Como sucede en muchas zonas periféricas de la ciudad cuando un conflicto vecinal termina en un crimen, las consecuencias sociales perduran y siguen generando situaciones que pueden acrecentar las diferencias interpersonales. Es el caso de una joven madre que, en mayo de 2013, vio cómo una de las balas que disparó un vecino de toda la vida en barrio Ludueña mataba a su pequeño hijo de 5 años. Hace tres meses el presunto agresor fue beneficiado con una prisión domiciliaria mientras se sustancia el juicio en su contra. Eso perturbó de tal modo a la mujer que ayer llegó a Tribunales luego de enterarse que, según testigos, el hombre viola esa condición sin demasiados controles.
"El 30 de mayo de 2013 esta persona estaba alcoholizada, loca. Yo estaba en la vereda con mi mamá y mi tía. Me metí adentro de la casa y escuché que él la insultaba a mi madre. Salí y me acerqué a preguntarle por qué le molestaba que nosotros estuviéramos en la vereda. En eso me pegó un patada en el estómago, me hizo retroceder y me dio un culatazo en la boca. Me volví y él hizo por los menos tres tiros para matarme, cuando me di vuelta vi a mi hijo que dijo «ay». Corrí para alzarlo y vi que estaba muerto boca abajo", rememoró Cintia Cuevas sobre el drama, hasta que un nudo en la garganta la llenó de angustia.
La mujer, de 27 años, estuvo en los Tribunales provinciales con su drama a cuestas y portando pancartas con la foto de Santiago Lima, su pequeño hijo asesinado tras recibir en el pecho una de los proyectiles que disparó Carlos P., de 50 años.
Ese hombre estuvo afincado muchos años en la zona de Pasaje Franco al 2000, justo frente de la vivienda que habitaba Cintia con su familia, a la que conocía desde pequeña y donde se apagó la vida de Santiago.
Esa persona afronta un juicio en el juzgado de Sentencia Nº 3 —que transita por la etapa de pruebas— por el delito de homicidio calificado por el uso de arma de fuego, hecho que investigó el juzgado de Instrucción Nº 13, donde se lo procesó, con el control de la fiscalía Nº 9.
Pero en mayo último el juzgado le otorgó la prisión domiciliaria que, según relató a este diario la mamá de la víctima, no respeta a pesar de las medidas de control. Otro dato que sumó una tía de Cintia es que el acusado "sería familiar directo de un ex represor, lo cual le otorgó cierto poder e impunidad durante varios años en barrio Ludueña".
Supervisión. "El tiene arresto domiciliario desde el 19 de mayo. Pero yo quiero pague por lo que me hizo. Me sacó la vida de mi hijo. El juez me dice que la policía lo controla si está en la casa, pero cuando se van él sale, hay mucha gente que lo ve. No puedo comer, no puedo vivir, sigo adelante por mis otras dos hijas", se quiebra Cintia, y dice que no se borra de la cabeza la imagen de su hijo "muerto" en sus brazos.
Gladys, la madre de Cintia, que vive hace 30 años en barrio Ludueña y fue parte del incidente que terminó con la vida de su nieto, narró sobre los coletazos que sufrió la familia. "Ya estábamos censados y a punto de obtener la vivienda, pero por las amenazas (de los familiares del acusado) nos tuvimos que ir al fondo de la villa y perdimos esa oportunidad. Tanto tiempo esperé para nada. Ese hombre siempre se creyó el dueño del barrio y ahora nos dicen que anda caminando lo más tranquilo", se lamentó la mujer.
La foto. La joven madre de Santiago expuso ayer su preocupación mientras elevaba la foto de su hijo con timidez entre otras manifestaciones, como la de los familiares de los fallecidos en la tragedia de Salta 2141, o la de una mujer víctima de violencia de género que reclamó porque su ex pareja —que intentó asesinarla de ocho balazos— no reciba el mismo beneficio de arresto domiciliario que el homicida del niño de barrio Ludueña (ver aparte).
El juicio contra Carlos P. atraviesa la etapa de pruebas y está previsto que se incorporen a la causa una serie de testimonios, incluso la ampliación de la declaración indagatoria del acusado.
Lo que atormenta a Cintia es que, mientras el dolor la carcome, el acusado encuentre resquicios para sortear los controles, transgreda la prisión domiciliaria y espere en su casa la sentencia definitiva.
La sobreviviente
Rosalía Benítez tiene 46 años y tres hijos. Había convivido 17 con Mario T. de quien fueron separándola diferencias profundas. Ella lo denunció varias veces por violencia y logró una exclusión de hogar. El 21 de septiembre de 2012 Mario le efectuó ocho disparos. Ayer Rosalía pedía en Tribunales que su ex esposo no recibiera prisión domiciliaria.