Fue, jugó, goleó, enfrentó públicamente a su presidente y regresó: campeona del mundo, elegida como la jugadora más valiosa (Most Valuable Player, MVP) y con el botín y el balón de oro bajo el brazo (algo que sólo habían logrado en la versión masculina dos jugadores italianos: Paolo Rossi, en España 1982 y Salvatore Schillaci, en Italia 1990). Todo eso ganó la delantera y capitana de Estados Unidos, Megan Rapinoe, en el Mundial de Francia 2019 que terminó el domingo pasado. Pero creer que fue la única que triunfó en esta Copa del Mundo sería no leer lo que significó la octava edición del torneo de fútbol femenino a nivel deportivo y reivindicativo para todas las mujeres que lo jugaron, lo juegan y empezarán a jugarlo en el planeta.
"Todas las jugadoras durante este Mundial hemos brindado el espectáculo más increíble. No se puede hacer nada más para impresionar. Ahora la conversación nos tiene que llevar al siguiente nivel. ¿Qué viene ahora? ¿Cómo van a apoyarnos? Las mujeres, en todo el mundo, queremos continuar adelante. Estamos listas para tener la igualdad salarial”, reclamó Rapinoe en la conferencia de prensa posterior a la final ganada por 2-0 ante Holanda.
Se trata de la jugadora más laureada y casi la voz de todas las jugadores de fútbol de esta época. Es la misma que el 8 de marzo pasado durante el Día Internacional de los Derechos de la Mujer había denunciado junto a otras 27 jugadoras a la Federación Estadounidense de Fútbol (USSF) por discriminación ante un tribunal de Los Angeles y pidieron paridad con los premios del equipo masculino.
Es la misma mujer de 34 años, quien unos días antes de esa declaración dijo que la Fifa les faltaba el respeto a las jugadoras estadounidenses y holandesas por haber programado la final del Mundial femenino el mismo día que las finales de la Copa América y de la Copa de Oro de la Concacaf, quitándoles visibilidad.
Es la misma jugadora que patea para el club Seattle Reign, abiertamente homosexual y activista LGTB (su pareja es la mega estrella del basquet Sue Storm), y la que no canta el himno ni se pone la mano en el pecho para protestar contra la política de Donald Trump en relación a las minorías. De hecho fue una de las primeras en solidarizarse con el jugador de fútbol americano, Colin Kaepernick, quien decidió poner una rodilla en la tierra cada vez que sonaba el himno como rechazo a la violencia policial contra los afroamericanos en su país.
Rapinoe anticipó durante el Mundial que de ganar el cuarto título con Estados Unidos, no iría a celebrar "a la puta Casa Blanca".
Es la misma deportista a quien Trump "toreó" con un "Debería ganar primero antes de hablar ¡Termina el trabajo!”.
Ayer junto a su compatriota Alex Morgan, dio entrevistas en su país. Y en relación al cruce de tuits con Trump ironizó en ESPN, con todo el oro encima: "Cumplí con mi parte".
Los reclamos políticos que protagonizó antes y durante el Mundial no le impidieron brillar futbolísticamente. Fue tan goleadora como Morgan y como la inglesa Ellen White (las tres convirtieron seis veces), pero Rapinoe se quedó con el botín de oro por su mejor promedio de gol (los hizo en cinco partidos, mientras que las otras jugaron seis).
Morgan y Rapinoe insistieron con la necesidad de cambiar cómo la gente ve el fútbol en general. "Queremos cambiar el mundo. La forma en la que la gente nos mira, cómo la gente mira a las chicas y chicos jóvenes. Queremos cambiar el juego para siempre".
Lo que dejó la octava edición del Mundial
Si bien la inversión de Fifa en los mundiales sigue siendo desigual (26 millones de euros para los 24 equipos femeninos y 356 millones para las 32 selecciones masculinas), el presidente Gianni Infantino finalmente vio el negocio y prometió elevar la cifra de euros y de equipos para el próximo mundial en 2023 (la sede se eligirá en 2020, ya hay 9 candidatas: Argentina, Australia, Brasil, Bolivia, Colombia, Japón, Sudáfrica, Corea del Sur (en conjunto con Corea del Norte) y Nueva Zelanda).
A decir por la catarata de reivindicaciones, parece que las jugadoras le harán marca personal a Infantino para recordárselo. Porque en Francia no sólo habló Megan Rapinoe. Antes se había hecho oír la última balón de oro, la estrella noruega Ada Hegerberg, quien no acudió al Mundial aduciendo discriminación en condiciones de trabajo en su país.
También la goleadora brasileña, Marta y sus compañeras Cristiane y Formiga, interpelaron a sus pares jóvenes durante la Copa. "¡El fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir, valórenlo!
Si bien las argentinas son dirigidas por un varón como Carlos Borrello, en esta copa hubo 9 técnicas: un récord.
Y las albicelestes lograron una visibilidad como nunca se había dado. No sólo se codearon con la selección masculina antes de partir en Ezeiza, sino que más de un club del exterior ya les hizo ofertas con contratos a precio profesional (tal el caso de la arquera rosarina, Vanina Correa). Y los futboleros y futboleras de todo el mundo se detuvieron a verlas y empezaron a identificarlas. Se calcula que más de mil millones de telespectadores en el mundo siguieron los partidos y que la afluencia a los estadios fue superior al 74%.