Londres.- El suizo Roger Federer reescribió hoy la historia del tenis al
convertirse en el único jugador en ganar 15 títulos de Grand Slam, tras derrotar al
estadounidense Andy Roddick por 5-7, 7-6 (8-6), 7-6 (7-5), 3-6 y 16-14 en la final del torneo de
Wimbledon.
Federer rompe así el empate a 14 que mantenía con el estadounidense Pete Sampras, heptacampeón
en la hierba de Londres y presente hoy en tan histórica cita del 5 de julio de 2009.
A las 18.27 horas y tras 4 horas y 18 minutos, Federer, de 27 años, se convirtió en el tenista
más exitoso en los cuatro grandes al ganar su sexto Wimbledon, y además recuperó el número uno del
ranking mundial sucediendo al español Rafael Nadal, campeón el año pasado y que hoy contempló la
final desde su casa, recuperándose de la lesión que le impidió defender el título.
Con dos aces y dos saques ganadores se apuntó Roddick el primer juego del partido. Una señal
inéquivoca de lo que iba a ser el partido del estadounidense, con el servicio bien armado durante
todo el torneo. Hoy no iba a ser una excepción.
Federer no sufría tampoco con el saque. Pero ambos eran mucho más que el servicio. Acertadas
subidas a la red, buen juego de fondo, letales passings. Un equilibrio absoluto. Roddick no era un
mero invitado a la cita con la historia de Federer.
Conforme se acercó el final del set, el suizo presionó el saque de su oponente. Con 5-5 dispuso
de los primeros puntos de quiebre, hasta cuatro, todos salvados por Roddick con ayuda de servicios
a 220 kilómetros por hora.
Roddick sobrevivió con su saque y con 6-5 aprovechó su oportunidad de quiebre para llevarse la
manga. La fiesta de Federer, amenazada. En el palco real, Sampras, con síntomas visible de jet-lag
por su viaje desde Los Angeles, se preguntaba quizás: "¿Para qué hice tantas horas de vuelo?". A su
lado, el español Manolo Santana, el mítico australiano Rod Laver -ganador dos veces del Grand Slam-
y el sueco Bjorn Borg. Cuarenta Grand Slams juntos en una fila. La historia viva del tenis no se
quería perder un acontecimiento que, de momento, no era tal.
Roddick, inabordable en el saque, llevó la segunda manga, tensa, equilibrada hasta el tie-break.
Con 6-2 y cuatro puntos de quiebre, tuvo a Federer caído, entre las cuerdas, sangrando. Pero con
una mala volea alta de revés desperdició el último set point y Federer se levantó para ganar el
set.
En cinco minutos, el suizo había pasado de estar al borde del precipicio a respirar, a estar
vivo. Por eso lo festejó con un grito de ánimo, un “¡come on!” (¡vamos!) mirando a su
mujer, embarazada, sufriente, atenuado por la ovación de las 15.000 personas de la central, que
querían indisimuladamente el triunfo de Federer para poder decir: “Yo estuve allí el 5 de
julio de 2009, el día que Federer reescribió los libros de historia del tenis”.
El tercer set discurrió igual: una sucesión de juegos hasta el tie-break decisivo. Federer, el
rey del desempate, lo volvió a ganar, más cómodamente que antes.
Federer estaba a un set de la gloria. Pero el renovado Roddick no estaba dispuesto a ponerse a
aplaudir, y quebró al suizo para ponerse 3-1 arriba en el cuarto. La final no iba a ser quizás tan
dramática como la de Nadal y Federer hace un año, pero iba a estar cerca.
Ni el viento ni el sol querían perderse el momento: el triunfo de Federer o el gran golpe de
Roddick, ansioso de recuperar para sí los focos del mundo del tenis como en 2003, una concesión
entre la era Sampras y la era Federer.
Con un saque ganador y el puño en alto, Roddick, de 26 años y sexto jugador mundial, llevó la
final al quinto set. En las dos anteriores en las que habían chocado en el césped del All England
Club, en 2004 y 2005, el estadounidense había perdido en cuatro y tres sets, respectivamente.
Ya no iba a haber tie-break en el quinto. Federer había sido incapaz de quebrar el saque de
Roddick en todo el partido. Debería hacerlo al menos una vez si quería ganar el número 15.
El partido era ya una disimulada guerra de nervios entre ambos, firmes con el saque. Roddick
estaba ante el partido de su vida. El también podía pasar a la historia si vencía así su segundo
grande.
Con 8-8 Federer cedió dos puntos de quiebre. Se asomó a la cornisa, pero el estadounidense no lo
empujó. El actor Russell Crowe y el director de cine Woody Allen, presentes en la
catedral del tenis, hacía tiempo que no veían tanto suspenso.
Los aces (50) mantenían al suizo en el partido. Y con 15-14 llegó su oportunidad de quiebre, de
partido, de título, de ganar el 15. Un error no forzado de Roddick le dio la gloria a Federer.
(DPA)