Quien crea que las figuritas son sólo un juego de niños se equivoca feo. Los ídolos de cartón aparecen en el mercado ante cada Mundial y este de Brasil no es la excepción. No son pocos los que a través de las figus o cromos recuerdan con algo de melancolía sus juegos de infancia en la vereda o en el patio de la escuela, pero ellas —redondas o rectangulares, con brillantina, en chapitas, troqueladas, en bidimensión, con dibujos o fotos, con sus álbumes y sobrecitos—son mucho más que un juego: son piezas de colección de adultos y marca de distintas épocas de la publicidad, la política y el deporte. El que tenga dudas que se le anime a Julio Rayón, un artista plástico, docente universitario y funcionario de cultura rosarino que, además, junta figuritas. Sí, como los chicos. Y lo hace desde hace 20 años, con más rigor, cuidado y sapiencia, porque al mostrarlas narra la historia que rodeó a cada pieza. Las más viejas de su patrimonio, de 10 mil colecciones son de 1870, se denominan “primitivas” y tenían como a ídolos a los toreros, no a los jugadores de fútbol. Las guarda celosamente en cajas y folios, muchísimas son de fútbol, internacional, nacional y de las ligas del interior. Un lujo encantador y casi una provocación para los futboleros de ayer, hoy y siempre.
¿Por qué una provocación? Porque mal que les pese a muchos, las figuritas producen sensaciones encantadoras, pero también miserables. Uno las ve y quiere tenerlas: a todas. Más aún si se trata de una difícil como la de Pelé en el álbum del 62; la Juan Puntorero, el jugador de Atlanta, en una colección del 64 o la de Jorge Lobo Carrascosa, durante el seleccionado del 78 (campeón de Huracán del 73 y recordado por ser el capitán que se rehusó a jugar en un mundial organizado por un gobierno de facto).
Palabras más palabras menos, a esa codicia por las figus la describe Juan Sasturain en el prólogo del libro de reciente aparición “Difíciles eran las de antes. Historia de las figuritas de fútbol en la Argentina (1910-2013)", de Rafael Bitrán y Francisco Chiappini (Olmo Ediciones).
“Con ellas —asegura Sasturain— se adquieren los rudimentos de los mecanismos de funcionamiento del mundo, la lógica de la oferta y la demanda, la interdependencia del trueque, la compulsión del consumo —se envidia y aprende la jactancia, el orgullo de llenar el álbum, de conseguir la «única que me falta», se saborea el vértigo del riesgo en el juego y se aprende —acaso y sobre todo —a convivir con la posibilidad, la costumbre de perder”.
Rayón, quien también fue invitado a escribir en este libro, le contó a Ovación que al principio las figus venían en los envoltorios de caramelos, chocolatines, jabones o latas de pomada y luego en paquetes de cigarrillos como Venus o Fontanares. Pero tomaron entidad como figuritas de fútbol en los 40. Tras decir eso desplegó algunos ejemplares, las de los caramelos Misterio, de 1927, y las de los cholatines Aguila, de 1932.
También, de entre varios álbumes, abrió uno de figuritas Pony de 1952, donde los jugadores están engominados y en su mayoría lucen bigote fino. En esa época, los chicos que lograban juntar las caras de cartón de todos ellos se podían ganar la tradicional pelota Nº 5 o una muñeca, pero en este caso también se sorteaban, radios, patines, bicis y “dos ponies” de verdad.
Otra colección es la del álbum Pelusa, de 1954. Traía una historieta como preámbulo y luego rostros futbolísticos como el de Pedro Botazzi, entre los auriazules, y de Jorge Griffa, entre los rojinegros. Allí también están los once jugadores de “Gimnasia y Esgrima de Eva Perón” y de “Estudiantes de Eva Perón”, todo un registro de cómo se llamó a la ciudad de La Plata (y también a las provincias de Chaco y La Pampa), desde la muerte de Eva Perón y hasta el golpe de Estado de la Revolución Libertadora, de 1955.
Justamente de 1955 es el álbum Sport que muestra otra curiosidad. Las caras de los jugadores, Angel Zof, entre los canallas, y del Piojo José Yudica, entre los leprosos, estaba antecedida por otros coleccionables: los presidentes argentinos. Pero en el lugar de la figurita Nº 24 aparece un rostro que no es el de Juan Domingo Perón. El gobierno de la época no se privó de “jugar” con las figus y resolvió dejar a Perón fuera e imprimir, en su lugar, el rostro de Mariano Moreno.
Hoy las figus no se pegan ni con engrudo, ni con goma arábiga: son autoadhesivas y globalizadas. Se replican en 110 países y las comercializa la firma italiana Panini (ver aparte). Son como cartas. Un paquete ronda los 5 pesos y trae 5 figuritas de jugadores de las 32 selecciones del Mundial Brasil 2014. También se las puede juntar de modo virtual desde la página oficial de FIFA. Los afortunados que logren completarlo antes del 31 de agosto, participarán en un sorteo por 50 premios grandes y otros 200 de consuelo. Y además, este año habrá una versión mejorada, que incluye una zona de intercambio, grupos de coleccionistas e incluso la posibilidad de inscribirse en la Galería de la Fama del Album Virtual de Cromos Panini de la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014, que estará disponible como aplicación para teléfono móvil y tablet, tanto en IOS como en Android.
Obvio que la cosa no fue siempre así. Con los cambios se gana y se pierde. Y algo de la segunda opción hay cuando uno se pregunta por qué no se juega con las figus como antes ni existe más la “difícil”; una característica que no tenía relación con el mercado de las transferencias, ni los goles, ni la popularidad.
“A (José) Sanfilippo lo tenían todos pero el wing derecho de Tigre era inhallable”, comenta Saturain en su prólogo. Rayón aseguró que antes, a lo sumo, había dos colecciones al año y varias firmas nacionales.
“Crack, por ejemplo, las distribuyó hasta 1981, pero Futbolistas Argentinos Asociados le exigía tanto dinero por los derechos que cerró. Hasta 1992 no hubo figuritas: once años de ausencia. Ahora hay decenas de colecciones en el año y no sólo de fútbol, el intercambio es distinto”, sostuvo.
Más allá de los cambios de precios, formatos, usos y costumbres, las figus siguen siendo pasión de chicos y grandes. Un jugador de Costa Rica «mostró la hilacha» por estos días al buscarse sin éxito en la colección del Mundial de Brasil (ver aparte). En muchas familias ya empezó el acopio de ídolos.
“Mi hijo Juani, en el Mundial pasado perdió la hoja doble del álbum en la escuela. Ahora y por las dudas, se compró dos. En verdad los compró el papá del nene, el verdadero interesado de coleccionar las figuritas”, dijo María Laura, sumando más argumentos a la afirmación que encabeza el primer renglón de esta nota.
Museo de la Ciudad...
En el Museo de la Ciudad (Oroño 2300) se expone la muestra “La ciudad del fútbol. Relato de una pasión”, que entre otras tantas cosas exhibe figus. Quienes lo visitan se llevan un albúm. Visitas: de lunes a viernes, de 9 a 15, y sábados, domingos y feriados, de 14 a 19. Entrada 20 pesos, rebaja para o estudiantes y jubilados.
Costoso botín...
La semana pasada, a 49 días del Mundial brasileño, se robaron 300 mil figuritas oficiales en Río de Janeiro, por un valor estimado de 30.500 dólares. La empresa licenciataria de las figus oficiales es Panini y tras el asalto aclaró que venta no es callejera."Sólo" puede realizarse en puestos de diarios y librerías autorizadas.
Campbell no figura...
Días atrás, el jugador de Costa Rica Joel Campbell se compró un paquetón de 100 sobres de figus de Brasil 2014, pero no se encontró. Lo consolaron diciéndole que su cara era una "difícil". Lo cierto es que se quedó con unas 500 figuritas y parece estar dispuesto a canjear.
En La Capital...
Desde el 19 de abril, La Capital vende con el diario de cada sábado, un ejemplar de “Albumes. Copa Mundial de la Fifa”. Son reproducciones de todos los álbumes de los mundiales, desde 1970 a 2010. Su costo es de 39,90 pesos, pero si se entrega en la compra un cupón de La Capital, su precio se reduce a 29,90 pesos.