Newell's tiene la deseperación a flor de piel. Tenía que ganar por diversos motivos y terminó apenas empatando en la agonía ante Godoy Cruz. El clima futbolístico e institucional no es el mejor y el futuro es incierto.
Newell's tiene la deseperación a flor de piel. Tenía que ganar por diversos motivos y terminó apenas empatando en la agonía ante Godoy Cruz. El clima futbolístico e institucional no es el mejor y el futuro es incierto.
Era un partido de pura presión. Porque la derrota en el clásico marcó el ánimo leproso a fuego y porque se hace difícil sostener cualquier situación futbolística cuando un equipo, como esta versión de Newell´s, no consigue reaccionar.
Así fue esta primera mitad en el Coloso. Newell's no encontró a lo largo de los primeros 45 minutos la profundidad necesaria para desequilibrar a una defensa tombina que no se exigió demasiado. Y hasta resultó extraño ver cómo el equipo de Raggio jugaba a los pelotazos y probaba de media distancia reiteradamente. Lejos quedaba aquella imagen del toque preciso, del dominio productivo y de un Newell's profundo e incisivo que fue protagonista durante mucho tiempo.
En estos primeros 45 minutos de un partido de escasas emociones, Godoy Cruz hizo su juego. Lo dejó venir a Newell's, vio que no tenía conducción, que había un quiebre entre los que tenían que generar fútbol y los delanteros y se animó.
Al menos esos primeros 45 minutos sirvieron para ver una más que aceptable actuación de Iván Silva -el pibe de la 5ª división que dirigía Raggio-, de las permanentes subidas de Milton Casco -hoy jugando por el sector derecho-, y de algunas intermitencias del chico Bustamante. Pero ni Isnaldo ni Frydiszewsky recibían con claridad. Maxi Rodríguez no pudo erigirse en conductor y así Newell's apelaba a los remates de media distancia como única arma ofensiva.
Godoy Cruz tocaba y tocaba, pero no llegaba. Porque Aquino al principio fue absorbido por Silva, porque Fernández no hacía buen pie y porque la conexión entre volantes y atacantes estaba un tanto cortada.
No pasaba demasiado. Hasta que a los 25', en una jugada aislada del Tomba por derecha, Ayoví descargó de primera para la entrada de Aquino y su remate cruzado se metió junto al palo derecho de Ustari para el 1 a 0.
Casi hasta el final Newell's fue puras intenciones y pocas concreciones. Porque la defensa mendocina presionaba unos metros más adelante y anulaba los intentos de un poco fino Maxi Rodríguez, porque no alcanzaba con los buenos desplazamientos de Casco y porque los nervios jugaban una mala pasada.
Hasta que en el último segundo del primer tiempo, Víctor López aprovechó un córner desde la derecha, saltó más alto que todos y, de cabeza, decretó el empate. Desahogo en el Coloso y festejo con corrida hacia el banco de suplentes. El abrazo fue con todos los suplentes. No, con el técnico Gustavo Raggio no.
Raggio quizás se dio cuenta que le faltaba generación de fútbol e hizo ingresar a Lucas Bernardi -el mismo que había sido relegado al banco de suplentes por el entrenador- en el arranque del complemento.
Un poco por su ingreso, otro poco porque apareció el amor proipio leproso, la cuestión es que Newell's mostró otra imagen. Por actitud, por mejor trato de la pelota, por interés.
Y ya al minuto primero Maxi Rodríguez -estrelló su remate en el palo tras una gran jugada individual- y en el rebote Bustamante -increíblemente solo debajo del arco- se perdieron el segundo. Y a los 3' fue Milton Casco el que dispuso de una inmejorable situación.
A los 11' ingresó Tevez y se metió enseguida en el partido, aportando movilidad y gambeta por derecha, el sector que eligió la lepra para atacar. También creció el rendimiento de Maxi, Casco seguía con sus trepadas y Bernardi se encargaba de poner la pelota contra el piso y distribuir.
Hubo un cabezazo de Bustamante que rechazó Moyano a los 14'. Había intensidad de parte de Newell's. Godoy Cruz, lejos de lo pensado, aguantaba y rechazaba todo lo que daba vuelta cerca del área. Pero no renunciaba a jugar, a tocar y a acercarse con criterio hasta Ustari.
Sin embargo, a los 34', Larry Orzán se enredó con la pelota en la mitad de la cancha y Leandro Miguel Fernández -quien había ocupado el puesto dejado por Rubén Ramírez- lo vio a Ustari adelantado y, desde aproximadamente 30 metros, la colocó sobre la cabeza del arquero para sembrar la desesperación y la decepción en el pueblo rojinegro.
Hasta el final Newell's empezó a jugar contra los nervios y perdió la batalla. El gol de la Fiera Rodríguez aquietó un poco las aguas pero habrá ver si alcanza. Tuvo en sus manos aclarar el panorama del futuro. Pero el destino tenía escrito otro libreto. Newell's está en crisis y media ciudad está desconcertada. A pesar del empate. Y de las ganas.