"Hay que buscar algo por qué pelear en la vida" Walter Herrmann se empeña es explicar que es una persona normal y que cada uno de los chicos que lo escudriña y lo escucha embelesado tiene idénticas posibilidades si se esfuerza. En definitiva, machaca con la idea de que él y cada uno de los héroes olímpicos son producto del sacrificio, el esfuerzo, el apoyo familiar y defender el camino elegido. Invita el venadense de manos inmensas a no bajar los brazos, no rendirse, creer en un sueño y mantenerse aferrado a la ilusión, a pesar de los problemas que aparezcan, e incluso a los "dilemas", como definió el tremendo momento que le tocó afrontar en su vida personal.
Hoy el campeón olímpico con Argentina en 2004 se encuentra alejado del rectángulo de manera momentánea, pero no descarta volver a jugar dentro de poco, cuando decida ponerle final a los meses sabáticos que se tomó tras su temporada en Obras. "Cuando terminé la Liga pasada le dije a mi agente que a lo mejor frenaba un poco. Los últimos años me la había pasado viviendo en Buenos Aires y mi familia en Venado, por lo que había que buscar los días libres y estar viajando. Preferí parar un poco la pelota, porque ofertas tengo y sigo recibiendo. Quizás en febrero me engancho en un equipo", explica Herrmann, quien revolucionó Atlético Fisherton desde el mismísimo momento en el que el auto en el que viajaba estacionó enfrente del club, cincuenta minutos antes de la charla que brindó en las instalaciones de la institución del oeste rosarino en medio de una movida de Meder, profesores y entrenadores que trabajan a destajo para perfeccionar a los pibes de la ciudad en el deporte.
"Si yo tuviese un equipo de básquet de Liga en mi ciudad estaría jugando. Nunca me retiro del todo porque no tengo la sensación de no querer jugar más, pero también quiero disfrutar de mi familia porque los chicos crecen rápido y no me gusta estar tanto alejado de ellos. Me sigo manteniendo en forma, salgo a correr y como el torneo de la Venadense está terminando, voy a tirar al aro con unos amigos", le cuenta a Ovación en una charla mano a mano. Está claro que no es un ex jugador, y que en cualquier momento llegará la noticia de su incorporación a un equipo. Conserva su físico intacto.
El vicio del básquet lo mantiene a raya con estas charlas con chicos y padres, algo que poco a poco lo apasionó tras estar reticente a hacerlas. "No sé qué voy a hacer cuando termine de jugar. Cuando me propusieron hablar con los chicos, me pareció que sólo con usar internet los chicos podían saber todo sobre mí, lo bueno y lo malo que me pasó. Pero me di cuenta que no, que ahí sólo aparece lo que sucedió cuando uno ya era profesional, que no figuran las horas de trabajo, de esfuerzo, no está el proceso que recorrí ni los obstáculos que debí sobrellevar. Estoy haciendo vida normal en Venado, apadrino una escuelita de básquet y noto que los chicos a veces al no ver el resultado inmediato de su progreso, bajan los brazos. La idea es contarles mis vivencias y que entiendan que todos arrancamos igual que ellos, en los mismos clubes pequeños de barrio. Guiarlos por lo que uno pasó, que busquen objetivos en sus carreras y sus vidas. Yo todo lo que les digo lo viví, nadie vino y me lo contó. Pasé por muchas cosas. La idea es incentivarlos no sólo en el básquet, sino en la búsqueda de algo por qué pelear en la vida, un sueño por alcanzar".
"Todo lo que los chicos pasan a diario nosotros, los que llegamos a profesionales, también lo vivimos. Mucha veces uno por cabeza dura termina siendo lo que es. Si yo decía cuando era chico que iba a vivir del básquet me hubieran mirado como a un loco, porque el básquet no era lo que es ahora. Cada cosa que los chicos viven, lo que cuesta conseguir un par de zapatillas, la pasamos. Ellos ven al ídolo que ganó un torneo pero vos no sos eso, vos sos los millones de horas que entrenaste, las frustraciones que pasás. Y veo que se sienten identificados. Quiero que vean los puntos en común que tienen conmigo. Los padres deben bancarlos en el deporte como los bancan en cualquiera carrera".
Y la charla cumple el objetivo, pasa por diferentes estadíos, hasta que poco a poco permite que chicos y grandes dejen de mirarlo como un extraterrestre. Herrmann no oculta nada, se desnuda de secretos y sentimientos con naturalidad y eso conmueve. "Tenemos una vida normal y el básquet es nuestro trabajo, parece a veces como que el deportista es una computadora y no se tiene en cuenta el factor emocional. En las charlas trato de explicar que nos ponemos mal por cosas que no son tan importantes. Les explico que uno lo aprende cuando atraviesa situaciones muy graves que no tienen solución. No toco el tema muy fuerte ni en detalle porque son chicos y se pueden angustiar", se sincera el venadense que triunfó en las mejores ligas del mundo, pero enfrente de la multitud que llegó a escucharlo, revive el momento más duro de su viva y explica cómo lo afrontó: "Yo estaba en La Plata concentrado para un partido con la selección, llamé para hablar con mi novia y allí me atendió una persona que me dijo que había ocurrido un accidente en el que habían fallecido mi novia, mi mamá, mi hermanita y una amiga de mi hermana. Obviamente son momentos en los que se piensa en dejar todo, pensás en retirarte. Es un proceso y uno entiende con el tiempo que deja de ser un problema porque es algo que no tiene solución. Pasa a ser un dilema, 'o te tirás a llorar o pensás en ponerte objetivos, en llegar a la NBA', como me dijo Sergio Scariolo que era entrenador de Málaga cuando me sumé al equipo después de lo que pasó. Yo después gané diez títulos y jugué en la NBA".
"Por eso me gusta contarle a la gente que no hay que ponerse tan mal por algunas cosas, que son situaciones que hay que esforzarse para sobrellevar. Se lo digo a los chicos pero también a los padres", resume y tiene a todos hipnotizados por sus palabras.
En Málaga también conoció a su esposa, y allí vive su hermana, y por eso le resulta difícil fijar lugar de residencia, "echar raíces", por lo que comparte tiempo entre Argentina y España, y tiene un hijo venadense, una estadounidense y un español. Trata de estar siempre pendiente, lo disfruta, pero también a veces se pasa de sobreprotector: "Estoy constantemente pendiente, incluso cuando juego. Tengo una anécdota en Córdoba en cancha de Instituto. Coincidió que jugamos allí un par de partidos y fuimos con mi familia a visitar a unos amigos. Pero la tribuna de Instituto es bastante empinada y alta, y yo jugando los veía a los chicos que estaban jugando muy al borde del escalón, y yo en medio del partido le hacía señas a mi mujer que estaba hablando con una amiga que los mire. Justo el árbitro pita una falta y recién ahí me miraron. Ellos saben que si no los veo en sus asientos me pongo intranquilo".
Llamativamente, al hijo del ex Charlotte y Detroit por ahora lo apasiona el fútbol. "A mi hijo más chico le gustaba el básquet, pero luego como sus mejores amigos juegan al futbol se apuntó a jugarlo y está fanatizado con Cristiano Ronaldo. Yo lo llevo, lo acompaño porque lo que me interesa es que haga deporte. Es una obsesión que tengo. Creo que el chico que no hace deporte está perdiendo el tiempo. Lógicamente que también estudien, pero que vayan a un deporte y que sus padres lo apoyen".
Y su mirada sobre cómo encarar la competencia en categorías menores quizás también sea una sorpresa: "Yo quiero que los chicos se diviertan, pero estoy convencido de que hay que enseñarles a ganar. Si se pierde porque el rival fue mejor, no hay problema, pero el objetivo debe ser divertirse y ganar. Muchas veces cuando lo digo trato de explicarme bien para que no se entienda mal, porque no sé si tengo la docencia para analizarlo. Yo lo que trato de inculcar es que hay que jugar en equipo. Yo quería ganar siempre, obviamente, no al límite de enfermarse".
Y como ejemplo vale el año en el que jugó en su equipo de la infancia, en el Chanta de Venado (el club Ciudad) el torneo local. "Fue rarísimo. Yo estaba retirado y veía que mis amigos jugaban y después se iban a comer una picada o tomar algo. Por eso me decidí a jugar con ellos, pero salió en los diarios, se habló en Buenos Aires, llegaron las cámaras y generaron una presión tremenda, porque no éramos candidatos ni mucho menos porque hay equipos que se refuerzan bien. El básquet es un deporte de equipo, así que reuní a mis amigos y compañeros y des dije que no habíamos ganado nada, que porque yo juegue no íbamos a salir campeones. En un momento la pasé mal, porque era mucha dependencia de darme la pelota, dije nunca más, no reniego más (se ríe). La pasamos bien al final porque salimos campeones, pero había veces que estaba tan nervioso que vomitaba antes de los partidos. Chanta, hacía 13 años que no salía campeón de primera, pero es un equipo que hace buen trabajo en inferiores y tiene la escuelita llena de pibes".
Por eso tal vez, a la hora de elegir sus mejores recuerdos ligados con el básquet son de cuando era chico, de cuando picaba la pelota desde su casa o la de su abuelo hasta la cancha. "Si la podés picar en esas veredas, en las canchas va a ser más fácil", le decía su técnico.
La despedida deja otra enseñanza: "Si tengo que elegir los mejores recuerdos, son de cuando era chico. Me fue muy bien acá en la Liga, en Europa también, en la NBA me trataron bárbaro, gané muchos títulos, la pasé muy bien, pero el disfrute es en formativas, porque cuando sos profesional tenés mucha presión y gran carga en cada partido. Y quiero que los chicos sepan eso y lo disfruten ahora".