A juzgar por los resultados, el 2016 fue el año del hockey argentino. El oro de Los Leones en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, el Champions Trophy de Las Leonas y el Mundial 21 de Las Leoncitas lo ponen en lugar que amerita pocas comparaciones. Quizás sólo discutible con el 2000 y 2002, años en que Las Leonas ganaron la primera medalla olímpica y fueron campeonas ecuménicas, también por primera vez. Aquellos logros fueron el disparador de un crecimiento exponencial de esta disciplina que hoy está reflejado en la gran cantidad de gente que tiene al hockey como primera opción. Pero es inédito lo de este 2016 en cuanto a resultados: primer oro olímpico y de la mano de Los Leones; la ratificación de que Las Leonas están siempre para pelear, ganando el Champions Trophy de Inglaterra, y la vuelta a un título Mundial junior después de 23 años de la mano de Las Leoncitas, que para colmo ilusionan a lo loco. El 2016 ya es inolvidable. Y puso la vara altísima.
En el año olímpico no hay mucha vuelta que dar: todos los cañones apuntan a la máxima cita del deporte mundial, para llegar de la mejor manera y alcanzar el pico máximo de rendimiento durante esos 15 días. Para el hockey no fue la excepción.
En junio Las Leonas fueron a Inglaterra a disputar el Champions Trophy, candidatas como siempre, pero sabiendo que este torneo era el más importante que tenían antes de los Juegos, por lo tanto también podía ser un termómetro de situación. Si bien se supone, los equipos aún están en etapa de preparación más allá de la envergadura que tiene un Champions Trophy, era una buena medida. Concientes de eso y mostrando un muy buen nivel, las chicas se consagraron campeonas, por tercera vez consecutiva en este torneo y por séptima en su historia. En la final vencieron al clásico rival, Holanda, por 2 a 1 y el logro se engrandenció ante el tamaño del oponente. Es cierto que a estas Leonas, que recién transitaban el segundo año sin su máxima figura Luciana Aymar, no les sobraba nada, aunque el nivel mostrado permitía creer. Creer que era posible llegar de una vez por todas al oro olímpico.
Las medallas olímpicas y Las Leonas venían amalgamadas desde el 2000, cuando surgieron bajo ese mote al dar la sorpresa y colgarse la de plata en la lejana Sydney. Después vinieron el bronce de Atenas, el bronce de Beijing y la plata de Londres, lo cual fue una nueva prueba de que el liderazgo del hockey había llegado para quedarse entre los deportes colectivos. El horizonte de Río de Janeiro era seductor por donde se lo mirase: si bien, se insiste sobre esto, ya no estaba Aymar, la figura en la que durante casi 15 años se depositó la responsabilidad del juego y el armado, la capacidad de resolución a pesar de cualquier dificiltad, el oro olímpico para ellas, esquivo y ansiado, se mostraba palpable. Estas Leonas que llegaban a Río no eran ni por asomo el mejor equipo que haya tenido el seleccionado argentino, pero por ese presente, por la consagración reciente en un nuevo Champions Trophy y por la actualidad de sus rivales, eran firmes candidatas. Ni Holanda, ese cuco siempre amenzante, ni Australia, el otro grande al que siempre hay que mirar de reojo, se encontraban de la mejor manera.
Pero en Río, Las Leonas derraparon. Estuvieron lejísimo de jugar de la mejor manera en que pueden hacerlo y se fueron con toda la desazón: quintas. Abajo del podio tras cuatro Juegos Olímpicos. Hoy, al parecer, se inicia un proceso de recambio que tiene a los Juegos de Tokio 2020 en la mira. Jugadoras de renombre fueron desafectadas (el caso de Noel Barrionuevo es el más resonante), pero la decisión demuestra que la medalla de oro olímpica de Las Leonas sigue siendo la obsesión, la cereza que le falta al postre, la que complete todos los casilleros de logros obtenidos. Porque el seleccionado argentino ganó todo. Todo menos ese bendito oro olímpico. No se soslaya para nada el mérito inmenso que es conseguir el tercer Champions al hilo y séptimo en la historia, pero se lamenta lo de Río.
Leones
Por el otro lado venían Los Leones, calladitos. Es que si alguien tenía que apostar por quién se quedaría con el oro olímpico, Las Leonas ganaban por diferencia abismal. Pero ellos, Los Leones, dicen que sabían puertas adentro que estaban para ganarlo. Con el diario del lunes es aún más fácil expresarlo. Cierto o no había mucha confianza, especialmente en el seno del plantel, entre jugadores y cuerpo técnico. Sin embargo, los chicos tuvieron que lidiar con un mal trago a mitad de año: el Champions Trophy que iba a jugarse en junio en Tucumán y al cual podían acceder a jugar sólo por ser anfitriones (y medirse con los mejores del mundo), se suspendió. Mejor dicho, cambió de sede por diferencias entre la Confederación Argentina de Hockey y la Federación Internacional, que le sacó el torneo. Entonces, Argentina no pudo competir en él (no le daban los requisitos para integrar ese grupo de ocho equipos) y hubo que salir a buscar urgente rivales de nivel para jugar amistosos. Fueron en Europa, no de lo mejor que se podía pretender. Sí de lo mejor que se podía encontrar.
Tras el primer bronce mundialista de un seleccionado masculino mayor, el de La Haya 2014, conseguido por estos mismos Leones, era ingenuo no poder pensar que los chicos pudiesen ser protagonistas en Río. Pero también había incertidumbre sobre eso que podrían hacer, hacia dónde podrían llegar: ¿una semifinal acaso? Hubiese sido fenomenal. Aunque fue mucho más que eso.
Con un andar sólido y a la altura de las circunstancias, Los Leones se fueron encaminando a la pelea de una medalla olímpica. No sólo avanzaban porque hacían bien las cosas adentro de la cancha, también se alimentaban de las emociones que significaban esos pasos. Tan voraces estaban que el día de la final ante Bélgica había un manto de tranquilidad inusitada para tamaña definición. Como si tuviesen experiencia en eso, como si hubiesen ganado mil medallas. Y por fuera (adentro ni hablar, Los Leones no tenían dudas) la sensación era que la medalla viajaba a Argentina: al lado de una pantalla de TV o computadora, en el mismísimo estadio Dedoro en Río, en todos lados flotaba el mismo sentir. Fue 4 a 2 a Bélgica nomás. Y tocar el cielo con las manos. El 18 de agosto de 2016 ya está en la historia grande del hockey argentino.
Hoy Los Leones, que casi siempre anduvieron a la sombra de Las Leonas, viven un momento de gloria. Soñando ya con ser campeones del mundo. En 2018 es la gran cita: ¿podrán? Sería otro mojón.
Leoncitas
Hace no mucho, a principios de mes, Las Leoncitas hacían locuras en Chile. Locuras bien entendidas, jugaban espectacular y arrasaban en el Mundial Sub 21 para subirse a lo más alto del podio 23 años después de que lo hiciera la primera y única camada que hasta acá lo había logrado, en Terrasa 1993. Después de dos finales consecutivas perdidas llegaron estas Leoncitas con tranco arrollador y que prometen incluso dejar una huella en mayores. El que tenga para anotar, que anote, porque a veces la memoria es frágil... Lucina Von der Heyde, Bianca Donati, María José Granatto, Julieta Jankunas, Priscila Jardel... El futuro ya llegó.
Leoncitos
Y de no haber sido por dos minutos fatídicos, quizás también se podría estar hablando de un zarpazo de Los Leoncitos. Es que los chicos ganaban 1 a 0 a Bélgica en los cuartos de final del Mundial de India y se lo empataron con un grito agónico. Perdieron en los penales y quedaron en el umbral de semifinales. La actuación, sin embargo, fue más que positiva. Primero, porque Argentina a pesar de haber sido campeona panamericana le jugó de igual a igual a las potencias (sus rivales en América no están a la altura) y por muy poco no se metieron entre los cuatro mejores. En el Mundial anterior Los Lencitos fueron 11º: el 5º puesto reciente suena a poco. Pero fue un salto de calidad que hay que capitalizar. Y en Los Leoncitos hay muchos nombres en los que se puede confiar.
Oro olímpica. Oro en el Champions Trophy. Oro en el Mundial junior. Ese fue el 2016 del hockey argentino. Inolvidable. Histórico. El mejor si de resultados se trata.
En abril, la Confederación Argentina de Hockey tendrá elecciones. Deportivamente sus jugadores demostraron que están en la elite. Y un buen deseo para el 2017 sería que esa nueva dirigencia esté a la altura de las circunstancias. Si se cumple, sacarle frutos a esta enorme temporada será muy fácil.