El clásico fue para Central y nada menos que en la cancha de Newell's. El equipo de Miguel Angel Russo se impuso con autoridad ante su histórico rival en un partido vibrante en el que incluso pudo ser más abultada la diferencia.
Sobre todo fue en el primer tiempo cuando Central mostró su mejor versión, ahogando las salidas de Newell's, armando parejas para seguir a los creativos del Parque y cuando tenía la pelota saliendo ordenado con llegadas punzantes al arco de Guzmán.
Claramente el ganador del clásico una vez más fue Russo, que con el de ayer extendió a ocho su invicto ante la Lepra: van cuatro victorias y cuatro empates. Y entiende cómo se juegan estos partidos, este especialmente era sin su gente y de visitante.
Las claves de un triunfo inolvidable:
1. El ajedrecista. Con un destacable perfil bajo, el entrenador canalla deja que las estadísticas, los analistas, los hinchas y los resultados hablen por sí solos. Y siempre le da resultado la estrategia ganadora que planea con detalle en la semana y que evidentemente sabe trasladar a sus dirigidos, que siguen al pie de la letra el diagramado libreto. Orden, sacrificio y mucho corazón para sacar adelante una parada más que difícil. Russo lo hizo.
2. El capitán. Paulo Ferrari fue la voz canalla en la cancha. El capitán tomó el mando en la soledad del Coloso colmado de leprosos que rugían para arengar a los suyos en pos de una victoria. Cada vez que alguien cometía un error en su equipo, Paulo reordenaba las piezas, pegaba el grito y recordaba las indicaciones del entrenador para no perder las marcas y tampoco quedarse atrás.
3. El festejo respetuoso. Los goles del equipo visitante, sin que esté presente su hinchada, definitivamente son una tristeza. Los jugadores tras convertirse el gol, en este caso los de Central, corrían solos y se encontraban en el abrazo ante el desconcierto del estadio. Russo abrió los brazos y ensayó una mesurada celebración, al igual que en el final del partido cuando el Loco Abreu arrió a los suyos hacia el vestuario para evitar provocaciones. Vale destacar el gesto del plantel canalla, que hasta en la intimidad también fue muy respetuoso.
4. El petiso. El gol de Franco Niell se venía venir, fue Delgado el que anticipó a Bernardi que se la pasaba a Muñoz, y armó desde la mitad de cancha la jugada que definió el pleito. El petiso utilizó su inteligencia para cruzar la pelota y vencer a Guzmán por única vez, responsable de que el resultado no haya sido más abultado. “No soy consciente de lo que hice. Cuando noté que la pelota había entrado, me di cuenta de que había hecho un gol muy importante”, admitió apenas terminó el partido con una sonrisa plena que ni se inmutaba con el dolor de la lesión que lo dejó renqueando.
5. El Loco. Sebastián Abreu es un ícono de esta época de Central. El uruguayo despliega toda su sabiduría futbolera para contener a los más jóvenes, entregar palabras justas en los momentos indicados y vivir el juego como la pasión de multitudes que provoca. Abreu era el único que quedaba en las alturas ofensivas cuando su equipo se replegaba por la avanzada leprosa, aunque se la ingeniaba para retroceder y retomar el juego, sumarse a Niell y Carrizo, y recibir de Méndez o Domínguez. Sin estridencias y con sencillez, el uruguayo sumó un galón más a su gloriosa carrera.