Su paso por esta copa ahora llamada Diego Maradona fue como esas películas de mucho cartel y que terminan siendo un bodrio. Newell’s fracasó en el intento de ser protagonista, en su ilusión de seguir transitando el sendero del crecimiento, en la creencia de que tenía con qué. Quizás el parate por la pandemia le hizo pagar un costo demasiado alto para un plantel con muchos hombres de experiencia y de treinta y largos años. Difícil creer que solo la salida de Cristian Lema haya desequilibrado tanto a un equipo que antes del desastre mundial se ufanaba de venir en franca consolidación. La lesión de Alan Aguerre habrá jugado su parte, la temprana salida de Nacho Scocco ayer quizás también, pero más allá de esos aspectos puntuales hubo una involución general que determinó esta dolorosa eliminación, una fecha antes del final. Ni el lógico dolor por el adiós a Maradona lo excusó. En la Bombonera le hicieron precio en el 0-2 con Boca y ofreció acaso la peor de las presentaciones, justo cuando debía dar la talla. Estuvo en otra cosa y ni la rebeldía del ídolo máximo que fue a homenajear tuvo para torcer su destino.
Las expectativas no las inventó el periodismo. Las puso allá arriba el propio técnico. “No pienso en chiquito, tenemos hambre de gloria”, dijo Kudelka poco antes de empezar el campeonato. “Quisiera saber qué piensan los rivales de nosotros”, se agrandó. No eran palabras desubicadas tampoco. Había argumentos que lo apuntalaban, pero se fueron cayendo desde el primer momento. El técnico no miró para otro lado con el hecho consumado y en una dura conferencia de prensa criticó la pasividad de los suyos (ver página 9).
Es cierto que varias veces fue perjudicado por los arbitrajes en momentos que pudieron cambiar la historia. Pero el árbol no debe tapar el bosque. Desde el primer partido en Córdoba que Newell’s mostró debilidades, que no era explosivo, que sus intenciones ofensivas eran rápidamente deglutidas por rivales más rápidos, que hasta faltó capacidad de reacción, como cuando se mezquinó un cambio de manual después del impensado empate de Scocco con uno menos.
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Lo de Palacios fue flojo, como lo de todo Newell's.
Talleres lo dejó expuesto allá y en el Coloso. Lo mismo Boca, que le perdonó la vida en el Parque y ayer en la Bombonera. En el plano individual, Newell’s tuvo poco de Nacho o de Maxi Rodríguez, insuficiente de Pablo Pérez o Palacios y de la promesa Aníbal Moreno. Sabía que la llegada de Scocco lo obligaba a cambiar de estilo, pero Kuldeka no le encontró la vuelta. No por nada, casi siempre el primero que sustituyó fue a la Fiera.
Y ayer en el clima especial que envolvió a los dos por igual, el plus emotivo lo puso Boca con Dalma Maradona en el palco. Newell’s fue una sombra hasta en ese aspecto, le facilitó las cosas a su oponente, dio ventajas de todo tipo, sufrió eso sí la temprana lesión de Scocco, pero la infantil temprana expulsión de Gabrielli no se la puede achacar a la mala fortuna. Si la derrota no fue más abultada fue porque el equipo de Russo se relajó y hasta marró un penal por una inexplicable mano de Moreno.
No fue casualidad esta imagen final de Newell’s. La más desteñida de todas, que lejos estuvo del tremendo impacto que más temprano había dado Messi, símbolo leproso si los hay. El equipo fue chiquito, sin respaldo futbolístico ni anímico. Un poco peor de lo que fue mostrando en este torneo que no ofrecía tiempo de recuperación. Las expectativas fueron desmedidas por la realidad que terminó ofreciendo. Estuvo en otra cosa como nunca. De la gran ilusión hoy todo quedó en una gran decepción.
A pelear casi por nada
Ante Lanús, el domingo a las 21.30, Newell’s sólo jugará por saber si terminará 3º o último en su zona y si jugará 2 o 3 partidos de local en uno de los grupos de la fase llamada complementación, que da un cupo a la Sudamericana 2022. Las dos zonas de 6 equipos se decidirán por sorteo y en principio se harían de tal manera que no haya clásico, ya que Central terminará tercero en su zona.