Si alguna vez hace falta volver a preguntarse por qué Argentina nunca ganó la Copa Davis, todas las respuestas anteriores recaerán, se fusionarán, en una sola: porque ni los jugadores, ni sus entrenadores dejaron el vedettismo de lado para apostar por la tan ansiada Ensaladera de Plata. Ni siquiera David Nalbandian, que de tanto quererla, creyó que se había transformado en el dueño. Resultado: estalló en mil pedazos la precaria relación entre deportistas que están acostumbrados a transitar solos por el mundo sin tener que darle demasiadas explicaciones a nadie, ni compartir momentos propios de equipos que inexorablemente necesitan de la convivencia para fortalecerse.
¿A qué viene todo esto? Nalbandian no está, Del Potro dijo que sí, Mónaco es su amigo, Schwank se acomoda a todo y a todos, y Berlocq todavía está en la cola de la caja en la que se paga el derecho de piso. ¿Cuál es el problema entonces?
Es probable que un psicoanalista se haga un festín si se inmiscuye en la historia de los deportistas argentinos que jugaron y juegan la Davis.
Se intentará, irresponsablemente y sin el mínimo rigor científico, establecer el juego freudiano del ello, el yo y el superyó que, una vez más, atenta contra las chances argentinas de ganar la bendita Copa Davis.
Podrían descubrirse en el inconsciente (no es una redundancia) las verdaderas razones de las actitudes de los deportistas y muchos de sus entrenadores. El yo intenta mediar, sin ningún resultado, entre el ello y el superyó.
Parece increíble que todo este desarrollo tenga que ver con el anuncio de una semifinal de Copa Davis. Pero es que resulta hartante, a esta altura, que siempre haya un motivo para reciclar todos los ruidos, avaricias, mezquindades, miserias, egoísmos y más que caracterizan al tenis argentino de Vilas y Clerc para acá.
No se trata de exigirles patriotismo -no es patriótico jugar al tenis-, ni de pedirles que dejen sus intereses de lado para conseguir lo que la mayoría de los amantes criollos del tenis desea mucho más que ellos.
Sólo se les intenta sugerir que se sinceren, que den la cara, que no se escondan detrás de lentes oscuros ni oficien de segundas guitarras, típico de cobardes monjes negros, cuando en realidad son los que toman las decisiones o en todo caso deterioran un poco más la precaria y casi inexistente convivencia que necesita un equipo para lograr un objetivo.
Ante una duda se pueden consultar a los jugadores españoles Rafael Nadal, David Ferrer, Feliciano López, Fernando Verdasco, Marcel Granollers, Emilio Sánchez Vicario, su hermano Javier, Nicolás Almagro, Sergio Casal, Sergi Bruguera, los hermanos Albert y Carlos Costa, Tommy Robredo, Juan Carlos Ferrero, Carlos Moyá, Sergi Bruguera, Alberto Berasategui...
Es el anuncio de la semifinal de la Davis. Daba lo mismo que arrancara Del Potro o que abriera la serie Mónaco, que jugara Stepanek o Rosol (ver sorteo, material aparte).
La semifinal se inicia a las 10.30 en el Mary Terán de Weiss del Parque Roca de Buenos Aires. A esta altura es imposible pedir lo que la historia demuestra que nunca se consiguió.
Sólo queda la esperanza de que la apuesta por las individualidades termine encontrando la llave para hallar el trofeo tan preciado.
Las individualidades permiten tener esperanzas de superar al poderoso equipo checo; el equipo no. Como siempre. l