Todo está guardado en la memoria. Los recuerdos tristes, como los que afloran cada 24 de marzo, en que no debe olvidarse el reclamo de verdad y justicia. Los alegres también, como el de este viernes 23 de marzo de 2023, que tuvo a la selección argentina en el centro y quedará como una postal para toda la vida. Esa Scaloneta que inundó de alegría a millones de hogares allá por diciembre, que conmovió al mundo, que llenó el estadio más Monumental que nunca y que se emocionó hasta las lágrimas desde que pisó la cancha con la celeste y blanca. Una noche conmovedora de una jornada inolvidable. Una fiesta interminable por los campeones mundiales, por los héroes de Qatar, con Lionel Messi, Angel Di María y Lionel Scaloni, los profetas locales, como máximos estandartes, como el Dibu Martínez, Rodrigo de Paul, Julián Alvarez y compañía. Lo que faltaba para complementar semejante conquista en Lusail y aquella llegada al país que quedaron grabadas a fuego en la memoria colectiva. Y, como pasó el día de la consagración, no podía faltar el instante dramático, cuando el mejor de todos quedó tendido en el piso más de lo esperable, después de una violenta falta. Tampoco el éxtasis absoluto cuando el mismo 10 marcó el golazo con el que se cerró la excusa del amistoso ante Panamá, y el triunfo por 2 a 0. A lo que siguieron las emotivas palabras del capitán y el conductor, adentro y afuera del césped, que hicieron saltar las últimas lágrimas a todo el mundo.
Fue el postre, el disfrute final de una jornada extensísima, cargada de felicidad, de goce, sin la parafernalia de los instantes después del logro conseguido, pero con una intensa emoción, mucho antes del partido y también mucho después.
Aunque los corazones se paralizaron cuando el panameño Galván le entró durísimo a Messi con los dos pies para adelante. Iban 13 minutos, lo hizo volar por el aire y lo dejó tendido. Lo primero que se vio fue la rodilla derecha ensangrentada, pero tras el golpe que no llegó a dañarlo, el rosarino se paró y cuando estrelló su tiro libre en el caño superior izquierdo, el susto volvió a dejarle de nuevo lugar a la fiesta.
Como en los 120 minutos ante Francia, como en la locura del micro descapotable en festejos que amenazaban con desbordarse, la angustia también se hizo presente. Es Argentina, al cabo. Aunque la explicación hubo que buscarla en un rival que no quería ser partenaire de una fiesta ajena y se pasó de la raya. La sangre en la rodilla de Messi en realidad ya estaba desde el calentamiento previo, cuando sufrió un resbalón y se lastimó. Y hubo que esperar hasta el final para que dos tiros libres suyos, uno convertido por Almada, asociaran el resultado al festejo.
Es que para llegar a esos momentos, de fútbol al cabo, hubo un recorrido hasta el éxtasis del Monumental. En la entonación del himno nacional a capella en la voz de Ariel Ardit, un cordobés que ya lo había cantado en partidos de eliminatorias, fue el momento en que las primeras lágrimas cayeron por el rostro del Dibu Martínez, se los notaba en los ojos enrojecidos de Messi, de Angelito. Se le dibujaba orgulloso en la sonrisa de Scaloni.
Todos, cada uno de ellos y de los integrantes de la selección, junto a sus hijos en la formación y en el banco de suplentes. Los que además, junto a las parejas de los homenajeados, le hicieron de escolta al subir por las escalinatas y pisar el césped. Fue un momento único, inolvidable seguramente para todos los jugadores que lo habrán soñado una y otra vez. Para amenizar la espera, que para el mismo plantel se inició muy temprano porque llegaron al Monumental en varias combis partiendo desde Ezeiza seis horas antes del partido (un operativo de seguridad perfecto en ese sentido), hubo conducción de Sergio Goycochea con artistas y otros. Así, La T y la M cantó el hit “Pa’la selección”, Goyco invitó al Tula y a Fernando Romero, el que cambió la letra de “Muchachos” y la hizo famosa, y en el entretiempo fue WOS el que amenizó con “Arrancármelo”·
Y después del gran final del amistoso, volvió la familia a la cancha, volvieron los mimos, las palabras del 10 con el coro de “que de la mano de Leo Messi...” y las de Scaloni con el eco de “La Scaloneta, la p... que lo parió”, que el mismo rosarino acicalaba.
Un instante supremo, acaso el más emotivo de la noche que siguió a una vuelta olímpica simbólica, a paso lento de cada jugador y técnico con su familia, cada uno con una réplica de la copa del mundo en la mano y donde todo el Monumental pudo verlo de cerca porque fue a anillo completo. Con fuegos artificiales de fondo, que le dieron más mística a una noche que seguramente nunca olvidarán. Ni unos, ni otros.
“Siempre soñé con este momento, poder festejar en mi país con lo más grande que hay, que es la copa del mundo. Quiero acordarme de todos los que participaron de este proceso y los que no pudieron lograrlo. Ellos también dejaron todo por esta camiseta. Hay que disfrutar mucho esto, costó mucho y no sabemos cuándo se repetirá. Ojalá no pase tanto”, cerró el Dios del fútbol en medio de la ovación. Amén,