Todo transcurría con normalidad la madrugada de ayer en una heladería del coqueto barrio de
Fisherton. El local ya había cerrado sus puertas al público y dos empleadas entraban las mesas que
hasta momentos antes habían estado ocupadas por los clientes. Las trabajadoras cumplían con la
tarea de rutina cuando los pasos presurosos de dos hombres armados las sorprendieron primero y las
estremecieron después. Cuando uno de los recién llegados avisó que se trataba de un asalto, ya no
les quedaron dudas de que estaban frente a maleantes. Entonces, detrás de los forasteros
aparecieron otros dos cómplices y culminaron la tarea delictiva: inmovilizaron al dueño del local y
a otros dos empleados y se llevaron 3 mil pesos en efectivo.
El atraco ocurrió en la heladería Kivi, un moderno negocio ubicado en el
cruce de Juan José Paso y Donado —en la zona residencial de Fisherton— con mesas
desplegadas en el interior del local y fuera de él. A las 2.30 de ayer ya no quedaba ningún
cliente. Entonces, dos jóvenes empleadas comenzaron a apilar las mesas y sillas que estaban en la
vereda. En esas circunstancias fue que irrumpieron los dos desconocidos portando una pistola y un
revólver.
Vano intento. Intimidada por el arma de fuego, una de las empleadas sólo atinó a cerrar
una puerta interna que conecta el salón principal de la heladería con las oficinas del local en la
cual se encontraba el propietario del comercio, Alberto Osman, de 58 años, contando el dinero de la
recaudación.
Allí fue sorprendido Osman por un asaltante que cubría su rostro con un
pasamontañas. “El tipo estaba tan desesperado que se subió a una silla y de un salto atravesó
la exhibidora de helados”, recordó el hombre.
Apenas distinguió el gesto exaltado del malhechor, el comerciante trató
de calmarlo: “Tranquilo, llevate todo y no lastimes a nadie”, le pidió.
Pero, mientras Osman le entregaba los 3 mil pesos en efectivo que había
rcaudado, entraron en acción otros dos delincuentes. Entonces, los cuatro empleados quedaron a
merced de los intrusos y terminaron tirados en el suelo y encañonados por dos de los asaltantes que
no les sacaban los ojos de encima. Sus socios no parecieron conformarse con el botín y abrieron
todos los cajones de la oficina en busca de más efectivo aunque Osman les aseguró que no tenía un
peso más. Como no hallaron otra cosas, los ladrones levantaron los teléfonos celulares de Osman y
su esposa.
Habían transcurrido unos escasos 5 minutos cuando los ladrones ya
estaban en la calle. Los maleantes corrieron por Juan José Paso hacia el oeste y se esfumaron.
“Yo no escuché el sonido del motor de ningún auto, pero tal vez los estaban esperando aquí
cerca en un vehículo”, recordó el comerciante. Tras el escape, Osman se contactó con un
operador del Comando Radioeléctrico y un móvil de esa fuerza de calle acudió “con
rapidez” a la heladería, pero no pudo localizar a los ladrones.
Otros robos. El de ayer no fue el primer atraco que sufrió el dueño de la heladería de
Fisherton. Desde que abrió el negocio, 15 años atrás, ya recibió la visita de ladrones en cuatro
oportunidades. El último atraco ocurrió hace unos cuatro años cuando irrumpieron dos asaltantes y
lastimaron al hijo del comerciante.
Ante este nuevo episodio, Osman está preocupado por los atracos y señaló
que, desde la entidad que agrupa a los dueños de heladerías, se planea pedir a las autoridades
policiales medidas para controlar el delito (ver aparte).
Sin embargo, el comerciante reconoció que efectivos de la comisaría 17ª
(con jurisdicción en el lugar) y del Comando Radioeléctrico patrullan el barrio con asiduidad, pero
considera que deberían asignarse más agentes para cumplir la tarea.