Se publicaron decenas de libros. Se hicieron muchas series para la televisión a nivel global. No hay dudas de que la figura del ex narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria es un polo de atracción a nivel mundial. El grueso de los visitantes que pisa esta eterna ciudad primaveral tiene en su hoja de ruta turística dos destinos impostergables: visitar el barrio que fundó, y que lleva su mismo nombre, y la tumba donde descansan sus restos. Pero hay un dato que llama la atención y tiene a nuestra ciudad como protagonista. "Acá vienen muchísimos argentinos. Pero debo decir que los rosarinos son lo más interesados en conocer más de cerca cosas de la persona que a nosotros nos ayudó muchísimo en su momento", le confió a Ovación Andrés Peralta, uno de los tantos ciudadanos de Medellín que no olvida que recibieron "casas, escuelas y juguetes, entre otras cosas", por parte de este particular personaje ligado al mundo del delito organizado.
Se percibe que la serie que se emitió en nuestro país hace un tiempo cercano "Pablo Escobar, el patrón del mal", generó una diversidad de sensaciones y opiniones al respecto. Para algunos es un personaje maquiavélico. Para otros es una leyenda. Su imagen no tiene término medio.
Aunque a juzgar por los dichos de Andrés, quien ofició de guía exclusivo con los enviados de este diario por las entrañas del ahora turístico barrio, es una "imagen que supo darle al pobre lo que los gobiernos no le daban. Contención y ayuda", expresa con orgullo mientras las finas calles se congestionan a cada segundo por el incesante tránsito.
"Bienvenidos al barrio Pablo Escobar", es la frase que reza en un gastado paredón de fondo celeste, que tiene además en ambos laterales el rostro del narcotraficante que fundó esta especie de Villa 31 o favela brasileña en medio de las montañas. "Y desde Rosario vienen seguido a conocer lo que hizo", remarca Peralta.
La gente que reside en este barrio es muy agradable, una cualidad común a todos los "paisas". A medida que uno se va filtrando entre callecitas para recorrer escucha la parte de la historia que casi nunca se cuenta y también puede apreciar cómo la gente tiende la ropa recién lavada donde puede. "Acá se dejan las prendas donde haya luz solar. No importa si es en el balcón, la terraza, ventanas o puertas", acota Andrés, mientras un grupito de chicos que no pasan los 10 años juegan y se divierten en las calles como se hacía en la infancia de quienes hoy pasan la barrera de los 30 años.
"Pablo hizo este barrio porque veía que los pobres trabajaban sanamente y no recibían ayuda del Estado. Empezó construyendo 300 casas. Y era su madre, doña Hermilda, quien luego le entregaba las llaves a la gente", resalta este paisa, quien le confesó a Ovación que "a don Pablo Escobar lo conocí de chico. Llegó para Navidad y repartió juguetes a todos los que vivíamos acá. Recuerdo que me dio un carro, una camioneta 4 x 4", resalta mientras su mente le devuelve aquel "momento de muchísima felicidad porque era la única forma de tener algo esa Nochebuena".
"Hizo cosas que pueden estar mal. Pero ayudó a su gente. A los pobres. Construyó casas, escuelas e hizo algunos hospitales. Hizo mucho por nosotros. Por eso el pueblo lamentó cuando lo fusilaron", concluyó un emocionado Andrés, quien antes de llegar hasta donde están los restos del narco más popular de la historia volvió a resaltar que "mañana (hoy) debo traer a un grupo de rosarinos para que vean esto y contarle también cosas de Pablo".
Cuando se está dentro del cementerio, no hace falta recorrer mucho para darse cuenta dónde se encuentra la tumba de Escobar. A cada instante se aprecia gente de todas las generaciones sacándose selfies o fotos a la lápida de este personaje.
"La mantengo limpia porque viene gente de todo el mundo a ver. Lo hago sin recibir nada a cambio, ya que trabajé para su hermana, la señora Luz María Escobar de Gaviria, hasta hace poco", cuenta Federico Arrollave.
"Vienen muchos de Argentina, y de Rosario más que otras ciudades. Se ve que les interesa la vida de don Pablo, quien hizo mucho por los paisas pobres", sostiene este vendedor de helados y agua que tiene 68 años y una heladerita de telgopor al costado de la tumba en la que también están los restos de su madre, padre, hermano Luis, la señora que lo cuidaba de chico y su escolta (custodia) Alvaro, más conocido por Limón.
Por lo que cuentan los residentes de esta ciudad, la leyenda de Pablo Escobar, asesinado por la policía el 2 de diciembre de 1999, un día después de su cumpleaños, es un verdadero foco de atracción para los argentinos en general, y para los rosarinos en particular.