El momento de los himnos había pasado. De un lado, parados uno al lado del otro luciendo un brazalete negro, estaban Los Pumas; y enfrente, dispuestos a realizar el haka, los All Blacks. De repente el silencio se hizo sepulcral y San Cane, el capitán de los hombre de negro, caminó unos pasos para poner sobre el césped del McDonald Jones Stadium una casaca negra que tenía grabado el nombre Maradona y el número 10. La emoción recorrió cada sector del estadio y desde los cuatro costados estallaron los aplausos. Luego volvió sobre sus pasos para que pudiera comenzar el ritual maorí. Sobrios y sin estridencias como suelen ser, los All Blacks recordaron así a Diego, algo que contrastó con el no homenaje de Los Pumas, porque llevar solamente una cinta negra en el brazo para homenajearlo es como la nada misma.
En Nueva Zelanda el fútbol es un deporte menor, sin embargo ellos, los dueños de la ovalada no se olvidaron del más grande de la redonda. Con ese simple gesto, Nueva Zelanda le ganó el partido. Los Pumas quedaron al desnudo, perdiendo una chance histórica de estar a tono con el mundo del deporte. Justamente, ellos, Los Pumas, quienes los tuvieron en su vestuario en el Mundial de Inglaterra cuando las cosas no andaban bien y él los bancó solamente por tener la celeste y blanca.
Algunos jugadores se expresaron en las redes cuando se enteraron de la muerte del ídolo, pero era necesario hacerlo de manera visible, institucional, y el partido contra los All Blacks era el momento exacto. Ese gesto que se esperaba nunca llegó. Hubiesen sido unos pocos minutos, los suficientes como para estar presentes como lo hicieron tantos otros equipos de otros deportes. ¿Negligencia?, ¿Apatía? Sea lo que sea es como que le dieron la espalda. Justo a Diego.
Negro luto. Negro planteo. Negra noche. Todo negro. Negra actuación. Negro resultado. Negros errores. Negra presión. Todo negro, negro, negro, de comienzo a fin, marcando diferencias en todos los aspectos que determinan la superioridad de un equipo sobre otro. Ante los All Blacks Los Pumas no sólo estuvieron lejos de repetir lo que habían hecho hace quince días sino que además sufrieron la furia de un equipo impiadoso que buscaba venganza y la consiguió tras imponerse por un inapelable 38-0 y quedar cerca de un nuevo título. Los neozelandeses tomaron este partido con una importancia suprema. La derrota ante los argentinos fue una afrenta a tal punto que la prensa kiwi había puesto en duda la continuidad de Ian Foster como head coach y cuestionado a muchos de sus referentes. Era un partido muy especial y lisa y llanamente no podían permitirse el lujo de volver a perder. Y no lo hicieron. Tuvieron una actuación sólida y contundente, de desgaste y definición, presionando, asfixiando, sometiendo y haciendo jugar incómodo a unos Pumas que nunca pudieron salir del encierro, cometieron muchos errores y en las pocas pelotas que tuvo no les salió una. Así, los All Blacks se fueron devorando a Los Pumas, de a poco, como saboreando la presa.
La defensa fue lo único rescatable de ayer en el conjunto argentino, pero como dice el refrán “tanto va el cántaro a la fuente que así se rompe”. Y eso fue lo que sucedió. El 10-0 con el que terminó el primer tiempo fue producto en parte de esa gran tarea defensiva y eso les permitió continuar con vida en el partido, ¿pero cuánto más podían aguantar? La respuesta llegó en el segundo tiempo, cuando la cancha se convirtió en una marea negra.
Aguantar un partido sin la pelota y solamente defendiendo es muy difícil. Y se complica más cuando desde el scrum (que varias veces fue para atrás) o el line no le salen pelotas de calidad a los backs. Con el correr de los minutos el panorama se fue haciendo más negro, porque al cansancio del trajín se sumó que varios jugadores no estuvieron en el nivel esperado y el equipo no apareció. Nunca. De hecho, quedó claro, porque algunos son titulares y otros, suplentes. En las pocas pelotas que tuvieron disponibles, cometieron toda clase de errores y eso ante un equipo como los All Blacks, se paga y de contado efectivo. Por suerte, no estuvieron tan finos, sino la diferencia hubiera sido mucho mayor.
Perder ante unos All Blacks sedientos de revanchas era posible, pero la realidad marca que nunca hubo partido en Newcastle. Nueva Zelanda hizo todo y a Los Pumas no les salió absolutamente nada. Nada de nada. Ni siquiera tuvieron la posibilidad de sumar puntos con un penal ante un adversario que totalizó el 71% de la posesión y 533 metros recorridos contra 132.
El partido con Nueva Zelanda es historia y Los Pumas deberán aprender de esta derrota.
Fue la primera caída en tres presentaciones en este certamen, que lo tiene segundo con seis puntos, incluyendo una victoria ante los mismos All Blacks y un empate ante los Wallabies. Están en carrera y aun queda un último partido. Ahora es el turno de la despedida ante Australia, el final del certamen para Los Pumas, que más allá de esta goleada, esta desarrollando una magnífica tarea ante las mayores potencias del planeta, nada menos.