Es indudable que una nueva caída de Newell’s intranquiliza. Es la cuarta en los últimos cinco partidos, con apenas un triunfo en el medio. El promedio sigue en picada, el riesgo crece y los ánimos se alteran. En medio de esa realidad compleja, el conjunto rojinegro dio algunas señales de que puede reincorporarse. La predisposición que mostró frente a River no la había tenido en anteriores presentaciones. Durante un tiempo fue un conjunto aplicado y concentrado, en procura de conseguir un triunfo que le hubiese dado un empujón anímico valioso, siendo que del otro lado estaba un plantel de enorme jerarquía individual y colectiva. Con la derrota consumada, la sensación es que todo salió mal. No fue tan así. La actitud es una de las cuestiones a rescatar, un comportamiento que no venía teniendo y que necesita extender en el tiempo para intentar que el cierre del año sea con una sonrisa.
Newell’s se aferró a un plan, convencido de lo que debía hacer. Así fue capaz de equilibrar las acciones frente a River, tratando de cerrar los espacios en su propio campo y siendo vertical y punzante al momento de atacar. Hubo fallas, pero propias de las limitaciones. En mucho menor medida fueron a causa de desatenciones. Es que el equipo estuvo atento y metido. No había margen para equivocarse, considerando el poder ofensivo del conjunto de Marcelo Gallardo.
Esta postura le permitió a la lepra ser competitiva, más allá de los altibajos y de rendimientos individuales flojos. Jugó con autoridad. Trastocó la imagen dubitativa de la fecha anterior frente a Argentinos (0-1) y un poco más atrás en los encuentros contra Talleres (0-1) y Gimnasia (0-4), en lo que fue la peor actuación en cuanto a demostración de temperamento.
Newell’s metió, mantuvo juntas las líneas y se esforzó para recuperarla hasta con aquellos que no son los más aptos para tal tarea. Mauro Formica fue uno de esos casos. Se prodigó para colaborar en la marca. Corrió bastante. Al final se cansó y fue reemplazado en el segundo tiempo. Para lo que venía dando, mejoró.
El regreso de Julián Fernández luego de la fecha de suspensión contribuyó para que Newell’s fuese agresivo sin la pelota, si bien en ocasiones salió a cortar a destiempo y robó menos que en otros actuaciones que lo convirtieron en un indispensable del equipo.
El decaimiento general de la lepra en el segundo tiempo conspiró con la idea de estar atento frente a cada intento del rival. River además mejoró mucho con el ingreso de Juan Fernando Quintero, que metió pases que lastimaron a la última línea rojinegra. Newell’s retrocedió en el campo. Achicó hacia atrás, pero no fue capaz de entorpecer al millonario.
Sin contención y perdiéndola rápido cuando la recuperaba, Newell’s entró en un terreno peligroso. Lejos había quedado el 2 a 0 parcial con los goles de Cristian Lema y Luis Leal, con el posterior descuento rápido de Ignacio Fernández. La segunda etapa fue un partido bien distinto para Newell’s.
El equipo perdió consistencia. El desgaste hizo mella en el físico de unos más que en otros. El caudal de variantes de River hizo el resto. Ya no alcanzó con las ganas para que la lepra consiguiera al menos un empate.
La disposición de no dar ningún resquicio, conservar el orden, asociarse y ser agresivo con y sin la pelota le duró un tiempo. Esa es la base sobre la que tiene que encarar los dos últimos partidos antes del receso, frente a Atlético Tucumán e Independiente, ambos de visitante. El promedio no admite relajarse bajo ningún punto de vista.