Esta es la historia de una mujer que se largó a recorrer el mundo en bicicleta. Y sería una como tantas otras, de desafíos y aventuras, si no fuera porque la protagonista lleva más de 15 mil kilómetros pedaleando, sin haber hecho un entrenamiento deportivo previo, y acompañada de su hijito de apenas 4 años. Esta es la historia de Lina Zulay, de 27 años, veterinaria, mochilera y ciclista que lleva consigo a su niño, Adrián, y el carrito que lo transporta: 100 kilos en total, que Lina, que sólo pesa 43 kilos, tracciona por todo tipo de geografía sin importarle los tiempos ni las distancias.
Juntos partieron el 15 de enero de 2018 desde Bogotá, ya atravesaron Ecuador, Perú, Bolivia y entraron al país por el norte argentino. Estuvo unos días parando en lo de un amigo en Villa Gobernador Gálvez. Desde allí dijo: “Apenas pare de llover nos vamos para Uruguay con miras de seguir a Paraguay, Brasil y alguna vez llegar a Europa y a Asia, calculo que allí será el momento de parar un poco para que mi hijo se escolarice”, le dijo días atrás Lina a Ovación.
Luego de eso hizo una hora de dedo hasta que alguien la cruzó a ella, a su hijo y todo su equipaje por el puente Rosario-Victoria (porque no está permitido cruzarlo en bicicleta) y el jueves estaba en Basavilvaso (Entre Ríos) y tenía previsto estar pronto en Gualeguaychú y en la frontera. “Porque para renovar el permiso de turista nos cuesta 1.500 pesos a cada uno y no tenemos ese dinero”, confesó la mujer dispuesta a pedalear sin parar.
La expedición de Lina no es lo único curioso de esta historia, sino enterarse que nació y se crió en Madrid, pero no en España, sino en una población que explota la floricultura y está ubicada a 21 kilómetros de Bogotá, en el departamento de Cundinamarca.
“Sería como Villa Gobernador Gálvez para Rosario”, explicó para que los extraños entiendan de distancias y dimensiones. Allí empezó todo y lo va contando con crónicas, videos y fotos que cuelga en “Creciendo en la ruta”, por facebook. “Esperamos seguir con nuestra aventura por otros continentes en busca de un sueño, el de conocer el mundo a través de un pedal y transformar nuestra aventura en algo inolvidable, romper los esquemas y demostrarle al mundo que somos mujeres, madres y somos más fuertes de lo que creemos”, se lee en la carta de presentación, donde destaca su condición de mujer y no por casualidad.
“Tal vez para un hombre podría ser más fácil hacer esta travesía, las mujeres siempre están más desprotegidas, pero no voy sola y eso me emponderó: no tengo miedo, no me estresa ocuparme de mi hijo, ni andar con poco dinero, ni dormir en Iglesias, diques, campings o comer en cualquier sitio: hemos contado sólo con gestos amables de mucha gente y no se necesita más que ganas de andar”, dijo esta mujer morena y menuda con un piercing en la nariz.
“El papá de Adrián, un cordobés, fue parte del viaje, pero en Bolivia nos dejó: no dudé en seguir”.
“Mística” se llama la bicicleta que pedalea a razón de 50 kilómetros por jornada. Es rodado 29.5, fabricada en Uruguay por una empresa que es su único sponsor. Va enganchada de un carrito, con banderas de cada país visitado y un pañuelo verde donde da muestras de su costado feminista. En el trailer viaja y duerme, Adrián, quien en el equipaje cuenta con su mini bici que echa a andar cada vez que paran en un espacio verde: un nene con miles de “plazas” para bicicletear y que incorpora a su castellano, términos de cada país.
“Sólo una vez pinché la goma de atrás y me regalaron otra unos europeos. La de adelante va intacta. Pero no me preocupa, si algo se rompe se arregla; no llevo mucho equipaje, nada es esencial: sólo Adrián,de todo lo demás puedo prescindir”, dice Lina mientras muestra sus pequeños bultos y su celular, con el que saca fotos, transforma en postales y vende para sobrevivir. Se complementa con su profesión de veterinaria para realizarles castraciones o desparasitaciones a animales que encuentra por el camino y también de vender artesanías.
Pero, además, acumuló a lo largo de los kilómetros gestos solidarios de mucha gente que los cobijó con casa y comida sin pedir nada a cambio. “Viajamos con poco, pero felices. No entreno, sólo pedaleo y no nos enfermamos nunca”, dijo Lina como mejor muestra de que el viaje les hace bien y que seguirán en dos ruedas “hasta que el cuerpo aguante”.