Argentina termina de quedar eliminada a manos de Francia en los octavos de finales. Automáticamente florece el dolor y la impotencia. Se apagaron las sonrisas. Se encendió un silencio de misa. Rusia fue el epicentro del peor escenario nacional a nivel deportivo. Nadie deseaba un desenlace tan repentino. Tampoco tan triste. Las voces se apagaron por un instante. Las miradas se refugiaron en la nada. Todos buscaban repuestas a una causa perdida en una tarde de tiza. Las calles quedaron como desiertas. El silencio se apoderó de cada alma en cada rincón del país. La legión de hinchas que está en el Mundial lo sintió en primera persona al quedar en modo off desde las mismísimas tribunas del moderno estadio de Kazán. Terminó el sueño. También las sonrisas.
La previa invitaba a soñar con otro final. La banda patriota copó Kazán y tenía como meta final dominar por completo la tierra de los zares. Pero no. El fútbol le puso un freno de mano a la ilusión. La esperanza se hizo añicos. Y no precisamente por culpa exclusiva de Griezmann, Pavard o el pibe Mbappé, quienes fueron los autores materiales de la victoria de los galos.
Con el final del partido llegó el llanto o simplemente el momento de encerrar las palabras. Se sintió acá y en Rusia. En cada hogar, bar o punto de encuentro, la gente terminó en estado shock por la cruel eliminación. Se plantearon muchas preguntas para tan pocas respuestas.
Es como si las almas hubiesen quedado en piloto automático. Al menos así se sintió luego en las calles, el trabajo o los hogares. Costaba digerir la dosis de realidad. Había que tratar de disimular esas miradas tristes que enlutaban a quienes las viste porque el show debe continuar.
Nadie puede tapar como esa dulce promesa de político en campaña que también dolió ver a Leo Messi con las manos tan vacías. El rosarino más famoso de la modernidad merecía otro final. Había llegado a Rusia como la misma pasión e ilusión que tenía el resto de sus compatriotas. Pero ya nada será igual. Ni para el casildense Jorge Sampaoli, quien lució un traje muy grande en la gala Mundial como responsable de la selección más pasional del planeta fútbol.
Fue otro día triste para el pueblo nacional. Esta vez por obra y arte del fútbol. Un deporte que nos estaba entreteniendo, que nos sacaba del eje de los reales problemas. Que nos generaba tener la mente más relajada por un instante. Nos daba un mimo al alma.
Pero desde ayer ya nada será igual. La eliminación argentina del Mundial no hizo más que generar un montón de miradas perdidas, tanto acá como en Rusia. Miradas que se refugiaron en la nada cuando se apagó el sentido y se encendió un silencio de misa.