Cervi, Lo Celso y Montoya. Los tres afuera. Una historia que podrá ser contada de la manera más conveniente, pero cuyo final será siempre el mismo: en un año Central se desprendió de tres jugadores de una jerarquía, a priori, enorme. Nadie duda de que los chicos aparecen cada vez más chicos y se quieren ir aún siendo chicos, pero ciertos límites los tiene que poner el club, salvo que el afán de vender lo sea todo. Lograr que la base de un equipo se mantenga en el tiempo es el mejor camino hacia el éxito. Muchos lo pensaban así. Hoy Central ya no tiene un Montoya ni un Cervi y mucho menos un Lo Celso. Tampoco sus reemplazantes. ¿Malvendidos? ¿Bien vendidos? No importa. "Ojalá Montero no ponga a Rivas ahora porque en seis meses si se quiere ir lo vamos a tener que vender", dijo, a modo de broma una voz del mundo Central. Con los tres en cancha el canalla no pudo coronar un título. Eso también es cierto. Pero la premura por conseguir dinero o la presión de los jugadores pudieron más. Hubo que reinvertir sí o sí. Quizá mantener sea un mejor negocio.