El fútbol rosarino tuvo más marco que cuadro. Sí. El 2017 constituyó una estrepitosa frustración para aquellos que esperaban una muestra futbolística mejor. De ineludible protagonismo. Con logros para reflejar. Con premios para celebrar. Con conquistas para fortalecer. Con un resultado final que nutra el orgullo de pertenencia de la ciudad cuna del fútbol. Pero no. Nada de eso sucedió.
Los responsables de dirigir la obra se quedaron en la fácil retórica contaminada por las excusas. Y escapando por el atajo por donde transitan aquellos que deslindan responsabilidades con total obscenidad. Vaciando de nuevo el contenido de la palabra proyecto, en la cual se refugian sin siquiera honrarla con una acción programada. Aturullando con frases burdas a todos aquellos que sustentados en su perseverancia poblaron como siempre cada rincón de sus propios estadios, con la ilusión de ser protagonistas de las competencias y no meros participantes, como finalmente sucedió.
Es verdad que el conformismo, en cualquier ámbito de la vida social, muchas veces es fomentado para utilizarlo como el antídoto de la rebeldía, para conseguir morigerar el descontento de las mayorías supuestamente representadas, en las que se sostienen los lógicos reclamos de una realidad más auspiciosa.
No hay dudas que un mejor 2017 hubiese sido posible para los canallas y leprosos sino se hubieran cometido tantos errores. Fundamentalmente aquellos que gravitaron en forma determinante para que esta conclusión futbolística a fin de año sea tan deficitaria. Como así alejada de los anhelos de la gente.
Por eso es fundamental la evaluación y la exigencia de aquellos que durante todo el año mantuvieron las banderas en alto, para evitar quedarse con la contraproducente resignación que definen las frases "es lo que hay" y "se hizo lo que se pudo".
Porque no es así. Y si bien cabe especificar que no se pretende hacer una comparación coyuntural entre Central y Newell's, es indudable que el 2017 fue paupérrimo desde lo futbolístico para ambos. Porque cada uno en su propio contexto podría haber rendido más y mejor. Es tan contundente el saldo negativo que ni siquiera sumando los puntos de ambos alcanzan para equiparar a los equipos que están en el tope de las posiciones de la Superliga.
Es cierto que en ocasiones los dividendos mensurados en puntos no reflejan con nitidez lo producido, pero no es este el caso, porque el número evidencia que los rendimientos de los equipos rosarinos fueron mediocres.
Acá los guarismos no mienten, aunque se haya intentado disimular por resultados aislados. Muestran el mal funcionamiento futbolístico de los equipos, que fueron constituidos por los entrenadores y los futbolistas que las propias administraciones decidieron.
Este déficit con el que concluyen el año Newell's y Central tienen en sus propias dirigencias la explicación. Son ellas las artífices de este cuadro que refleja frustración, cansancio, ira y una evidente contrariedad. Porque aquellos que construyeron el marco, los hinchas, otra vez lo hicieron con buena madera, mucho color y enorme pasión.
Por eso no hay manera de eludir la definición que en 2017 el fútbol rosarino tuvo más marco que cuadro.