Otra vez irrumpió en escena con todo. Jeremías Ledesma se lució. Como ante Talleres. O Almagro. O como ante Temperley. Como en la mágica noche de ayer en esta ciudad, que se tiñó de azul y amarillo con la enorme consagración de Central en la Copa Argentina. El arquero brilló como un rubí a la hora de los penales. Atajó el segundo remate lanzado por Gimnasia. Le adivinó la intención al grandote Guanini y en los 90' reglamentarios le ahogó el grito sagrado al ex leproso Silva cuando iban 1 a 1. El pergaminense se graduó en un diciembre histórico para el canalla. "Siempre uno necesita un poco de adrenalina. Les agradezco a mis compañeros porque confían mucho en mí", sostuvo emocionado ante Ovación.
Cuando Leo Fernández agarró el fierro caliente que dejó Paolo Montero tomó la gran primera medida con firmeza. "Va a atajar Ledesma. Ese es mi arquero. Es el que necesitamos. Tiene un gran potencial", le había confiado el por entonces DT canalla a este medio.
Esa tarde en Córdoba ante Talleres tuvo sus momentos lógicos de todo debutante. Pero se la rebuscó y se fue haciendo un lugar entre los titulares hasta ganarse un lugar a fuerza de un trabajo tallado desde el bajo perfil.
Para esta temporada el Patón pidió un arquero de experiencia. Central sumó a Ayala. Pintaba que en cualquier momento le sacaría el puesto. Pero no. Ledesma seguía rindiendo. Tenía sus vaivenes pero siempre mostraba una escala ascendente. Eso lo fue formando debajo de los tres palos auriazules de manera progresiva.
En esta copa demostró ser un gran soldado. En cancha de Lanús hizo su buen aporte cuando hubo que definir el pasaje a octavos ante Talleres la noche del 6 de septiembre. Luego llegó el turno de jugar y aprobar ante Almagro en campo de Unión.
En semifinales volvió a ser clave. Le tapó el remate a Ramiro Costa antes de abrochar el pasaje a la gran final de esta Copa Argentina, que siempre lo tuvo como uno de los más resplandecientes.
Penales Rosario Central - Gimnasia Copa Argentina
Y anoche fue un relojito suizo. También mostró tener las manos firmes como herrero en dos momentos prácticamente determinantes. Cuando el partido iba a 1 a 1 y se moría en la mediocridad absoluta, Ledesma le ahogó el grito sagrado a un cabeza de Santiago Silva. Mucho más trabajo en los 90 reglamentarios no tuvo.
Pero cuando llegó el momento de definir quién se llevaba la Copa Argentina desde la taquicárdica definición por penales, el pergaminense se agigantó debajo del arco. Ese mismo hábitat que tanto lo desvela y nutre en el día a día.
Cuando Silva pateó el primer remate para el Lobo y mandó la pelota a las nubes, Jeremías aplaudió con firmeza ni bien se levantó luego de la volada. Se lo veía seguro. Con confianza. Con ganas de meter un pleno. De tener su consagración. Y la tuvo en la segunda ejecución tripera. Le adivinó la intención a Guanini. Se estiró a la derecha como chicle y terminó desactivando el objetivo del defensor. La ovación hacia su figura bajó desde las tribunas al mismo instante que todos festejaban. Sea acá en la fresquita Mendoza como en Rosario o en otros rincones anónimos del país y del mundo.
Una vez que Matías Caruzzo hizo lo suyo con la jerarquía que lo caracteriza, el arquero que ya no es arquerito salió como flecha para celebrar el campeonato. Se fundió en un abrazo gigante con el resto de la tropa. Elevó sus manos hacia todos lados. Estaba en un estado pleno de felicidad.
No era para menos. En un diciembre, que un momento pintó para ser negro, Ledesma se graduó debajo de los tres palos de Central. No dejó dudas y ratificó que el uno le sienta más que bien. Su nombre ya está inscripto en la historia de los selectos campeones canallas.
"Este es un puesto ingrato y hoy puedo disfrutar a pleno. Se lo dedico a toda mi familia que siempre está. Y a mi vieja especialmente, que superó un cáncer", afirmó la gran figura de la noche.