En julio pasado el titular del Sindicato de Arbitros Deportivos de la República Argentina (Sadra), Guillermo Marconi, afirmó que el ex presidente de la AFA Julio Grondona una sola vez les había pedido algo indebido: salvar a River Plate del descenso en 2011 en los partidos de promoción con Belgrano. Extrañamente, hace pocos días, el dirigente sindical volvió sobre esa historia en una entrevista, pero ya con las presencias de Sergio Pezzotta y Juan Pablo Pompei en carácter de testigos, quienes ratificaron la saga e incluyeron también a la ex presidente de la Nación Cristina Kirchner como impulsora del pedido. Y aunque los detalles de la narración fueron bien cuidados para dejar a salvo la conducta arbitral, lo cierto es que estos episodios, al no haber sido develados en su momento, lamentablemente no hacen más que potenciar el trabajo de los mercaderes de las sospechas, quienes con sus leyendas urbanas construyeron una convicción colectiva de que en el fútbol todo se arregla.
Si estas revelaciones persiguen algún objetivo político en la reorganización del fútbol el tiempo lo dirá, pero sin dudas que estos episodios van a contramano de las hipótesis de aquellos años, que daban cuenta del interés que descendiera River por la confrontación de Grondona con Passarella, o aquella que aludía a que la presencia del club millonario en el descenso potenciaría a Fútbol para Todos en la televisación de la B Nacional.
Tras esto será interesante escuchar cómo los dirigentes sindicales defenderán hoy a sus afiliados árbitros de los errores que cometen, porque cada yerro, que ya estaba impregnado de suspicacia, ahora lo estará mucho más.
El silencio de aquel momento y la revelación de ahora no hace más que abrirles la puerta a todas las suposiciones, más en un país donde la credibilidad fue herida de muerte y la justicia lejos está de ser el médico pretendido para sanar y prevenir. Por eso, es más factible que al error le den la extremaunción y lo reemplacen por la imputación en forma directa.
Estos episodios no pasaron desapercibidos en el ámbito deportivo, porque mientras varios árbitros comentan en charlas informales que aún no pueden entender qué buscó Marconi con esta confesión pública y extemporánea coinciden en que será complicado sostenerse tras los errores que siempre asoman en cada fecha.
Como los que cometieron en Tucumán y tuvieron como protagonistas a los asistentes. El partido que Boca disputó allí estuvo atravesado por la polémica, porque los de Atlético tuvieron que convertir cuatro goles para poder empatar 2 a 2. Es que de los cuatro tantos, dos fueron invalidados por posiciones adelantadas de dudosa existencia.
Mientras muchos les adjudicarán los fallos a las fallas humanas lógicas, los escépticos, que son cada vez más, bien pueden aferrarse a la narrativa de aquellos que intentaban sacar réditos económicos de los clubes como hipotéticos operadores de árbitros, quienes también crearon la alternativa de "comprar" jueces de línea. Claro que su tarea era incomprobable, aunque existieron directivos que alguna vez hicieron uso de servicios con resultados adversos.
Y como es menos riesgoso desconfiar que creer, los mismos militantes de la hipotética conspiración organizada sostendrán que el árbitro Darío Herrera convalidó el gol de Independiente ante Temperley omitiendo una aparente infracción al arquero Matías Ibáñez por tratarse de uno de los equipos grandes, aunque si se revisa la imagen se comprobará que el guardavalla celeste fue sobrepasado por el balón antes del contacto con el jugador de los rojos.
El conjunto de las situaciones en torno a los árbitros ha generado que sus designaciones se conviertan en noticia, ya que se les presta más atención que en cualquier otro país.
Es por ello que en la Argentina difícilmente un árbitro pase desapercibido en un partido, porque desde antes del comienzo del juego su nombre ya está impregnado de suspicacias, por errores propios y también de sus dirigentes, como el que cometió Marconi, que quedó fuera de lugar.