Una sensación de vacío insoportable. La última carrera de Usain Bolt era un programa angustiante del último sábado. Una mezcla de expectativa y tristeza por la despedida de uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos cuyo relevo, valga el término, más adecuado que nunca, parece muy difícil de proyectar aunque la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (Iaaf) ya trabaja en su sucesión. Ellos quieren un deportista inmaculado, libre de toda mancha y sospecha. Ejemplar y además invencible. La otra parte de esta historia casi irrepetible está relacionada con el pésimo final. En Londres, Usain sólo consiguió una medalla de bronce en los 100 metros y terminó lesionado en la posta 4x100. El impacto fue tremendo. En la capital inglesa, los británicos dudaban entre festejar la histórica victoria de la posta local y acongojarse por el final del gran campeón. La mayoría de las miradas se concentraron en Bolt y su camino renqueando y derrotado a los vestuarios.
Apenas producido el desenlace apareció la enmienda. Ese no podía ser el final de Bolt. Semejante trayectoria no tenía que terminar así. En esa mezcla desesperada de esperanza y angustia por corregir ese cierre, como si fuera un pésimo final de una gran película, nació la necesidad, no de Bolt lamentablemente, de pensar en otro epílogo, en otra oportunidad. Pero Usain lo desestimó. Nada de marketing. Al final, el final, era el final.
"No voy a volver. He visto a demasiados deportistas volver y avergonzase a sí mismos. Yo no seré de esos... Creo que este Mundial no cambiará mi carrera. Alguien me lo dijo después de perder los 100 metros: «Muhammad Ali perdió su última pelea y nadie se acuerda». No me centro en eso. He hecho méritos suficientes en el atletismo como para ser recordado como un grande. Yo lo que quiero es ir a tomar algo. Necesito salir, pasar una buena noche en Londres. He pasado días muy estresantes", dijo el domingo en la conferencia de prensa tras el cierre del Mundial de Londres en el que fue sometido a todo tipo de mimos por parte del público y la asociación, que ya le ofreció ser parte de ella.
Hubo una consulta punzante, siempre las hay aunque escasean. Le preguntaron a Bolt si no tendría que haberse retirado en los Juegos Olímpicos de Río. "¡Oh, man!, next question, please" (o no hombre, próxima pregunta por favor), fue la respuesta entre incómodo y bromista del jamaiquino.
Mientras los amantes del deporte rey todavía elaboran el duelo, los compañeros de Usain encontraron una explicación para lo inexplicable. Sobre todo su gran amigo Yohan Blake, campeón mundial de los 100 metros en el Mundial de 2011. "Creo que nos tuvieron demasiado tiempo ahí dentro y hacía mucho frío. Cuando pasa eso, nuestros músculos se enfrían y es más fácil que acabes lesionado. La carrera comenzó 10 minutos tarde, estuvimos 40 minutos allí, fue una locura", justificó el jamaiquino nacido en los suburbios neoyorquinos con mucho más despecho que razón. Ningún otro participante de la final de la posta se acalambró.
Para la insensible Iaaf, que no puede hacer otra cosa que pensar en el futuro, nada es para siempre. Sebastian Coe, su presidente, un ex atleta británico que ganó 2 veces la medalla de oro olímpica en los 1.500 metros, ya ungió al reemplazante de Bolt. Muerto el rey, viva el rey.
Es difícil encontrar un sucesor en la misma especialidad, sobre todo después de la victoria de Justin Gatlin y el increíble abucheo del público hacia el estadounidense de 35 años a quien no le perdonan sus casos de doping. ¿Cuándo es que se paga una deuda? ¿Será culpable de por vida Gatlin? ¿Quién es que se arroga el derecho de perdonar o no? ¿Desde qué lugar? El doping siempre fue un flagelo para los atletas de los 100 metros con un inmaculado casi exclusivo: Usain Bolt.
Descartado Gatlin como sucesor, por edad y falta de popularidad, el también estadounidense Christian Coleman (21 años) aparece como probable, pero Coe y la Iaaf toda creen que el testigo tiene que recibirlo el sudafricano Wayde van Niekerk, ganador de los 400 metros.
Van Niekerk tiene 25 años, nació en Ciudad del Cabo y es propietario de una historia de vida que avala la elección de la Iaaf.
Wayde estuvo a punto de morir al nacer a las 29 semanas de gestación. Sus primeros días de vida fueron decisivos para saber si sobreviviría y en ese caso si no tendría secuelas por ser prematuro. Es obvio que eso no sucedió.
Los 400 metros que ganó van Niekerk estuvieron cargados de polémica por la ausencia del botsuano Isaac Makwala, su rival, por culpa de un norovirus, una afección estomacal que había contraído en el Guoman Tower Hotel, a un paso de la Torre de Londres. La Iaaf lo puso en cuarentena a pesar de que Makwala se empeñó en asegurar que estaba en condiciones de competir. Sin el botsuano, todo fue más sencillo para van Niekerk. Fue uno de los escándalos del Mundial.
Es difícil suponer que van Niekerk adquiera el reconocimiento que la Iaaf necesita para imponerlo sólo corriendo competencias de 400 metros, por lo que no sería extraño suponer que retorne con más ínfulas a las carreras de 100 metros. Por lo pronto este año no le va mal.
Wayde vuela en 2017 a pesar de haber perdido la final de los 200 metros en Londres. Es el único atleta de la historia que corrió los 100, 200 y 400 metros en menos de 10, 20 y 44 segundos, respectivamente. Por eso, y por su imagen, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo lo ungió como el sucesor del inolvidable, irrepetible e irremplazable Usain Bolt.
Muerto el rey, viva el rey.