¡Qué le van a hablar de amor! ¡Qué le van a hablar de amor a Nadia Podoroska! Justo a ella, que ama las grandes batallas, que ama ser valiente, que ama llevar su mejor tenis como bandera. Ahí, en el Foro Itálico, a metros de la Arena de los gladiadores romanos, a metros del Coliseo, la rosarina (número 44 del mundo) lo hizo de nuevo. Le pegó otro golpe a la historia y apretó el puño de vencedora, el puño de las que salen airosas y sonrientes porque han ganado otro territorio. Sí, Nadia Podoroska lo hizo otra vez, pero más perfecto que nunca y le ganó a la que para muchos es la mejor tenista de todos los tiempos, la inconmensurable Serena Williams, leyenda viva del tenis.
Nadia tuvo otro día soñado en su carrera, por la segunda ronda del Masters 1000 de Roma. Soñado y hecho carne. Porque el triunfo sobre Serena, ganadora de absolutamente todo, por 7/6 (6) y 7/5 es definitivamente histórico. Sólo una tenista argentina la había podido vencer antes: Paola Suárez. Fue en el Amelia Island de Florida, en el 2000, en tres sets y con abandono de la norteamericana en el 5/2 de ese último segmento. Aquello, el retiro por una tendinitis en la rodilla, le hizo sentir a Poly cierto sabor amargo pese a la victoria ante quien por entonces tenía 18 años pero ya era campeona de Grand Slam: de hecho venía de serlo en el US Open de 1999.
La diferencia entre aquel triunfo de Paola y este de Nadia es que la rosarina le ganó a una Serena que ahora es leyenda y que en el 2000 sólo podía asomar como tal. Y con este dato de color: cuando la pergaminense logró esa victoria, la rosarina tenía apenas 3 años. Ni siquiera la vio. Ya estaba por detrás de la pelotita de tenis, es cierto, pero probablemente todavía ni le pegaba contra la pared.
“Cuando era chiquita y jugaba contra el frontón, me imaginaba estar jugando contra Serena”, dijo la Rusa Podoroska este miércoles en la conferencia de prensa previa al partido. Habló de sueños, de lo grandiosas que fueron y son las hermanas Williams para el tenis y las consideró “ídolas”. Ojalá cuente en algún momento Nadia, aún con lo reservada que es, algo más de lo que habló con Serena en el saludo final en la red cuando se puso la mano en el pecho, le sonrío con respeto y le hizo señal de "honor".
Para dimensionar lo que significa esta victoria de Nadia Podoroska, de 24 años, sobre Serena, de 39, alcanza con decir una cosa: no hay tenista que no se rinda a los pies de la norteamericana. Primero su hermana Venus y después ella especialmente, vinieron a romper todo tipo de parámetros en la Era Abierta y derribaron obstáculos como nadie en el deporte femenino. También lo hicieron por su raza. Y no se trata sólo de un gusto por tal o cual juego, se trata de méritos arrolladores e indiscutibles junto a una capacidad de reinvención con los años que pocos pueden lograr.
Serena fue y es una competidora abismal que ganó absolutamente todo. Y si se queda aún en el circuito es porque todavía mastica la idea de romperle el récord de 23 Grand Slam ganados en singles a la australiana Margaret Court, quien se retiró con 24. La mueve la motivación de los legendarios de verdad, de los más grandes en la historia del deporte. Ella sabe que lo que hizo ya superó los números, pero lo quiere igual. Porque no la satisface lo que a cualquiera. Ella es Serena. Algo más: este miércoles jugó nada más y nada menos que el partido 1.000 en el circuito. ¿Qué dirán los libros mañana sobre este 12 de mayo?
Y Nadia es Nadia. La que inscribe el nombre propio en la historia del tenis femenino argentino haciendo cosas extraordinarias. Como estas, jugando un tenis exquisito con una táctica ejecutada a la perfección. Hay que mover a Serena Williams, hay que abrirle la cancha, hay que devolverle bien el saque, hay que mantenerle el peloteo fortísimo, hay que mirarla a la cara... A veces las cosas no le salen a Nadia. Este miércoles le salió todo.
El año pasado, cuando se metió en la élite del tenis mundial, en el Top 50, Podoroska sorprendió con un espectacular desempeño en Roland Garros en el que puso la cereza instalándose en semifinales y ganándole en cuartos a la ucraniana Elina Svitolina, tercera favorita y primera Top Ten a la que enfrentaba en su carrera. En enero se vio las caras con otra de ese grupo selecto: la checa Petra Kvitova, bicampeona de Wimbledon, a quien sacó en tres sets en uno de los torneos de la Summer Series de Melbourne, previo al Abierto de Australia. Y ahora Serena, con todo lo que eso implica. Ganarle a Serena es ganarle a la historia, es un título en sí mismo.
Tras ese enero dulce la Rusa Podoroska no tuvo las mejores semanas. Las molestias físicas y las presiones (nuevas) que le implican ser mirada con otros ojos en el mundo tenístico, se hicieron sentir. Llegó como preclasificada 1 y 2 a torneos de la gira latinoamericana y no lo pudo capitalizar, todo lo contrario, se vio muy lejos de su mejor rendimiento. Se frustró jugando con Argentina en la Billie Jean King Cup de Córdoba, donde perdió sus tres puntos cuando todas las esperanzas albicelestes estaban depositadas en ella y se fue a su casa de Alicante, España, donde reside, para recuperarse y recalcular.
No pudo jugar el Masters 1000 de Madrid para reponerse de la lesión que arrastra en la cadera y que cada tanto la tiene a maltraer. Se sintió triste. Fue a “bajarse” personalmente y masticó cierta angustia. Llegó a Roma con toda la expectativa y una gran lucha contra ella misma. Tener que ganarle a la ansiedad y al exceso de futuro que provoca ver un sorteo y un cuadro en el que en segunda ronda y en tu camino se enciende con luces de neón el nombre de la ex Nº 1 del mundo. Para llegar a esa estación había que pasar la primera, ante la alemana Laura Siegemund. Fue 2/6, 7/6 (3) y 6/1 y la premisa de disfrutar el paso siguiente. O sea, Serena. Y cuando Nadia disfruta, cuando no se tensa, cuando no la miran a ella, cuando no es el foco...
En Roma, el lugar en el que más aman a Gabriela Sabatini por fuera de Argentina (mano a mano con New York), la Rusa, la Peque, la Nachu de Fisherton, volvió a hacer historia. Dicen los parisinos que su ciudad es la del amor. Dicen los romanos que en verdad la ciudad del amor es Roma porque si das vuelta las letras y las leés, leés “amor”. En Roland Garros, en París, Nadia dio el primer gran golpe de su carrera. En el Masters 1000 de Roma, el segundo. Pero a ella no le van a hablar de amor. Ya lo conoce. Es el combustible que la mueve en lo que hace.
Debajo del Coliseo romano, en el subterráneo, está la Arena en la que los gladiadores libraban sus batallas. Una visita guiada especial invita a recorrerla, a conocer la historia. Ahí cerquita, el Foro Itálico es el paso siguiente y obligado. Relatos de luchas y conquistas, de vencedores y vencidos, se suceden como películas interminables. Nadia no está en esas películas, pero tampoco necesita la visita guiada. Fue gladiadora de su propia historia, ante Serena, que es la historia. Y no necesitó “arenas”, fue suficiente con brillar en el polvo de ladrillo.
Este jueves Podoroska tendrá octavos de final ante la croata Petra Martic (25), desde las 6.15 (ESPN). Será otro asunto. Ya no hay nada que pueda opacar su paso por la tierra de los luchadores.