En el medio de la angustia que vivieron en Central por la categórica derrota a manos de Unión, una buena noticia: un gol de Marco Ruben. Uno más. Pero paradójicamente no fue uno más, porque fue el grito que le permitió al delantero alcanzar a Mario Alberto Kempes en el segundo puesto de los goleadores históricos canallas en el profesionalismo. El gol que convirtió en cancha de Unión fue el número 94 en su carrera y de ahora en más sólo le quedará el desafío de anotar otros cuatro para ponerse a la par de Waldino Aguirre, que tiene 98. Hubiese sido redondo el negocio para el canalla si ese tanto de Ruben hubiera servido para festejar el triunfo, pero no sucedió de esa manera y apenas si se transformó en un premio consuelo.
Tarde o temprano este momento iba a llegar, porque la distancia con Kempes era de apenas un gol y los hinchas jamás dejaron de estar expectantes sobre cuándo Marco alcanzaría al Matador. Fue ayer, en Santa Fe, con un formidable cabezazo.
Para Ruben esa posibilidad de subirse al segundo peldaño del podio siempre fue un desafío. El mismo lo dijo y lo repitió cuantas veces pudo, aunque siempre dejando en claro que lo que más le interesaba era que el equipo ganara. Pero a cada partido salía con esa premisas: la de colaborar con el equipo primero y arrimarse a Kempes después. Ahora ya está a la altura del Matador. ¿Próximo objetivo en lo personal? Anotar por lo menos cuatro goles más para abrazar a Waldino Aguirre, pero en la medida de lo posible cinco, para romper el récord histórico y transformarse en el jugador con más goles en la historia de Central.
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Ruben es la principal carta de gol del equipo.
Sebastián Suárez Meccia / La Capital
A esta altura esto que le está pasando a Marco es algo así como un premio. Porque es, por lejos, el jugador más querido, más mimado por los hinchas, al que más aplauden y cobijan. Todo por lo que empezó a darle al club después de aquel primer retorno en 2015, de la mano del Chacho Coudet.
Pero esta historia de Ruben tiene ribetes para todos los gustos, porque en el medio hasta hubo un año sabático que el 9 se tomó en plena pandemia, sin saber si alguna vez volvería a jugar en Central. Ni siquiera si volvería a jugar al fútbol. Pero volvió y lo hizo de la mejor forma.
Cuando el Kily lo convenció para volviera a calzarse los botines Ruben tenía 81 goles, 13 menos de los 94 que hoy ostenta. En ese momento por ahí ni se le cruzaba por la cabeza que podía alcanzar a Kempes. Seguramente su desafío pasaba por demostrar que después de un año de parate estaba en condiciones de volver a sentir competitivo. Las pruebas están a la vista.
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En medio del desconcierto que era el equipo ante Unión, Ruben fue con decisión al corazón del área, donde llegó el centro preciso del pibe Lautaro Blanco. Cabezazo letal, al ángulo. Golazo. Tanto más importante es lo que Ruben siente por la camiseta de Central que midió mucho su festejo, pese a saber que era el gol que le permitía transformarse en el segundo goleador del club.
El Kily lo había mimado en la semana y todos en Central estaban esperando un gol más de su autoría. Llegó. No sirvió para que el canalla pueda al menos sumar un punto, pero nadie podrá quitarle ya lo bailado. En las seis fechas que le restan al torneo podrá marcar los cuatro que le hacen falta para llegar a lo más alto, pero si no es ahora seguramente será el año que viene, para lo que deberá extender el contrato que se le vence en diciembre. En Central, Marco Ruben fue símbolo de gol, y ahora más que nunca.