Pragmático, ordenado, calmo y efectivo. Esas cuatro cualidades le sirvieron al Newell's del interino Gustavo Tognarelli para vencer por 1 a 0 a un Vélez convulsionado, aprovechándose de esa situación y arrebatándole tres puntos para traérselos a Rosario.
Newell’s tenía a favor que se encontraba con un rival muy golpeado, cansado físicamente y jugando inmerso en un clima de hostilidad en el Amalfitani, con algunos silbidos y cánticos contra la dirigencia, después del baile sufrido por la Libertadores. Cuando pitó Pablo Giménez, el local se le vino a la lepra como un vendaval, queriendo dejar atrás el mal trago ante Flamengo y tratando de contentar a su gente de entrada.
Por suerte para Newell’s, la tormenta fue pasajera. Pero vaya que la pasó mal. No porque Vélez haya tenido situaciones claras, sino porque la lepra no le podía sacar la pelota y corría siempre desde atrás, saliendo sólo para la foto. El sector derecho de Jacob fue una autopista sin peaje. El juvenil se vio desbordado constantemente por Ortega y Janson, y los sufrió hasta que se pudo acomodar.
La lepra de a poco pudo equilibrar la balanza. Cristian Ferreira por fin se enchufó e hizo algo tan simple como necesario para el momento de Newell’s: pisar la pelota y tomarse un segundo para pensar qué hacer con ella.
La idea del interino Gustavo Tognarelli fue clara desde el vamos: no tocar nada desde lo táctico y crecer desde lo anímico. Y la tarea la cumplimentó, porque no se desmoronó en un santiamén como en otros partidos en los que terminó patas para arriba.
Para salir a flote hay que aguantar la respiración. Newell’s aguantó.
Estaba claro que si Vélez no daba respuestas dentro de la cancha, iba a estar presionado hasta el cuello por sus hinchas. Y eso sucedió. Newell’s se aprovechó de la incertidumbre general y sacó rédito para sus arcas. El empate en el primer tiempo fue justo pero allanó el camino para que algo pasara en el complemento. Por las necesidades de ambos, que tampoco son tan disímiles: una victoria para calmar las aguas.
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No fueron cuatro goles como con Flamengo, pero Newell’s le dio un golpazo seco que lo sacó del juego. Centro del ingresado Panchito González desde la izquierda para la aparición (y necesaria para él) de Juan Manuel García, quien con un cabezazo en el corazón del área se metió medio partido en el bolsillo.
Allí aparecieron las dudas de siempre. ¿Podrá aguantarlo Newell’s y que no le arrebaten puntos en el último suspiro? La respuesta fue positiva. Hubo un temple distinto, el equipo estuvo ordenado y convencido de volverse con la victoria. Un convencimiento que en muchas ocasiones no le alcanzó. Esta vez tuvo algo más: tranquilidad.
Pudo liquidarlo y se lo pudieron empatar, pero bancó la parada. Y no se vio obligado a meterse contra su propio arco para lograr el objetivo. Con un juego ordenado, parsimonioso, sin arriesgar de más, aprovechando los momentos, se quedó con una victoria necesaria pensando a futuro. Pero primero debía cumplir con la cita del día y no aventurarse más allá.
Después del cimbronazo que pegó Sanguinetti con su renuncia, lo único que necesitaba la lepra era algo de paz. Respirar, tener una semana tranquila. Y la va a tener por delante, sin dejar de lado que se juega la ficha más valiosa en lo que resta de la temporada, que es ni más ni menos que el mano a mano ante Talleres por los octavos de final por copa Argentina.
La primera misión, el primer paso, lo dio: ganarle a Vélez. Se aprovechó de un rival que venía arrastrándose (aunque a Newell’s tampoco le sobraba nada) y salió momentáneamente a flote, de la mano del cuerpo técnico interino, que supo encontrarle la vuelta a la compleja situación. No había tiempo de cirugía mayor, le alcanzó con ordenar un equipo que venía desordenado. Y no es menor que no tuvo a su capitán y referente Pablo Pérez. Los jugadores respondieron dentro de la cancha y otorgaron una dosis de tranquilidad para encarar lo que viene. Newell’s se levantó y ahora tiene que plantarse con firmeza para no volver a caerse.