Otra vez sobre el final. Como contra Gremio por la Copa. Newell’s tenía un triunfo trabajoso entre sus manos y se le escurrieron dos puntos por una pobre resistencia de otra pelota aérea. Una falla que se repite y recorta socarronamente la extensión de su paso. El conjunto rojinegro no supo poner a resguardo el gol de oro de Trezeguet y en tiempo de sentencia ofreció su otra mejilla inexplicablemente. Así, el uno a uno con Quilmes tomó forma entre oportunidades desperdiciadas, una puesta en escena con grises y un partido que nunca le resultó demasiado cómodo al equipo de Berti. De esta manera, la igualdad termina conformando un aporte poco significativo para sus ambiciones en el frente interno y la noche se cerró en el Parque masticando bronca.
En el arranque del partido, Newell’s no tuvo claridad para romper el cerrojo defensivo que proponía el rival. Sólo la movilidad y las arremetidas de Figueroa, y algún acople ocasional de Kichu Díaz, por izquierda, rompían la monotonía general.
El conjunto leproso tocaba, pero le costaba mucho encontrar profundidad. No terminaba las jugadas y todo sucedía bastante lejos de Dulcich.
Encima, en las pocas que tuvo de peligro dentro del área cervecera, exhibió llamativas imprecisiones. Como la de Muñoz, a los 17’, que le erró a la pelota cuando tenía el gol a disposición. Tampoco Orzán pudo conectar dentro del área chica un centro desde la izquierda. Y un cabezazo de Ponce fue bien conjurado por el guardameta visitante.
Del otro lado, los rojinegros ofrecían algunas vacilaciones, sobre todo con Ortiz y Cáceres, que no tuvieron una noche muy feliz. Boghossian tuvo una muy clara en la boca del arco (a los 17’) que se fue besando el vertical derecho.
En el complemento, Newell’s mostró más decisión pero nunca consiguió ideas para manejar sus intenciones sin caer en apuros y errores por malas decisiones. El dueño de casa iba por convicción, por necesidad, pero carecía de lucidez para encontrar un atajo hacia el triunfo.
Y cuando el cotejo entraba en etapa de ebullición, con Trezeguet y Castro (estrelló un disparo en el palo a los 29’) en la cancha, el duelo parecía atrapar una llave mágica.
En el minuto 32’, la escena ofrecía dos postales distintas. Dos imágenes opuestas que eran prácticamente declaraciones de principios. Dos maneras de ver, palpitar y entender el fútbol. Mientras Telechea se agachaba, caminaba sin caminar y buscaba artilugios para hacer tiempo, y Quilmes disponía un cambio por Caneo, Newell’s construyó un tiro libre al corazón del área, que David tocó elegantemente con su cabeza y venció la débil salida de Dulcich.
Parecía ser el gol de los tres puntos. El dictamen final que encaminaba a Newell’s en el lote de los protagonistas del torneo Final. Pero, otra vez a dos minutos del final como en la última cita de la Copa en casa, permitió un centro al área en el que Beloso no pudo contener la entrada y el cabezazo de Ríos, y estableció una igualdad agónica que fue definitiva.
La doble chance que dilapidaron Orzán y Castro en el adicional, fue una mueca irónica del preciado capital que perdió Newell’s por no cuidar lo que construye.