El box, el fútbol, el rugby y el fútbol americano son algunos de los deportes que desde siempre pusieron en juego la cabeza. Y a los golpes continuos se les está prestando especial atención al punto de tomar medidas concretas contra los cabezazos y hasta se elaboran protocolos en caso de que algún deportista los padezca gravemente en un partido.
Días atrás los golpes se pusieron en cuestión nuevamente cuando se supo que el ex boxeador argentino Víctor Palma pelea a sus 64 años contra el Parkinson. Se trata de la misma enfermedad con la que convivió por tres años y hasta el fin de su vida Muhammad Ali. El que se autodefinía como “El más grande” recibió y dio golpes por 39 años sobre el ring, en 61 combates profesionales. Calculó que le habían dado alrededor de 29 mil impactos en la cabeza, pero se negaba a relacionar al Parkinson con el boxeo: decía que hubiera padecido la enfermedad igual, aunque hubiese sido panadero. ¿Habrá sido así?
Volviendo al fútbol. El año pasado se conoció una investigación financiada por la Federación Inglesa (FA) y el sindicato de jugadores ingleses (PFA) que comprobó en 18 meses de estudio que los futbolistas tienen 3,5 más de posibilidades de sufrir enfermedades neurológicas que el resto de la población. Entonces la Premier League envió una notificación a 20 clubes para alertar sobre los efectos que tienen los cabezazos en la salud mental y para que decidan qué medidas tomar en las inferiores.
En 2015, la Federación de Fútbol de Estados Unidos también fue alertada sobre los riesgos de cabecear frecuentemente, prohibió que los/as niños/as menores de 10 años cabeceen en partidos y que se les enseñe a hacerlo. Relacionaron esa práctica frecuente con la conmoción cerebral y los trastornos de algunas funciones cognitivas.
En el fútbol americano la discusión no fue ajena y hasta se llevó a la pantalla del cine. El médico nigeriano Bennet Omalu documentó a partir de 2002 el vínculo entre ese deporte, los golpes en la cabeza y la encefalopatía traumática crónica (una forma neurodegenerativa de demencia). La investigación del médico fue resistida por circulos y mercados deportivos y toda la historia se retrató en “Game Brain” (traducido como “La verdad oculta), un filme que protagonizó Will Smith.
A esta altura de los cabezazos algún futbolero se preguntará “¿qué? No van más los goles de cabeza?”, “¿nos tenemos que olvidar de golazos como el de Tata Brown en la final del 86, en México, contra Alemania?” .
Calma. Nada de eso. “El tema es no ser temeario y sí prevenir”, le dijo a Ovación el neurocirujano José Nallino, jefe del Servicio en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca).
El médico se remite a varias décadas atrás para hablar de la relación de los golpes en la cabeza y el boxeo. “Ya en el año 1928 se comenzó a estudiar esto. Se analizó que el nocaut es lograr la pérdida de conciencia o aflojamiento de las piernas del rival para producir las caídas. Y se comienza a hablar allí de las encefalopatías crónicas traumáticas, en traumas reiterados”, remarcó Nallino antes de insistir en más de una oportunidad que los boxeadores profesionales son uno de los grupos de riesgo, de tantos que hay, como también el hockey sobre hielo o el kick boxing.
“En el deporte amateur la cosa es distinta: se busca la diversión, la distracción y padres, técnicos y médicos deportólogos deben estar atentos, cuidar las cabezas, tanto como las rodillas y la espalda, tomar precauciones, hacer usar protectores, cascos. Pero no son lo mismo los golpes reiterados o un golpe grave que puede requerir una intervención que un trauma leve. Ahora bien, aún en los traumas leves, si un deportista pierde la conciencia o se desmaya, la medida básica es sacarlo del juego, dejarlo reposar y mantenerlo en observación, si es necesario hasta quince días. Hay protocolos, los médicos los conocen”.
En cuanto al Parkinson o al Alzheimer subrayó: “Esas son enfermedades degenerativas con causas desencadenantes y factores predisponentes, genéticos o no. La encefalopatía crónica traumática es otra cosa, con síntomas que van desde trastornos del ánimo, agresividad, depresión y hasta síntomas parkinsonianos, que no es lo mismo que Parkinson”.