Los ecos del empate ante Venezuela en Núñez siguen aturdiendo. La marcha de la bronca popular apunta sin piedad a casi todos los jugadores por el magro presente de Argentina en estas eliminatorias. Es indudable que las ilusiones de ir al Mundial quedaron tecleando al no poder liberarse de la mochila del repechaje en esta doble fecha. Sin embargo, no es casual que la campaña sea tan tibia. Hasta de inofensiva se la puede catalogar. Pero no es de ahora. Viene del proceso del Tata Martino y el Patón Bauza. Porque ambos técnicos rosarinos tampoco pudieron construir bases sólidas. Y el Zurdo Sampaoli parece seguir en sintonía con sus pares. Porque los apellidos a los que acudió para esta ocasión continúan exhibiendo un bajo nivel cuando se visten de albicelestes. A eso hay que sumarle que la desincronización colectiva sigue a flor de piel. Ni hablar la falta de gol. El casildense cambió de figuritas arriba, pero no encontró respuestas. El mensaje que nace de las entrañas del propio representativo criollo es claro y contundente: Moscú, tenemos problemas.
El Monumental ofreció una versión muy light del combinado argentino. Por eso las estelas de la impotencia seguirán instaladas un tiempo más en cada charla de café o diálogo que se improvise en cualquier ámbito. Pero no específicamente por el punto obtenido contra la vinotinto en sí. En todo caso por las enormes falencias que no logra resolver Sampaoli y su enorme pelotón de colaboradores.
Al futbolero en sí le interesa poco y nada si el Zurdo apela al moderno arsenal que ofrece la tecnología para armar un plan trabajo. Lo único que le importa es ganar. Porque de eso se trata. Máxime cuando se afronta un torneo oficial. No hay espacios para los experimentos o engendros.
El casildense asumió hace poco, es verdad. Lo hizo de manera urgente porque la AFA decidió prescindir del Patón de la noche a la mañana. Un Bauza que antes había tomado el timón de este barco a la deriva porque el Tata Martino decidió bajarse en medio del río para sorpresa de todos.
Claro que nadie puede poner en tela de juicio que el Zurdo sabía dónde se metía. Decidió dejar la silla de Sevilla como un resorte y sin necesidad de que le pusieran un revolver en la cabeza. Lo hizo porque lo buscó y soñó siempre. Y no está mal. Pero la selección es de otro calibre.
Se sabe que los tiempos son otros también. Y ahí está el casildense. Al frente de este grupo que capitanea Leo Messi. El mismo jugador que casi todos los técnicos no logran hacerlo brillar como lo consiguieron casi todos en Barcelona. Por algo será.
Pero las falencias argentinas continúan a la orden del día. Se cambió de esquema y algunos nombres bajo la batuta de Sampa. El resultado fue el mismo. Los jugadores siguen sin rendir como lo hacen en sus respectivos equipos. No es obra de la casualidad.
Otro dato que llama la atención es la endeblez táctica colectiva. Por momentos, al menos en estos dos últimos partidos, que fueron empates ante Uruguay y Venezuela, los futbolistas parecían estar desparramados. Se dependía más que de costumbre de que Messi invente alguna travesura para marcar la diferencia de verdad.
Esta selección se caracteriza también por la cantidad de goleadores que nutren al equipo entre citación y citación. Nombres que militan en las ligas y equipos más importantes del planeta fútbol. Tales los casos emblemáticos de Gonzalo Higuaín, Leo Messi, Sergio Agüero, Paulo Dybala o Mauro Icardi, por citar a los más top.
Aunque a la hora de ver su producción, la tabla de goleadores a nivel equipo refleja que Argentina está desnutrida. Porque en 16 fechas hizo sólo 16 goles. De los más flojito de todos los equipos que componen las eliminatorias. Y así se torna complejo poder pensar seriamente en Rusia. Por algo sigue en zona de repechaje. Habrá que ver cómo sale parado tras los encuentros ante Perú y Ecuador.
Recién ahí se conocerá el final de esta historia, que por ahora es de suspenso. No obstante, desde la propia AFA ya hay un desesperado mensaje hacia la patria y mundo futbolero: Rusia, tenemos problemas para clasificar.