En 2003, la actriz inglesa Kate Winslet denunció el retoque de una portada donde aparecía su foto. Y no conforme con eso, dos años después, con 40 años y siendo madre de tres hijos firmó un contrato con L´Oreal para ser la embajadora de Lancome, pero con la condición de que figure una cláusula por la que los anuncios e imágenes debían publicarse sin retoques digitales. De este modo, la protagonista de Titanic se convirtió en una de las mayores detractoras del uso de photoshop: una de las pocas famosas que acepta las imperfecciones del propio cuerpo, el paso del tiempo y se opone a imágenes con dientes de un blanco ridículo y una piel y curvas imposibles.
"Creo que tenemos una responsabilidad con las generaciones de mujeres más jóvenes", había dicho Winslet.
Ahora, el tema lo abrió en el deporte un mujer de carácter tan firme como la actriz: se trata nada menos que de Serena Williams, la tenista que perdió este último sábado la final de Wimbledon contra la rumana Simona Halep (quien en sólo 56 minutos la derrotó en un doble 6-2).
Serena perdió pero antes, durante y después de todo torneo no deja de estar en boca de todos: por su tenis y sus históricos reclamos. Es que la mujer negra que supo ser siete veces campeona de Wimbledon, quien encabezó por más de 300 semanas el puesto de la mejor del mundo, pero quien tras ser madre descendió (hoy está en el 9° puesto del ránking), aceptó mostrar sus musculosos glúteos semidesnudos para la tapa de la edición de agosto de la revista norteamericana de modas Harper´s Bazaar, pero con su cuerpo real. Además escribe, se defiende y con ella a su género.
Serena no es cualquier mujer ni cualquier deportista. Se trata de quien desde hace tiempo desafía al conservador deporte blanco vistiéndose colorida y con tules; la que tenía apenas siete años cuando escuchaba que a ella y a su hermana Venus, únicas niñas negras donde jugaban, las llamaban descaradamente como "Blacky- Blacky".
La que tras sufrir una embolia en el parto de su hijita Olympia visibilizó un drama: que en Estados Unidos el riesgo de muerte de las mujeres negras embarazadas y parturientas es hasta cuatro veces mayor que las blancas por cuestiones económicas y destrato profesional.
Se trata de quien no hizo alusión a su bonito nombre cuando se enojó y hasta le gritó "ladrón" a un juez, en la final del Abierto de Estados Unidos de 2018 donde perdió ante la japonesa Naomi Osaka por 6-2 y 6-4, un hecho por lo que fue criticada y hasta ridiculizada en una caricatura del periódico Herald Sun.
Ahora en la tapa de esta revista, que no se caracteriza por ser justamente feminista pero que en el último tiempo abrió el juego a la problemática, Serena, de 37 años, se muestra y contraataca. Se la ve dando la espalda, envuelta en una capa dorada de Ralph Lauren, con su imponente metro setenta y cinco de altura sobre unos tacones al tono.
Deja ver sus piernas gruesas y fibrosas, parte de su ancha cola y de su rostro contorneado por una felina cabellera. Desafiante, Serena mira a la cámara de Alexi Lubomirski, un fotógrafo británico y noble polaco (conocido por tomar las fotos oficiales de la boda del príncipe Harry y de figuras del espectáculo mediático de la talla Natalie Portman, Charlie Theron y Gwyneth Paltrow).
Pero en este caso, el brillo de la estrella de tapa sirvió como antesala a una de nota en la que esta mujer explica en primera persona cómo perdió esa polémica final, la analiza desde una mirada de género y se hace preguntas:
"¿Por qué no puedo expresar mis frustraciones como todos los demás? Si yo fuera hombre, estaría en esta situación? ¿Qué me hace sentirme tan diferente? ¿Es porque soy mujer? Me dije a mí misma: has pasado por mucho, has soportado tanto, el tiempo me permite curarme y pronto será sólo otro recuerdo que me hizo la mujer fuerte, atleta y madre que soy hoy".
Más adelante reconoce, lúcida, algo que de tan común y reiterado parece característica natural de las mujeres: "¿Por qué cuando las mujeres se apasionan, se las llama emocionales, locas o irracionales y cuando los hombre hacen lo mismo son vistos como apasionados y fuertes?". Y finalmente cuenta que le pidió disculpas a su rival japonesa, al entender que su enojo con el árbitro del partido tapó la gloria que Osaka debió haber vivido. Dice que la japonesa le contestó: "Nadie se ha defendido por sí misma de la manera en que lo has hecho, necesitamos que sigas abriendo caminos".
Serena concluye en la nota, ya sin culpa con Osaka, que es "vergonzoso que a las mujeres se las paralice sólo por ser ellas mismas" y promete: "Nunca dejaré de alzar mi voz contra la injusticia". Y cumplió. Luego de perder la final contra Halep el sábado en Wimbledon twiteó: "El día que pare de luchar por la igualdad estaré en la tumba". Serena con cuerpo y voz real: sin retoques.