Vergüenza. Ese es el sentimiento que nos da hoy nuestro equipo nacional. El cruce entre Domenech y Anelka llegó a ser un asunto de Estado, con impacto internacional. Esta historia ensucia un poquito más la camiseta azul, luego de otro escándalo deportivo (la mano de Henry que nos permitió clasificar) y extra deportivo (las relaciones sexuales de Ribery con una prostituta menor de edad). Por sus palabras, Anelka le faltó el respeto a su entrenador. Por su falta de entrega, nuestra selección le faltó el respeto al público francés. Por su soberbia, Domenech le faltó el respeto a los amantes del fútbol de nuestro país. Y ahora, como desde hace cuatro años, nadie es capaz de hacer una autocrítica. Todos apuntan a encontrar el traidor que reveló qué pasó en el vestuario del partido con México. Según Evra, las revelaciones del traidor a nuestro diario son más graves que lo que le dijo Anelka a Domenech. Así es el mundo azul hoy: un campo de ruinas donde todos miran para otro lado y donde nadie asume sus responsabilidades. El barco se está hundiendo y el capitán sigue pretendiendo alcanzar la tierra. Aunque estamos más para sacar los salvavidas que para llegar a nuevas conquistas. l