Antes de que Lanús provocara una implosión en River en las semifinales de la Copa Libertadores del año pasado, un impacto que todavía retumba en la autoestima millonaria, Marcelo Gallardo hablaba de las diferencias entre los poderosos y el resto, más precisamente entre River, Boca y los demás.
En las décadas de los '60 y los '70 las diferencias entre los grandes y el resto era más o menos parecida a la que existe ahora: estruendosos presupuestos para unos y billeteras mucho más delgadas para otros.
El Muñeco decía que el fútbol argentino se empieza a parecer a su realidad de aquellos años, cuando los grandes con muchos billetes compraban los juveniles de sus rivales que de esa manera sobrevivían primero, se estabilizaban después y en algunos pocos casos crecían.
Paradójicamente, en ese lapso River vivió uno de los peores ciclos de su historia, quizás el peor después del descenso, con 18 años sin títulos. Fue campeón en 1957 y debió esperar hasta 1975 para volver a festejar.
En ese lapso de 20 años que marca Gallardo, fueron campeones Boca (7 veces), Independiente (7), San Lorenzo (4), River (4), Racing (2), Central (2), Chacarita (1), Vélez (1), Estudiantes (1), Huracán (1) Newell?s (1) y Quilmes (1).
Hasta 1966 se jugaba un solo torneo por año y desde 1967 se disputaron 2 por la creación del torneo Nacional, que abrió la participación de equipos clasificados por las ligas del interior con afiliación indirecta a la AFA.
Si bien Gallardo tiene razón en cuanto a las diferencias económicas, a la par de las compras compulsivas de los grandes, con cifras irrisorias comparadas con las de ahora, sobre el final de los 60 aparecieron los primeros títulos de los equipos que le pelearían a los 5 grandes de ahí en adelante.
El primer campeón antisistema, por nombrarlo de alguna manera, fue Estudiantes en 1967. Hasta allí, los campeones desde el inicio del profesionalismo en 1931 habían sido sólo 5: River (13 veces), Boca (10), Independiente y Racing (6) y San Lorenzo (4).
Las ventas de futbolistas de la cantera les permitió crecer exponencialmente a instituciones como Central y Newell's, que además fueron campeones en la primera mitad de los 70. Las divisiones inferiores se transformaron en la principal fuente de ingreso de los no poderosos y las denominadas fábricas sin chimeneas permitieron emparejar las enormes diferencias económicas. Por entonces, la contratación de coordinadores de inferiores y reclutadores de futbolistas de las ligas del interior se transformó en fundamental. Tenían casi la misma importancia que los entrenadores de primera.
Jorge Griffa en Newell's, Francisco Erausquin en Central, por citar dos nombres emblemáticos, se transformaron en piezas fundamentales de las economías de los dos grandes rosarinos. Conformaban equipos de trabajo cada vez más aceitados que tuvieron su punto culminante en el binomio Griffa-Marcelo Bielsa, una sociedad a la que Newell's le debe una parte importante de toda su gloria.
La apertura de los mercados europeos les permitió a los clubes vendedores del segundo pelotón prescindir de la necesidad de negociar con River y Boca y de alguna manera independizarse económicamente. El agregado de los torneos cortos equilibró las fuerzas y la liga argentina se transformó en una de las más competitivas del mundo, si no la más.
Argentinos Juniors es uno de los clubes más débiles, económicamente, de la primera división del fútbol argentino. Pero vive, sobrevive y de tanto en tanto festeja. Fue campeón del torneo Metropolitano en 1984, campeón del Nacional 1985 y del Clausura 2010. Además fue campeón de América en 1985, nada menos. Ese año jugó una de las finales intercontinentales más recordadas de todos los tiempos. Empató 2 a 2 con Juventus y perdió 4-2 en los penales. El equipo del gran Piojo Yudica estuvo dos veces en ventaja, pero no lo pudo aguantar. Ese día Claudio Borghi se recibió de jugador sublime. Después, la vida le enrostró que sólo con talento no era suficiente, pero el Bichi fue, lejos, la aparición más importante e impactante del fútbol argentino hasta hoy mismo después de Diego. Justo Argentinos, el humilde Argentinos que se sustenta en la producción de figuras extremas, es el paradigma de lo que se debe hacer y lo que no desde la vereda de los generadores de materia prima del fútbol que Gallardo situó en los 60 y 70. Se pudieron comprobar el lunes a la noche las bondades de un equipo casi íntegramente juvenil y con un sólo referente adentro de la cancha: Miguel Torrén. Los otros dos son Lucas Barrios y Leonardo Pisculichi, ambos lesionados.
Se podrían armar dos equipos enteros con futbolistas de jerarquía surgidos de Argentinos Juniors, pero con un puñadito alcanza: Maradona, Riquelme, Borghi, Redondo, Pekerman, Sorín, Cambiasso, Batista...
Sus socios dicen que Argentinos es un grande entre los chicos y un chico entre los grandes y que eso es lo que los hace diferentes. Hasta ahí la parte buena de la historia. Más que buena, brillante, incomparable. La mitad vacía del vaso es la pésima gestión dirigencial que casi nunca estuvo a la altura de las circunstancias.
Las megaestrellas mencionadas más arriba suponen una institución superavitaria que está muy lejos de la realidad.
La cancha de Argentinos tendría que ser el templo del fútbol nacional, pero está terminada a los ponchazos. Curiosamente, o no tanto, en el Diego Maradona también debutó Messi con la camiseta de la selección. Argentinos es todo lo que se debe y todo lo que no en esa fotografía de los 60 y 70 que plantea Gallardo y reubica en estos tiempos.
La vigencia del mercado europeo, al que a fines del siglo pasado se sumó el mexicano y ahora el estadounidense, les permite a los productores de futbolistas casi equipararse con los poderosos. No les venden ni los refuerzan porque negocian con el exterior y a cambio reciben más dinero para hacerse más competitivos. Uno de los casos es Central, que a partir de las transferencias de Cervi, Lo Celso y Montoya se posicionó en la élite económica del fútbol argentino y todavía sigue recibiendo las bondades de cosechas anteriores, uno de los motivos que llevó a Leo Fernández a la dirección técnica. La reinversión auriazul no estuvo a la altura de las ventas, pero tendrá una nueva oportunidad en breve. Perdió una chance pero no debe equivocarse la próxima. Hoy Newell's, que en los 90 estuvo a la vanguardia por varios cuerpos, es la antítesis de aquellos tiempos dorados de Bielsa y Griffa.
El lunes, el Argentinos del Pelado Berti le ganó a Boca 2 a 0 y sus jugadores se sacaron una foto en el vestuario como si hubieran jugado una final. El glorioso Argentinos Juniors, la fábrica más impresionante de estrellas de fútbol, hoy está circunscripto a una foto que resume su pequeñez. Esa pequeñez de la que se nutrió Boca para poner al tope de su idolatría a hijos dilectos de La Paternal: Maradona y Riquelme. Argentinos es todo lo bueno y lo malo de la clase media del fútbol argentino. Corregir sus errores es potenciarse; copiarlos es condenarse a subsistir casi de prestado.