Entre lágrimas, abrazos y reconocimientos que se salieron de protocolo. Aplaudida, honrada por todos los que estaban a su alrededor. Así se retiró Paula Pareto de Tokio 2020 en su última incursión en un tatami olímpico. Así se retiró de la función en la máxima cita del deporte mundial quien es, definitivamente, una de las más grandes deportistas de la historia argentina. Gigante en su 1,48 metro, a los 35 años y haciendo un esfuerzo descomunal otra vez por lesión, prefirió la despedida “in situ” y no desde la enfermería, dejando todo en el repechaje por el bronce ante la portuguesa Catarina Costa en -48 kilos. Se fue de Tokio 2020 Paula Pareto, la judoca a la que quieren todos, acá y en todos lados, no sólo por sus condiciones como atleta sino por su humildad, simpleza y sobre todo, por su don de buena persona. La Peque, que trascendió más allá de sus medallas es hoy un ícono indiscutible, la síntesis perfecta de los valores olímpicos.
Hace cinco años, en los Juegos de Río de Janeiro 2016, Paula Pareto se convirtió en la primera mujer argentina en colgarse una medalla dorada. Aquella emoción y aquel recuerdo único, dijo, quizás provocaban estas lágrimas, las de Tokio y seguramente también los años de sacrificio, de superación, de trabajo incansable. Porque Paula Pareto no es sólo esa medalla de Río, como si fuera poco, es doble medallista olímpica por aquella otra de Beijing 2008, de bronce. Es medallista mundial y campeona panamericana. Y es, básicamente, más de 15 años en la más alta élite mundial con un reconocimiento nacional e internacional casi inédito para un deporte tan amateur como el suyo.
Este viernes, en la Ceremonia de Apertura de Tokio 2020, el Comité Organizador y el Comité Olímpico Internacional (COI) se guardaron una sorpresa: los nombres de los seis deportistas que portarían la bandera olímpica al final de la noche. Ahí apareció ella, representando al continente americano. Lo merecía y se hizo justicia. Desde Beijing que en cada previa de Juegos Olímpicos se debatió si la Peque podría ser o no la abanderada argentina en esa noche tan especial como es la de la apertura de unos Juegos. Se hacía imposible. Por su deporte y por el lugar que ocupa en el calendario, a Paula siempre le tocaba salir a escena en la mañana siguiente. Una Ceremonia de Apertura implica demasiadas horas de pie que Pareto nunca priorizó por sobre lo que iba a buscar, la competencia deportiva. Lo de este viernes, vino a reparar todo aquello y también la puso en lo alto con esto: nunca un deportista argentino había llevado la bandera olímpica.
Para dar con ese privilegio Paula fue elegida por lo que representa como atleta pero también por su trabajo como médica. Si bien se especializa en traumatología, su labor incansable durante la pandemia le hizo ganar ese lugar. Hoy, su profesionalismo y entrega como trabajadora de la salud son otro mensaje. Se recibió y se construye desde una profesión esencial. Dicen que la Peque ya tiene varias ofertas para seguir trabajando en el judo si así lo quisiera, incluso para la Federación Internacional. Pero hay que ver en qué lugar va a quedar esa otra pasión. Si se dedicará a pleno o no. Sólo ella lo sabe.
Durante el tiempo que lleva la pandemia por coronavirus en el mundo, aunque especialmente en los momentos de confinamiento estricto, Paula impresionó mostrando el día a día en sus redes sociales, entrenando de manera durísima en su pequeño departamento, haciendo malabares para aprovechar los espacios y dejando boquiabiertos a todos los seguidores por sus destrezas. Hace dos años, en los Juegos Panamericanos de Lima, Paula no pudo salir a competir por medalla de bronce, también por lesión. Aquello le demandó también una operación y la certeza de que si quería llegar a Tokio no podía relajarse un segundo. Ella misma remarcó en esta madrugada de sábado, que muchas veces se vio lejos de estos Juegos. Pero entró, por ránking, ya no siendo la gran favorita como en otros momentos, pero consciente de que aquello que no tenía en números, lo tenía en sapiencia.
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Tras ganar los combates ante la sudafricana Geronay Whitebooi, por los 16vos de final y ante la eslovena Marusa Stangar, por octavos, Paula Pareto salió al tatami en la tarde de Tokio disminuida por dolencias en el codo izquierdo y cayó ante la portuguesa Catarina Costa por waza-ari. Ya había perdido Paula, ya lo sabía. Pero se quedó tomando de las manos a su rival, reconociéndola, antes de fundirse en un abrazo interminable con su entrenadora Laura Martinel y antes de que la abracen más y más a cada paso que dio en el recinto. Se fue con diploma olímpico, pero sobre todo, con ese reconocimiento que traspasa cualquier podio y que ya la posicionó en el sitial de los grandes de la historia.
“Perdón, no se dio, hice lo que pude, pero es deporte (…) Creo que la tristeza también es parte de tantas alegrías, así que vale. Es una chica divina con la que luché, se merece también que le vaya bien (…) Gracias a ese podio que nos hizo tan felices a todos (el de Río 2016) es que estoy así (llorando). Así que dentro de todo es bueno. No me veía compitiendo en estos Juegos pero creo que fui fiel a mi principio de dar todo hasta la última gota”, dijo la Peque ya en los instantes finales de su paso por el estadio Nippon Budokan.
Fue el final de la historia olímpica e internacional de Paula Pareto. Fue el cierre de una historia maravillosa que ya se está convirtiendo en ejemplo y legado.