“A mí me mando «Chanchón», la mano derecha de Ariel Cantero: Vas a tener que dejar la casa”. Este mensaje fue uno de tantos que escuchó una vecina de barrio Alvear, madre de 6 hijos y con su compañero privado de la libertad, durante los meses de octubre y noviembre del año que pasó. Una serie de mensajes que dejaron expuesto uno de los tanto métodos intimidatorios en el contexto de las usurpaciones de viviendas. Un caso testigo expuesto en una audiencia en la que Ariel Maximiliano “Chanchón” Cantero y Alexis Claudio “Tartita” Schneider ambos hijos de Ariel “El viejo” Cantero, fueron reimputados sumando acusaciones a su expedientes judiciales. Junto a ellos también fueron acusados un hombre y una mujer, de 38 y 35 años respectivamente, portadores de un mensaje que por fortuna fue escuchado por una dotación de efectivos del Comando Radioeléctrico que llegaron para asistir a la víctima tras el llamado de un vecino. Ambos marcharon presos.
En la edición del domingo pasado, bajo el título “Una historia de intimidaciones, balaceras y extorsiones para usurpar una vivienda”, este diario dio luz a la historia de una vecina de barrio Godoy que quedó en medio del pago de la supuesta deuda de uno de sus hijastros asesinado a balazos. Un transero detenido en la cárcel de Piñero primero le ofreció dinero por su casa pero inmediatamente ordenó que se la balearan; también ordenó que se la saquearan y hasta envió un flete para sacarle sus cosas de la casa. Este último hecho terminó con dos soldaditos presos por el que la vecina debió pagar un canon al transa: “Me vas a tener que pagar las 30 lucas (30 mil pesos) que tuve que ponerle a la policía para sacar a los pibes. A mi no me gusta perder plata”, le dijo a la vecina el hombre desde la cárcel.
Esta es la historia de otra mujer, con media docena de hijos pequeños a su cargo, que transita los arrabales del sistema con su concubino privado de la libertad. Tres años atrás Luisiana compró la casa en Garibaldi al 3400 que terminó siendo la propiedad de la discordia. Se la compró a otra mujer que conoció en las visitas a la cárcel de Coronda donde su compañero purga condena. La persona que le vendió la propiedad negociaba los números de acceso para las visitas al penal corondino. Luisiana entregó la casa en la que residía, un Peugeot 206 y 100 mil pesos. La casa, mediante un boleto de compra y venta, cambió de manos. Pero para el mundo del delito siguió siendo de la madre de “Churrito”, una vivienda sobre la que ya había “una bronca”.
Mano derecha de los Cantero
A mediados de 2019 Luisiana comenzó a padecer las broncas de la casa. Al menos en tres oportunidades hombres en motos pasaron y le balearon el frente. Entre octubre y noviembre de 2020 comenzó a recibir mensajes amenazantes que llegaban de la mano personas diferentes que se movían siempre en una moto Honda Wave blanca y le llevaban misivas de una misma marca: “Soy «Chanchón», mano derecha de los Cantero. Mirá loca te estoy hablando por las buenas. Te doy un departamento para que te vayas con tus hijos a una casa en calle Brasil y México hasta que te acomodes y compres una casa en la villa. O atenete a las consecuencias, si no lo querés entender se va a armar una masacre”. Y luego agregó: “Mirá loca entendelo, no te estoy dejando en la calle, en 5 minutos llega el auto y te vas”. Un mensaje corto, concreto y sencillo. Fácil de enteder y complejo de digerir. Durante los meses siguientes el frente de la casa quedó marcado por los ataques a balazos. Y Luisiana terminó denunciando lo sucedido.
Chanchón y Tartita son dos de los hijos de Ariel “El viejo” Cantero, fundador de la temible banda de Los Monos. Chanchón, de 22 años, fue condenado en marzo del año pasado a 14 años de prisión en un proceso abreviado como autor de la ejecución del policía Cristian Ibarra, cometida en julio de 2019 en barrio Godoy. Un homicidio que la Fiscalía enmarcó en una disputa territorial por la venta de estupefacientes en el Fonavi de Monte Flores y Brasil.
Tartita, por su parte, paga una condena a 18 años de prisión tras aceptar su responsabilidad en un procedimiento abreviado por el crimen de Débora Natalí Fernández, asesinada a tiros en marzo de 2020 en Colombres al 3000. La mujer, de 30 años, trabajaba en el programa Nueva Oportunidad y tenía un pequeño hijo de 8 años. Su crimen comenzó a investigarse a partir de una áspera disputa que mantuvo el apodado “Casquito”, antiguo hombre de Los Monos, con Chanchón en el pabellón que ocupaban en la cárcel de Piñero. De esa disputa la víctima fue la hermana de Casquito.
Ya sobre noviembre de 2020 a la cadena de mensajes extorsivos que recibía Luisiana de parte de Chanchón se le sumaron los de Tartita, "el hermano de «Guille»”, como él mismo se presentó. El 10 de noviembre la mujer recibió un texto en el que Tartita dejaba entrever que la vivienda que ella ocupaba era usurpada: “Tienen que desalojar la casa, si no quieren problema. Yo ya se como viene la casa y como se la sacaron. Porque se la compre a una pariente de la vieja que se murió y yo me ise cargo de la casa” (sic). Y agregó: “Decime cuanto gastaron en lo que le están asiendo y le doy la teca” (sic). “Vos me tenés que dar la llave de la casa. Si no salís ahora te mando a matar, tantas vueltas vas a dar para entregarme la llave. Soy el hermano de «Guille»”.
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Pero el punto cúlmine de la secuencia sucedió el 19 de enero de este año a la hora de la siesta. Un hombre y una mujer llegaron a la casa de Garibaldi al 3400 y repitieron las amenazas que ya habían reproducido otros. Pero hubo una diferencia. Un vecino llamó a la central del 911 y sin que la pareja de extorsionadores supiera un móvil policial llegó al lugar. Fue en el mismísimo momento en el que Marcelo Daniel D., un hombre de 38 años con prontuario abierto, le pasaba el celular a Luisiana para que hablara con su "patrón". Con el celular en altavoz a pedido de los policías, éstos escucharon la amenaza: “Dejá a los vigilantes de lado que no tienen que ver en esto, a esto lo arreglamos entre nosotros, dejá de lado a esa gente que no tiene nada que ver, sino se va a pudrir todo”. Tras ello Chanchón cortó la llamada.
Marcelo D. y su acompañante Carolina Vanesa L., de 35 años, fueron detenidos e imputados por el fiscal Pablo Socca por los delitos de amenazas coactivas calificadas en carácter de autor para él y en carácter de partícipe secundaria para ella. El fiscal integra, junto a sus pares Federico Rébola y Valeria Haurigot, la Unidad creada hace menos de un año para trabajar sobre balaceras que ocurren en la ciudad.
La historia no tuvo final feliz para Luisiana quien dejó la casa y prefirió vivir de prestado en la vivienda del familiar que quisiera darle resguardo. Chanchón y Tartita sumaron en sus expedientes judiciales imputaciones por los delitos de amenazas coactivas calificadas con propósito de obligar a una persona a hacer abandono de su residencia habitual. Días atrás el juez de garantías Román Lanzón les dictó prisión preventiva por el plazo de ley al igual que a la pareja que llegó a la casa de la mujer para transmitirle la amenaza.