sobre calle Lamadrid y exigieron que Yang Bin quedara tras la rejas. Pero a las 17, cuando los efectivos de Seguridad Personal lo fueron a buscar, el chino se había fugado. Esto motivó que el jefe de policía de Rosario, el comisario Cristian Sola, descabezara la cúpula de la 11ª. Entonces comenzó una serie de allanamientos que rozó a familiares directos de Yang Bin, una amante -ex cajera de un restaurante céntrico- que dejó la ciudad y regresó a vivir a China, y varios contactos de amistad que tenía entre los supermercadistas.
La última denuncia. La última denuncia contra Yang Bin se concretó hace una semana y la policía, con una orden rubricada por la jueza Bilotta, allanó el supermercado "Niní", de Virasoro al 2100. En ese lugar, donde hace 13 meses atrás fue asesinado el policía Eliseo Mansilla, se encontraron con un comerciante llamado Mao Z. que lejos de bloquear el acceso a la información entregó a los pesquisas seis grabaciones de cámaras de seguridad registradas entre el año pasado y éste, donde se puede apreciar in situ en qué consiste operativamente el tema del apriete.
Como en una película muda, ya que los videos no tienen audio, se podía apreciar cómo por lo menos tres apretadores chinos acorralan al dueño del lugar y le exigían dinero. Dos se concentran sobre la víctima mientras otro cuida la puerta, muestra la filmación que no dura más de dos minutos. En algunas de las grabaciones puede verse a Yang Bin, aunque el comerciante no hizo foco sólo en él. En todas las filmaciones puede apreciarse también como el dueño del lugar, con pasado en las fuerzas de seguridad chinas, no sólo no les entregaba dinero sino que los ponía en fuga.
Con estas grabaciones en su poder, los policías rosarinos comenzaron a trabajar con la delegación local de la oficina de Migraciones, que colabora para identificar a los sospechosos. Miembros del Consulado Chino en Buenos Aires se ofrecieron para sumarse a la pesquisa y pusieron a disposición de la policía un traductor de mandarín. Con el transcurrir de los días se pudo saber que, a pesar de vivir hace 10 años en Argentina, Yang Bin no habla castellano. Que durante un largo tiempo fue un comerciante más de la comunidad afincada en Rosario, unos 2.000 ciudadanos de acuerdo a las cifras dadas desde la Cámara de Autoservicios y Supermercados de Residentes Chinos (Casrech), pero que con el tiempo fue cambiando de actividad.
La estimación que hacen los pesquisas es que en la ciudad de Rosario y Villa Gobernador Gálvez existen unos 300 supermercados chinos. Estos locales están regidos básicamente por dos normas de conducta. Una entre los propios comerciantes, que por una cuestión de respeto no deben instalar negocios en un radio inferior a las cinco cuadra de distancia, y la de seguridad, brindada por una banda de apretadores organizados de la que sería pieza importante Yang Bin.
Mensajes en la pared. Según se pudo reconstruir en cuanto a la relación de respeto entre los comerciantes, existen dos referentes a nivel local que actúan como consejeros o padrinos. Esa descripción es mucho más difusa en cuánto al servicio de seguridad. En este último punto, pocos días antes de inaugurar un comercio, un emisario de El jefe hace una visita y deja un mensaje: "El jefe quiere 30 mil dólares. Llamá al número 011...", suele referir el mensaje escrito en chino mandarín. A partir de ese momento el comerciante espera que el cobrador pase y cuando esto sucede algo de dinero debe tributar. Esa sería la función desarrollada por Yang Bin en la cadena extorsiva.En caso de que no haya dinero, la visita la realizan otras personas que ofician de brazo armado y que actúan en el local aunque esté repleto de clientes. Sólo evitan movimientos extremos si en el supermercado hay algún policía de adicional, quien podría abortar el apriete y generar un hecho más grave.
Si el comerciante realizó el pago, dicen los pesquisas, en el local se coloca un cartel color amarillo, una especie de autoadhesivo de un tamaño superior a una hoja de resma tamaño oficio, con la inscripción en letras rojas de "buena venta", en chino mandarín. "Los comerciantes chinos lo único que quieren es trabajar en paz y todo lo relacionado a Yang Bin los coloca en un ambiente de exposición y crispación", explicó la fuente.
Tatuajes
Yang Bin tiene un tatuaje que le cubre toda la espalda y que tendría características artísticas. Sin embargo, fuentes que trabajan el caso dijeron que esos tatuajes no son bien vistos en la comunidad. “Por lo general los comerciantes lo primero que hacen es mostrarte que no tiene tatuajes. Lo toman como sinónimo de que la persona tatuada está en algo fulero”.