La de ayer no pareció una jornada de Copa Davis. Se sabe que en este torneo las pulsaciones se
aceleran a un ritmo más vertiginoso y con mucha más facilidad, pero en esta ocasión no todo fue
así. La entrada al Parque Roca fue todo un indicio. La poca gente que esperaba minutos antes del
inicio de la serie permitía caminar por las afueras del predio sin mayores dificultades. Es más,
mucha gente recién adquirió su entrada ayer por la mañana.
Todo fue más elocuente dentro del estadio Mary Terán de Weiss. Un detalle: la inmensidad de
las tribunas (albergan alrededor de 14 mil espectadores) hizo que los cerca de 8 mil que finalmente
asistieron no ayudaran para contrarrestar el sentimiento de desolación que existió. Esa misma
cantidad de gente hubiera abarrotado (muchos hubiesen quedado afuera) el Lawn Tennis.
Una cuestión a tener en cuenta es la ausencia de Andy Murray, un jugador de jerarquía, que
seguramente pudo hacer mermar el caudal de gente. Y hay una realidad incontrastable: Gran Bretaña
no aparecía como un rival que invitara al morbo del sufrimiento. Es más, la primera vez que se
escuchó el tradicional "vamos, vamos Argentina..." fue en el cuarto game del segundo set en el
partido entre Nalbandian y Baker, cuando el europeo, por primera vez, llegó a ponerse 40-40.
Lo de la amenaza del tiempo es relativo. Aquel que hubiera tenido la entrada, ningún nubarrón
lo hubiese detenido.
Además, dentro de unos días comienza la Copa Telmex, en el Buenos Aires y por allí el
bolsillo no da para tanto y muchos se guardaron para las próximas series de local que seguramente
ofrecerá este año la Copa Davis. Allí la cosa será distinta. Todo se vivirá como la ley manda. l