Un nuevo gesto que trasciende el ámbito deportivo. Es una actitud que se inserta con amor en el corazón de la filantropía. Lo de Miguel Ángel Russo es sublime. No porque sea un reconocido técnico sino porque es ante todo un verdadero símbolo de resiliencia. Miguelo visitó este viernes el Hospital de Niños Víctor José Vilela. Su presencia no fue casual. Lo hizo antes de los festejos por el Día de las Infancias. Llegó al nosocomio a las 16.06 mirando y saludando a toda persona que se cruzara hasta llegar al punto de encuentro pactado. Con su genuina generosidad, repartió una variada colección de juguetes que se encargó de distribuir personalmente a ese puñado de valientes pacientes oncológicos primero y luego pasó por las restantes salas de internación.
Este encuentro no solamente generó un cúmulo de alegría a los niños y niñas que ponen el cuerpo a diario para sanar, sino que también ofreció un respiro emocional tanto a ellos como a sus familias. “A veces uno no sabe todo lo que pasa acá adentro, todo lo que hacen estas mujeres (voluntarias) y todo el personal. Hay que tratar de darles un poquito de alegría. A mí no me gusta que la gente sufra”, dijo con la voz quebrada de emoción.
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"A este hospital hay que darle cosas. Lo primero es amor y cariño”, afirmó un racional Russo.
La emotiva visita de Russo, quien enfrentó como guerrero sus propios desafíos de salud en el pasado, se extendió durante más de una hora y media. El DT es ante todo un fiel un testimonio de su compromiso con la comunidad. Aunque lo saludable fue verlo destilando optimismo y regalando abrazos, esos que tanto hacen falta en momentos como los que están pasando estos chicos, y también sus padres. “Yo estoy bien. Hasta me creció el pelo para los que decían que estaba enfermo”, bromeó para luego marcar la cancha y decir ”estoy bien, tranquilo, mirando el futuro en forma normal”.
El recorrido de Russo por el Vilela
Al llegar al área de oncología del hospital, el experimentado técnico fue recibido como todo un campeón por parte de las voluntarias y personal. Ni hablar de los más pequeños, que a pesar de las dificultades de sus tratamientos, encontraron un hermoso momento de paz y plena felicidad que llena el alma. Luego pasó sin pausa por las restantes salas del nosocomio donde hay niños internados con otras patologías. Pasó por cuidados intensivos, unidad del quemado e internación destilando sonrisa y ofrendando no sólo juguetes sino además emoción.
"Me toca esto hacerlo público, pero me gusta más el anonimato. A este hospital hay que darle cosas. Lo primero es amor y cariño. Esta gente colabora a full (voluntarias) y los chicos y familiares lo necesitan también”, afirmó un racional Russo.
Cabe destacar que esta no es la primera vez que Miguelo da el presente en el Vilela. El 20 de diciembre pasado también se tomó el tiempo de interactuar con los pacientes, sus padres y el personal médico. En esa oportunidad destacó la importancia del apoyo emocional en el proceso de recuperación y la magia que puede crear una sonrisa.
Aunque hay otro dato nada menor. “Estuvo presente todo el año prácticamente. Cuando nos faltan pañales o elementos para los chicos, al día siguiente se encarga de mandarnos todo lo necesario”, le confesó una voluntaria a La Capital mientras miraba cómo Miguel se perdía por la habitaciones saludando a los niños y niñas.
Esta iniciativa de Russo busca brindar más que un simple apoyo emocional a los pequeños. Es que cuando ellos están felices, el tratamiento se hace menos tedioso, pese a lo invasivo que es por más que el grueso de los mortales (por suerte) no lo sepan. Verlos de buen ánimo es vital dentro del ámbito de la salud oncológica, sobre todo.
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Miguel Russo disfrutó de cada momento compartido con los niños del hospital.
Muchos pasan días y días internados. Otros terminaron su primer ciclo y siguen el tratamiento de manera ambulatoria. El común denominador sigue siendo uno: la ardua y tenaz lucha por sanar. “Esto es darle un poco de felicidad en una edad tan corta de vida, la cual están luchando, y les deseo lo mejor”, acotó con los ojos vidriosos.
Juguetes y sonrisas
El paso de Russo por este área específica y sensible del Vilela aportó sin dudas un rayo de luz y felicidad en los días que a menudo viven estas familias, en especial ellos, los verdaderos protagonistas y héroes de esta película: los más chicos.
Evidentemente, el puñado de lindos juguetes entregados por el técnico no solamente son simples objetos físicos, sino también una especie de símbolos de esperanza y alegría. Es que Russo sabe de qué se trata esta lucha. Reconoció en su momento que su recuperación tras una dura enfermedad estuvo marcada por el amor, la familia y su pasión por el fútbol.
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Russo firmó, además de pelotas, muchos autógrados. Fue una visita tan emotiva como necesaria.
Luego de casi una hora y media, Miguel Russo dejó el Hospital de Niños junto a su fiel ladero, Juvenal Rodríguez, a paso lento y saludando a todos con la misma fuerza que lo hizo cuando entró. Aunque se fue también movilizado, porque sabe bien que para todos lo que viven o vivieron este tipo de tratamiento, es tan durísimo como indescriptible. Aunque hay que resaltar una y mil veces que acciones como estas remarcan que la empatía y la solidaridad siempre tendrán un papel fundamental en la sanación. Russo lo sabe, por eso estuvo en el Vilela.