"Digan por favor que los mendocinos no pudimos comprar entradas en ningún lado", advirtió uno de los tantos hinchas que ayer, hasta la partida de la selección hacia el Malvinas Argentinas, seguía apostado frente a la puerta del hotel Diplomatic esperando, rogando, soñando con que Lionel Messi saliera a saludarlos, algo que no ocurriría sino hasta que pisó el césped del estadio y recibiera una ovación conmovedora. Es en ese lugar, sobre la avenida Belgrano, donde a cada rato pasaba el tranvía y los habitantes de Mendoza tendrían más posibilidad de estar junto a la selección nacional, porque parece que la venta por Internet se llevó muchas localidades lejos. Pero igual tendrían pocas chances, porque en esta marcha por el interior del país que incentivó el Tata Martino y que disfruta ahora Edgardo Bauza, sólo el Patón parece que por ahora entiende que hay que ser recíproco con esa gente que nunca tiene la oportunidad de tenerlos tan cerca y merecen un mimo. Su arenga hará, al fin, que algunos de sus dirigidos cumplan con ellos y los saluden. En la cancha todo sería distinto.