Los muros y los prejuicios se derrumban con el tiempo. Y es la historia la que finalmente pone a cada uno en su lugar. O por lo menos, eso suele decirse. Toda idea fue alguna vez revolucionaria. O permitió creer en un mundo distinto, un poco distinto. Por eso, que hoy una niña sueñe con ser futbolista o jugar un Mundial dejó de ser raro, dejó de ser una locura. Y si bien quedan muchas puertas por abrir, a años luz de esa igualdad de género que tanto se pregona, parte de esa ilusión empezó a tomar forma hace un año. El Día de la Bandera fue más que significativo para el seleccionado argentino femenino de fútbol. Ese día, en el que concluía la participación albiceleste en una Copa del Mundo al mismo tiempo las estaba convirtiendo en abanderadas. Abanderadas de una generación que tiene otros modelos, que puede aspirar a ser feliz con una pelota de fútbol sin cuestionamientos de antaño. Estas jugadoras son la camada que creyó y soñó con que podía dejar una huella. Y cumplió. Hace casi un año, cuando Argentina se despedía del Mundial de Francia 2019, empezaba otra historia.