El 1º de enero de 2015 fue un día de furia en el barrio Cabín 9, de Pérez. Un panadero le disparó un escopetazo a la cabeza a un joven con quien había mantenido una serie de incidentes previos y el crimen generó una reacción violenta de vecinos que lesionaron a dos policías, rompieron un patrullero, destrozaron el auto del comerciante, saquearon su casa y le prendieron fuego. El acusado debió mudarse con su familia a otra ciudad y seis años después fue condenado en un juicio abreviado a 3 años de prisión efectiva por cometer un homicidio con exceso en la legítima defensa.
El acuerdo entre partes fue homologado la tarde de este lunes por el juez Ismael Manfrín. Enrique Alfredo Paniagua, de 61 años, fue condenado como autor de un homicidio cometido para defenderse de una agresión previa pero con un exceso en la reacción, que se consideró desproporcionada por haber atacado con una escopeta a un muchacho desarmado. La víctima fue Eric Emanuel Peralta, un joven de 21 años con quien no tenía rivalidades previas y que la mañana del 1º de año había provocado a la familia del comerciante arrojando piedras a su domicilio. La pena fue propuesta por el fiscal Adrián Spelta y la defensora particular Susana Zulkarneinuff. El querellante Rodrigo Mazzuchini respaldó el acuerdo.
“Me cansé de llamar al 911 y mi hijo también. Les pedí protección y no la tuve. Pasó un móvil de la comisaría sub 18 y le solicité por favor que lo detengan porque me veía venir esto. Estaba tomado a raíz de las fiestas y amanecido. Volví a llamar al 911, tengo los registros, pero no me dieron bolilla”, contó aquel día a los canales de televisión la madre de la víctima, Nancy, quien intentó impedir que su hijo se acercara exaltado a la casa de sus vecinos pero en un descuido el joven se escabulló. Fue entonces, alrededor de las 6 de la mañana, cuando recibió el disparo que le destrozó la cabeza.
Los allegados a Eric contaron que el muchacho había participado de los festejos de Año Nuevo y esa mañana seguía escuchando música y tomando alcohol con una jarra bajo un árbol frente a su casa de Cabín 9. Según contaron, en un momento pasó Paniagua con dos de sus hijos y una nuera en un Chevrolet Agile gris con vidrios polarizados y el muchacho los saludó. Pero recibió insultos como respuesta y uno de los ocupantes, según algunos testimonios, exhibió un arma. “El estaba borracho y decía: «¿Cómo me van a tratar así?» Lloraba de la indignación. No entendía por qué lo habían puteado”, contaron los familiares.
El joven fue entonces caminando hasta la casa del comerciante, en Las Acacias y El Chajá, donde hubo un primer roce. Su hermana fue tras él y al llegar lo encontró en el piso. Según declaró, había sido golpeado por los hermanos Paniagua: “Estaba golpeado, pero consciente. Pero estaba tan borracho que no se quería ir”. La madre del joven también se acercó al lugar y les pidió disculpas a sus vecinos.
“Eric estaba como enloquecido. Les quería pegar a todos los Paniagua. Mi mamá le decía a Eric: «No le podés hacer esto a esta gente, es buena y te ayuda»”, reveló su hermana, quien al declarar ante el fiscal precisó que en ese momento los hijos del panadero estaban subidos a los techos de la vivienda con un revólver.
Con gran esfuerzo y en medio de un forcejeo los familiares de Eric lo llevaron de regreso a su casa e intentaron calmarlo. Al rato el muchacho dijo que iría a comprar cigarrillos y salió en bicicleta. Enseguida escucharon un disparo. Un sobrino de la víctima que estaba en la vereda empezó a gritar “Muque, Muque”, como le decían al muchacho, que era albañil e integraba el grupo de “Los Stifler”. Una banda que rivalizaba en el barrio con la organización de “Los Cuatreros” en disputas ligadas a la venta de drogas. Nadie entre los testigos refirió problemas previos entre el muchacho y el comerciante, con quien había accedido a su primer trabajo.
La hermana de Eric volvió a salir corriendo hacia él y advirtió que los hermanos Paniagua le dispararon antes de subir a un auto, aunque en la causa no se demostró la intervención de otros tiradores. Contó que el muchacho, ensangrentado, pasó caminando frente al domicilio de la familia y se apoyó sobre una pared en la vereda de Las Acacias. “Yo corro hacia él para asistirlo y lo veo a Enrique que tenía una camisa blanca. Tenía una escopeta y le tira a mi hermano desde una distancia de diez metros. Enrique le tiró y le pegó en la cabeza, saltó toda la sangre por la cabeza”, reveló. El muchacho agonizó alrededor de veinte minutos mientras esperaban la ambulancia: “Me decía «niagua», no le salía decir Paniagua. Eric tenía toda la cara desfigurada, respiraba, abría y cerraba un ojito y el otro no lo tenía. Tenía mas de treinta perdigones en la cara”.
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Entre los testimonios que recopila el acuerdo abreviado también consta el de la madre de la víctima, quien presenció el momento del disparo letal a media cuadra de distancia. “Pensé que le habían disparado en las piernas pero al acercarme y verle la cara y como lo habían dejado no lo podía creer _atestiguó_. Un ojito lo tenía para afuera y el otro parpadeaba. Tenía sangre en la boca. Mi hija le gritaba que aguantara, yo ya sabía que mi hijo se me moría”. La mujer dijo que el panadero y sus hijos estaban armados pero que “Eric no portaba armas, sólo tenía su bici que quedó tirada en El Chajá”.
El crimen desencadenó reacciones de furia en el barrio. La casa del tirador lindera a al panadería fue saqueada y vendieron sus pertenencias _electrodomésticos y motos de sus hijos_ terminaron ofrecidas a la venta en el barrio. Los primeros dos policías en llegar fueron agredidos y la luneta del patrullero fue destrozada, por lo que acudió el Cuerpo Guardia de Infantería. Una dotación de Bomberos sofocó un incendio dentro de la casa del acusado. Las pérdidas materiales fueron totales para la familia del tirador, que debió mudarse a otra localidad.
En base a los relatos de testigos y el informe de autopsia el tirador fue acusado de homicidio con exceso en la legítima defensa. Por los dos meses que estuvo preso en Coronda y el tiempo que pasó en detención domiciliaria la pena que le dictaron se considera cumplida. Si bien él no declaró, su esposa dijo que esa mañana despertó al escuchar una discusión “de palabra” entre Enrique, uno de sus hijos y Eric. “A pocos metros de ellos estaba la banda de Eric, un grupo al que le dicen «Los Stifler»”, dijo. “Yo llegué a escuchar que Eric le pedía plata a mi marido y mi marido le decía que no. Era un chico adicto y problemático, le dábamos plata de vez en cuando para que no nos paga lío. Escuché que Eric le decía a Enrique que le iba a romper todo el auto nuevo”, añadió.
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La mujer indicó que el muchacho regresó “tres o cuatro veces a tirar piedras” contra la casa y “para la última vez ya había roto todos los vidrios. Entonces mi marido sube a la terraza con una escopeta vieja y tira un solo escopetazo para asustarlo. Pensamos que no le había ni pegado. Enseguida vinieron los amigos de Eric y nos rompieron toda la casa”, planteó la mujer, que también llamó en tres ocasiones al 911 esa mañana sin obtener respuesta.